sábado, 16 de noviembre de 2013

LOS AMANTES Y LA GUERRA

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
("Canción última", Miguel Hernández)




I

De oficio pastor de verbos  y malabarista de lunas, Miguel,
cada mañana no desdeña la lucha,
azuza arrebatos de atrevimiento entre los parapetos,
mientras tierna en la dúctil espera, Josefina,
sabe que sólo será ella el barbecho de sus zozobras nocturnas.

Cada noche, tras el plomo que ansía el linaje de la tierra,
consiguen ser un solo par de brazos, un único desfilar de manos,
que se multiplican y crecen con el eco del deseo,
un recíproco estrépito de suspiros,
o un primer avistamiento de una penumbra como ensenada
que sale al encuentro de la tormenta.
Josefina y Miguel son una piel que crece hasta guarecerlos,  
que se ensancha forjando una última espesura.
Ambos en brazos del otro se licuan en una mutua ofrenda,
son lágrimas al acecho soñando ser ríos, ríos ansiando ser mares.
Tras la lucha, son sólo bocas sedientas que olvidan,
y ambos se beben,
y ambos se rebosan,
y ambos se sudan,
y en las planicies de sus cuerpos se remansan,
si uno adquiere culebreo de torrente,
el otro retoma la placidez de litoral,
y ambos se beben,
y ambos se rebosan…
solo así la noche los multiplica.

Pero son miles los besos que se llueven,
sus labios no dan abasto a retenerlos,
lenguas ingenuas que se indagan como quien codicia el sabor de las estrellas,
son tantos los arrullos,
largos los surcos que cavan en sus cuerpos con las yemas de sus dedos,
tantos los augurios rescatados por sus miembros, 
que la mayoría se derraman y se pierden entre los pliegues de las sábanas,
o las arrugas de la almohada.

Quedan allí, en la devastación de la cama trasegada,
los olvidados restos de un placer que no tuvo cabida
entre los límites de dos cuerpos sin fronteras,
simientes encendidas como ascuas a la espera de otros amantes,
semillas de un deleite inabarcable en una nueva despedida:
tanto era el amor que de ellos brotaba,
tan mezquino el futuro que los acechó y venció.


II

Llegó el derrumbe de la razón,
el hundimiento de las trincheras, la romería del rencor.
De nada sirvieron los versos de Miguel,
quedando la casa y la cama de Josefina vacías.

Entre las sábanas empapadas de cadencias, caricias y labios gastados,
como afrenta, como desprecio, como flagelo,
dormirá una noche un soldado,
dormirá otra noche un banquero,
dormirá incluso un orondo prelado,
dormirá todo el desvarío de un país ultrajado.

            Ninguno comprenderá el vértigo,
las semillas germinadas del deleite que sus pellejos recibieron,
los versos que los cercaron,
el recuerdo perpetuo de Miguel y Josefina,
invocando al viento del pueblo,
siendo los dos un rayo que no cesa,                             
acechando sin piedad al tirano que al hombre acecha.

Dedicado a Josefina Manresa y Miguel Hernández
                                                                                                                                                   Julián María Guzmán Tapia
                                                                                      Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba) 15 de noviembre del 2013

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero que todos los viernes noche sean como este. Saludos Julian.

Anónimo dijo...

¡Digo que es un pestiño porque es un dulce que me gusta mucho.....solo por eso!