viernes, 30 de abril de 2010

GÉNESIS (3ª parte)

Estuve así durante un par de semanas. Amplié mi círculo de pesquisas. Fui a otros bares, donde no tenía tan untados a los camareros y clientes, pregunté a soplones y chivatos callejeros. Hablé también con las prostitutas, chulos y chaperos. Y de todos ellos me llegaba la misma respuesta ambigua. Todos creían reconocer a la mujer de la foto aunque nadie lograba darme datos concretos sobre ella. Un trabajo que en principio creí sencillo estaba empezando a torcerse poco a poco. Mi paciencia se agotaba al mismo ritmo que flaqueaba el grosor del fajo de billetes dentro del sobre. Todas las noches acababa doblado sobre la barra del mismo bar, tomándome un par de cubatas y recapacitando sobre qué cojones estaba haciendo mal. Nunca había tardado tanto en encontrar a alguien. Seguía el procedimiento habitual; la verdad es que no había otro procedimiento. Si nadie de los que había interrogado hasta ahora, había visto a esa rubia, empezaba a dudar de que realmente ella viviese en esta ciudad. No son gente que suela equivocarse ni olviden fácilmente una cara. Aunque por otro lado, el viejo, parecía bastante seguro de lo contrario, incluso se había permitido acotar la zona y los barrios en los que debía buscar. Pensándolo bien esto podría tratarse de una broma, aunque una broma bastante extraña, además de resultar un poco cara. Nadie paga tanto simplemente por reírse de mí. De hecho, resulta bastante fácil hacerlo gratis.

- ¿Cómo lo llevas Adam? ¿Te pongo otra?

- No muy bien. Hoy ya está todo el pescado vendido, será mejor que me vaya para casa.

- A esta estabas invitado…

- Hombre entonces sí me tomaré otro. No sueles tener muchos detalles con la parroquia. Ya iba siendo hora de que …

- Eh, eh, no he sido yo quién te paga el bebercio, es aquel hombre de allí.

Y me señaló una de las mesas del local, en uno de los rincones más apartados. Allí estaba el viejo, vistiendo la misma gabardina blanca, solo, con el gesto serio. Esperé a que me sirvieran y me dirigí hasta allí, con la copa en la mano. Medité que podría decirle, cómo ocultar mi absoluta falta de noticias sobre la mujer y me pregunté si me soltaría otro montón de pasta.

- Buenas noches, jefe, ¿cómo usted por aquí?

- Ya le dije que no tardaría en ponerme en contacto con usted. ¿Cómo lo llevas, Adam?

Era la segunda vez que me preguntaban eso en pocos minutos y la respuesta seguía siendo la misma, aunque ahora debía tener algo más de tacto.

- Voy haciendo progresos, estas cosas requieren su tiempo. La ciudad es grande y la mujer que busca…

- Me decepciona usted, señor Adam, creí que era bastante bueno en esto de dar con la gente. No tiene nada ¿verdad?

- Por ahora no, pero tengo a bastantes amigos pendientes de su rubia. En cuanto asome la cabeza saltaré sobre ella.

- Creo que no hará falta esperar mucho más...

sábado, 24 de abril de 2010

ETERNA DESPEDIDA *

Hace tiempo que pienso en pensar menos en vos,

siempre hay algún gesto que vuelve a llamar al dolor.

Noches largas tirado viendo televisión,

mientras a lo lejos se oyen gritos de felicidad.



La vida puede ser mejor, eso al menos creía yo hace un tiempo.



No te olvides que me olvido de olvidar cuánto te supe querer,

igual cuando vuelvas tendré a mi lado a otra mujer.

Depresivas tardes grises de domingo en la ciudad,

largas caminatas que no conducen a ningún lugar.

El mundo está por explotar, hay una fiesta universal, larga despedida.

Vamos a celebrar

que el futuro existe, la vida no es tan triste,

sin su amor, igual qué más da,

es en vano volver a llorar.



El calor derritió al asfalto que ahora es

un mar embravecido en el que peatones se ahogan de pie.

El desierto está más cerca de lo que solía pensar,

bajo a la calle un rato, la soledad escupe mi piel



El mundo está por explotar, hay una fiesta universal, eterna despedida.

Vamos a celebrar...




* letra de FALSOS PROFETAS

martes, 20 de abril de 2010

GÉNESIS (2ª parte)

Comencé con el procedimiento habitual. Mucha gente me debe muchos favores y era hora de empezar a cobrarme algunos. Pregunté en recepciones de hoteles, en barras de bar, y mostradores de sex shop, incluso me dejé caer por alguna que otra comisaría de los barrios del extrarradio, por si la rubia que buscaba no era trigo tan limpio como me había comentado el abuelo. Un tipo extraño, ese viejo. Alto, enjuto, con una gran barba blanca y vistiendo un largo abrigo de color claro. Pese a lo avanzado de su edad, sus gestos fueron en todo momento rápidos y precisos. No mostró en ninguno de ellos síntomas de algún achaque físico. Al hablar movía las manos casi con gesto beatífico, y sus frases arrastraban un deje como de sentencia, o como de arenga que no admite reproche. Joder, ahora que lo pienso, quizás fuese un cura, o alguien relacionado con las altas estancias religiosas. Quizás por eso había recurrido a mí. Querría actuar con discreción, sin que a él se le relacionase en algún momento con la mujer que buscaba. No era muy habitual encontrarse a un obispo, o cardenal, vete a saber, picoteando por los tugurios menos recomendables de los peores barrios de la ciudad. Noté el grueso fajo de billetes que guardaba en uno de los bolsillos de mi pantalón, y me dije a mí mismo que quizás no debería especular tanto sobre la identidad de ese anciano. Quizás fuese mejor saber lo menos posible sobre él. Pagaba bien y con eso me bastaba. Pero, y ella ¿quién era ella? Llevaba también la foto en el sobre junto al dinero. La sacaba una y otra vez para contemplarla. Su gesto siempre me resultaba frío y distante. La mirada perdida hacía el infinito, su pelo rubio cayendo lacio, bordeando unas mejillas de piel extremadamente blanca. Y unos ojos verdes, que pese a su inexpresividad, a su ausencia de vida, por un momento parecían desprender cierto brillo atrayente, hipnótico, casi evocador. Un brillo, que al estudiarlo más detenidamente, creí haber visto antes. A todos los que preguntaba, parecía despertarles las mismas sensaciones. En todos los sitios en los que había indagado había recibido respuestas muy parecidas.

- Adam, rubias como esta conozco cientos en esta ciudad. Pero no creo que alguna de ellas sea la chica que estás buscando.

Algunos, al igual que yo, habían notado cierto culatazo del recuerdo al fijarse en sus ojos verdes: sin duda lo más seductor de la fotografía. Pero acababan torciendo el gesto y devolviéndome la estampita sin darme ninguna información clara.

- Lo siento, Adam, estoy casi seguro de haber visto esos ojos en algún sitio, pero ahora mismo no recuerdo dónde. Cuando sepa algo te aviso, ¿de acuerdo?

- Tranquilo, no hay prisa, tómate tu tiempo. No quiero reventar todavía la gallina de los huevos de oro. Quien busca a esta mujer está dispuesto a pagar mucho dinero y pienso exprimirlo un poco.

- Estás hecho todo un profesional, cabronazo.

- Ya sabes, en mi oficio, rebuscando en la basura, muy pocas veces encuentras un tesoro.


Fin de la segunda parte.

viernes, 16 de abril de 2010

PLANETA DANZA

Desde que yo recuerdo, siempre ha sido frenético este mundo en el que vivo. Todo en él es continuo movimiento. Desde muy pequeños se nos enseña a renunciar a la quietud y se transforma nuestra vidas en un delirante ir y venir. Con el tiempo, nos acostumbramos a ese movimiento incesante, se forjan nuestros músculos, nos apoderamos de una cadencia y la vamos adornando con pasos floridos, requiebros y algún que otro giro aéreo. Nos deshacemos de nuestro diario caminar para convertirlo en una danza. Se instala en nuestra conciencia un ritmo constante del que pronto es imposible huir: talón, punta, talón, punta, giro, vuelta y a repetir este compás hasta el infinito. Pronto se aprende también a coordinar nuestro baile con el del resto de las personas con las que nos vamos cruzando. Se van improvisando con unos y otros, giros, minués, corrillos, melés, bailes agarrados, aunque siempre sin desviarnos de nuestro destino final. Vamos al banco, a una frutería, a la universidad, y allí nos espera la cajera, el frutero, o cualquier profesor, todos realizando sus tareas sin dejar de taconear, de ejecutar gráciles saltos mientras nos traen un reembolso, nos llenan una bolsa con manzanas o garabatean una pizarra. El mundo entero es una fluida verbena. Una orgía de zapateados y golpes de caderas, de manos alzadas y pies que se elevan raudos. Hemos aprendido a movernos de esta manera tan grácil y artística casi de un modo innato, al principio simplemente dejándonos llevar por la danzante marea humana, que te atrapa y envuelve nada más salir a la calle. Aprendes compases y ritmos primordialmente para evitar chocar con quién tienes más cerca. Te sientes mal si en tu torpeza haces tropezar a alguien o pisas un pie sin querer. Polkas, jotas, danzas del vientre, cabriolas de batusi, zozobra de pies y latigazos de brazos, cimbreo de caderas, temblor de vientres, repiqueteo de talones: los hombres y mujeres son desde hace siglos, en este planeta, puro contoneo. No saben desplazarse, convivir, existir, si no es agitando constantemente todas las extremidades de su cuerpo. Pero he de advertir que en este baile infinito y global, hay alguna que otra grieta, un incómodo escollo de vulgar e irresponsable tendencia a la inmovilidad. Parece increíble, pero en esta sociedad entregada religiosamente al contoneo continuo, hay también algunos inadaptados. Cuerpos torpes a los que no se les da muy bien cabriolear. Estos seres reacios al eterno jolgorio corporal, a los que la medicina moderna (capaz de operar a corazón abierto al ritmo de siete octavas) ha acertado en llamarlos filósofos, acaban siendo recluidos en unos ghettos que se llaman a su vez, teatros. Allí no se sabe muy bien cómo sobreviven, ni qué es lo que hacen. Si alguna vez, por casualidad pasas cerca de alguno de esos asilos y en uno de tus saltos o giros logras asomarte a una ventana, podrás verlos hacer cosas extrañas: hay quién dice que unos son capaces de pasarse horas enteras, ¡horas!, sentados en un sillón, mirando quietos un televisor, mientras otros, los más extravagantes, se entretienen simulando ser árboles, farolas, o piedras…

jueves, 15 de abril de 2010

EURIA ESAN ETA ERORTZEA

Siempre me ha gustado recibir cartas. Aunque sería mejor decir que siempre he creído que me gustaría recibir cartas. Porque nunca he recibido ninguna. Todos los días, antes de salir a la calle siempre hurgaba en el buzón en busca de alguna misiva, pero siempre me encontraba los mismos papeles: publicidad, facturas y más publicidad. De modo que un día decidí escribir yo una carta y enviármela a mí mismo. Y así lo hice, rellené algunos folios narrándome varias anécdotas y contándome quién era yo, aunque claro está, todo eso yo ya lo sabía. Rematé la carta con un par de abrazos, buenos deseos y otro par de besos de papel. Cerré el sobre y le estampé un hermoso y radiante sello. Escribí mi nombre y dirección en la parte delantera y repetí esos mismos datos en la parte posterior, a modo de remite. Salí a la calle contento, con el sobre en la mano, blandiéndolo como si fuese un tesoro maravilloso. Lo eché en el primer buzón que encontré. Y esperé durante unos días, ansioso por encontrar esa hermosa sorpresa en mi buzón. Repetía mi ancestral ritual de explorar el buzón todas las mañanas, con una sonrisa pícara sabiendo que uno de estos días si me encontraría por fin una carta dirigida a mí. Pero los días pasaron, y el buzón seguía recibiéndome con la misma porquería publicitaria. La carta nunca me fue enviada. En realidad, la carta me fue devuelta. Un buen día, pasados ya unos meses y olvidada ya su espera, el sobre apareció en el buzón. Y en una de las esquinas llevaba impresa una inscripción: “Destinatario desconocido. Imposible entregar carta”. Abrí el sobre extrañado, buscando dentro alguna otra anotación que me desvelase este misterio. Pero no, en el sobre no había nada. El sobre estaba vacío.
La felicidad es decir lluvia y que llueva...

martes, 13 de abril de 2010

GÉNESIS (1ª parte)

-  No se confíe. No es una mujer cualquiera. – larga de sopetón mientras me enseña una foto.

- Tranquilo, no le defraudaré. Llevo haciendo esto demasiado tiempo y nunca he dejado un asunto sin resolver.

- Eso espero, le repito que no estamos hablando de una mujer normal. Casi puedo asegurar que yo llevo buscándola una eternidad, y nunca he podido dar ella. Recibo soplos sobre dónde puede estar pero al llegar a esos sitios, ella parece haberse esfumado.

- ¿Y por qué piensa que yo puedo tener más éxito que usted?

- De usted no creo que se acuerde.

- Para recordarme primero debería haberme conocido ¿no?

- Nunca podemos estar seguro de a quiénes conocemos y a quiénes no.

- ¿Y no podría al menos decirme por qué la busca con tanto interés? ¿Qué es eso tan importante que ella le robó y que quiere recuperar con tanto ahínco?

- Ya le he dicho a quién tiene que buscar. También le he dejado claro que no haga muchas preguntas sobre el porqué de mi interés.

- Entiendo, pero quizás esos detalles supondrían una ayuda importante para mí, para aligerar las pesquisas.

- Limítese a hacer su trabajo y será muy bien recompensado. Tenga este pequeño adelanto y empiece lo antes posible a hacer lo que tenga que hacer.

Mientras decía esto, sacaba de un bolsillo interior de su abrigo un sobre que colocó sobre la mesa y empujó hacía mí. A primera vista parecía que estaba vacío, pensé incluso que estaba gastándome una broma, pero cuando lo abrí y escruté su contenido, pude comprobar que en su interior había un grueso fajo de billetes.

- ¿Cree qué será suficiente?

Intenté no parecer muy sorprendido, pero haciendo un cálculo rápido, en el sobre debía haber la guita equivalente a un año de curre.

- Fíuuuu. Sí, sí, creo que bastará para costear mis primeros pasos. ¿Cómo podré comunicarme con usted cuándo averigüe algo?

- Tranquilo, seré yo quién se ponga en contacto cuando lo crea oportuno. ¿Desea preguntarme alguna cosa más?

- No, me ha quedado todo muy claro. Si es verdad que vive en esta ciudad, con la foto me bastará para dar con ella.

Todo había resultado tan tópico, como sacado de una de esas antiguas películas en blanco y negro. Con mi despacho con puerta de cristal ahumado y el nombre escrito en ella: Adam Paradise, Detective Privado. La mesa desordenada, con una botella de whisky a modo de pisapapeles. La entrada repentina de ese hombre que se comportaba de manera tan enigmática. Sus reservas a la hora de darme algunos datos sobre la mujer que estaba buscando. Sólo tenía de ella, para empezar, su foto y su nombre, Eva. Una mujer hermosa, sin duda, aunque para no desentonar con el ambiente, de una belleza bastante común, con un rostro bien perfilado pero inexpresivo. Lástima que fuese una foto de carnet, y no pudiese comprobar cómo era el resto de su cuerpo, aunque casi podía adivinarlo. Aparte, el viejales me había dado algunas pistas sobre los barrios y ambientes por los que seguramente se movería. Repitió varias veces que era una mujer muy escurridiza, aunque para nada peligrosa. En fin, debía ponerme a trabajar inmediatamente. Viendo el contenido del adelanto que había en el sobre, este parecía un trabajo, que de hacerlo bien, podría reportarme sustanciales beneficios.

sábado, 10 de abril de 2010

Queridos lectores que no existen (Leandro, ya sé que existes, pero sólo me fio de mis sentidos, y tu anonimato se convierte en inexistencia a los hechos), al habla Cris.

Hace apenas dos horas, Julián y yo andábamos buscando un sitio propicio para la escritura. Cuando por fin topamos con él, vimos que no sólo habíamos encontrado el lugar, sino también el ambiente. La música acompañaba la tímida luz de las velas, y creedme si os digo que no estoy utilizando metáfora alguna. Por no sé qué alineación de los planetas, hoy ninguna luz salvo las pequeñas llamas iluminaba el rincón que frecuentamos últimamente.

Haciendo acopio de velas, sacamos unos cuantos folios y decidimos escribir dos historias. Cada uno empezaría una de ellas con una frase que el otro continuaría, y así, uno por uno, y frase por frase, crearíamos algo. Por supuesto, el bueno de Goran Zelic hubiera hecho de nuestra velada algo más especial, pero guardaremos nuestras mejores letras para cuando estemos los tres juntos.

Quizá el resultado no sea algo espectacular, pero uno también quiere a su hijo aunque sea feo, ¿no?
 
                                                           ***

Nunca he pasado hambre. Nunca he peleado en una guerra. Lo más fácil es pensar en una personalidad alejada de conflictos de toda índole. Podría creer que soy un hombre al que los libros y no la sangre han educado, y que mi alma es apátrida y libre. Pero no. Soy un cobarde. Las palabras son sólo una excusa, los libros, una huída, la verdadera lucha está en las trincheras. Pero el enemigo que me rodea es invisible. ¿Cómo puedo enfrentarme a él? El pavor ante una hoja en blanco es verdadero y más real que las visiones con un fusil en la mano. Aunque nunca he peleado en una guerra.
Los fantasmas, los sueños, las dudas y los miedos acechan desde mil frentes diferentes. Una bala, un obús, se anuncian con un silbido antes de taladrar tu cuerpo. Pero, haz el favor, Julián, échame un poco más de ese té tuyo.

                                                           ***

Entonces decidí callarme, dejando que mi olor intercediera por mí y dijera lo que yo callo. No parecía una persona tonta, seguro que le bastaría aspirar un par de veces mis vapores corporales para saber qué clase de persona era. No tendría que hacerme muchas preguntas para saber toda mi vida. Tampoco parecía listo. Eran esos ojos... No, tampoco era eso. Trascendía de los sentidos, y no los necesitaba. Bastaba un parpadeo para que yo supiera que él lo sabía. ¿Hasta dónde llegaba el mudo psicoanálisis? ¡Cierra los ojos, cabrón, y aspírame! ¡Acerca tus manos y pálpame! ¡Huelo a dinero, tengo el tacto de un puto fajo de billetes! Aspírame y deja de hurgar en lo que no te importa. ¿Qué es lo que quieres, y por qué hace que mis manos suden? Si realmente fuera un fajo de billetes, ahora me estaría destiñendo y si tuviera ya una pistola en las manos, casi seguro que se me caía. ¡Dame el trabajo, cabrón! Soy tan capaz como tú de atracar ese puto banco!

jueves, 8 de abril de 2010

Bab´Aziz




Canta al alma Battiato L´ombra della Luce con unas barbas que me recuerdan al sufí que es. En cada nota de violonchelo, siento cada grano de arena bajos mis pies… el desierto respira la paz que me lleva a esa reunión que está por llegar. La luz mengua para ceder el paso a la circunferencia dibujada en la duna. Es otoño, se levanta una brisa que me acaricia la barba a modo de una madre que canta una nana. El horizonte se une con el cielo, mis ojos con azulinos ocres. Sonrío, exhalo de mis pulmones el aire viciado de un pasado sepultado en paz.

Cierro los ojos por un instante.

MALOS TIEMPOS PARA EL REINO DE DINAMARCA

Siete plagas se abaten sobre el reino de Dinamarca. Hamlet, apesadumbrado, no sabe cómo contenerlas. Fuga de musas, crisis financieras, impotencias creativas, muerte y desolación literaria, fusilamiento de lectores, terremotos que hacen tambalearse nuestras hasta ahora imparables dotes escribanas. ¿Chicos qué nos está pasando? ¿Por qué ha cesado de repente nuestra lluvia de cuentos? Estamos dejando que este blog se convierta en un solar sobre el prestos se ciernen los buitres especuladores. Pronto este rincón será una página web de una inmobiliaria. Nuevas ideas, compañeros de letras, nuevo rapto de musas, vender nuestros cuerpos a cambio de ideas o de buenas historias en prostíbulos y demás lupanares de carretera. Necesitamos una nueva reunión de los espadachines de los versos y los requiebros. Se hace necesaria la reunión del gabinete de crisis, sea dónde sea, en Utrera, Murcia o Albacete. Lo que no llega con la inspiración, quizás lo traiga la absenta, el orujo y demás elixires de leviatán. En fin, camaradas duelistas, paladines de las metáforas, yo, Hamlet, os invoco. Que mi nombre no debe dejar de ser recordado.

miércoles, 7 de abril de 2010



Pintado por Natura el rostro tienes
de mujer, dueño y dueña de mi amor;
y de mujer el corazón sensible
mas no mudable como el femenino;
tus ojos brillan más, son más leales
y doran los objetos que contemplas;
de hombre es tu hechura, y tu dominio roba
miradas de hombres y almas de mujeres.
Primero te creó mujer Natura
y, desvariando mientras te esculpía,
de ti me separó, decepcionándome,
al agregarte lo que no me sirve.
Si es tu fin el placer de las mujeres,
mío sea tu amor, suyo tu goce.
William Shakespeare


Julianismo, lo prometido es deuda. Dime ahora si sigue quedándote alguna duda.
Se busca musa.


Razón aquí.