Cuando
hablamos, existen dos percepciones totalmente diferentes de nuestra
voz, la que les llega a los demás y la propia. Las dos son reales,
sin embargo, las dos son distintas. La nuestra se encuentra deformada
por la resonancia de nuestro cuerpo y la de los demás se aproxima a
como nos escuchamos en una grabación de audio.
Al
mirarnos en un espejo, sólo podemos percibir una versión deformada
de nosotros mismos, la que ven los demás es la opuesta , razón por
la cual a veces no nos reconocemos en una fotografía. Las dos son
reales, sin embargo, las dos son distintas.
Existen
dos versiones cuando reflexionamos quienes somos (aquí entramos en
el campo filosófico-especulativo), la nuestra y la de los demás. Al
igual que la voz y la imagen, la primera persona del singular es
víctima de las limitaciones de la percepción humana.
Todo
esto hay que multiplicarlo por los habitantes de la tierra, dividirlo
por el coeficiente de inteligencia de cada individuo, hacer la raíz
cuadrada del grado de abstracción de cada persona, restarle el nivel
de indiferencia y elevarlo a la enésima potencia. El resultado lo
volvemos a dividir por cero. El resultado de la ecuación es la
indeterminación.
No
me echen mucha cuenta pero creo que sólo dos personas se libran de
todo lo anterior : El actor y el poeta. El primero por ser capaz de
hacernos creer que es el personaje que interpreta y el segundo, por
intentar hacernos sentir que sus miedos, sus amores, sus esperanzas,
su dolor son los nuestros... Ahora
me pregunto como se tiene que sentir un náufrago en una isla
desierta...pero esa es otra historia...
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