sábado, 7 de febrero de 2015

La insoportable pesadez del ser


Cuando hablamos, existen dos percepciones totalmente diferentes de nuestra voz, la que les llega a los demás y la propia. Las dos son reales, sin embargo, las dos son distintas. La nuestra se encuentra deformada por la resonancia de nuestro cuerpo y la de los demás se aproxima a como nos escuchamos en una grabación de audio.
Al mirarnos en un espejo, sólo podemos percibir una versión deformada de nosotros mismos, la que ven los demás es la opuesta , razón por la cual a veces no nos reconocemos en una fotografía. Las dos son reales, sin embargo, las dos son distintas.
Existen dos versiones cuando reflexionamos quienes somos (aquí entramos en el campo filosófico-especulativo), la nuestra y la de los demás. Al igual que la voz y la imagen, la primera persona del singular es víctima de las limitaciones de la percepción humana.
Todo esto hay que multiplicarlo por los habitantes de la tierra, dividirlo por el coeficiente de inteligencia de cada individuo, hacer la raíz cuadrada del grado de abstracción de cada persona, restarle el nivel de indiferencia y elevarlo a la enésima potencia. El resultado lo volvemos a dividir por cero. El resultado de la ecuación es la indeterminación.
No me echen mucha cuenta pero creo que sólo dos personas se libran de todo lo anterior : El actor y el poeta. El primero por ser capaz de hacernos creer que es el personaje que interpreta y el segundo, por intentar hacernos sentir que sus miedos, sus amores, sus esperanzas, su dolor son los nuestros... Ahora me pregunto como se tiene que sentir un náufrago en una isla desierta...pero esa es otra historia... 

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