A Hamlet le han matado el padre. Acusado como principal sospechoso a Claudio, actual rey de Dinamarca, se establecen unos días de luto y duda oficial en todo el Estado.
Cazando imágenes, sueños, palabras con las que escribir un cuento...
miércoles, 31 de diciembre de 2008
MENSAJE DE FELICITACIÓN DESDE EL REINO DE DINAMARCA
A Hamlet le han matado el padre. Acusado como principal sospechoso a Claudio, actual rey de Dinamarca, se establecen unos días de luto y duda oficial en todo el Estado.
lunes, 22 de diciembre de 2008
Declaración de intenciones
domingo, 21 de diciembre de 2008
NO MATARÁS
Desde hace varios años, el único contacto entre el taxista y su mujer son esos bocadillos que él, sin embargo, arroja por la ventana para que se los coma el perro. No ama a su mujer, y lo que es peor, no recuerda cuando dejó de amarla, aunque cree que tiene motivos para haber dejado sucumbir ese sentimiento. El taxista y su mujer hace mucho tiempo que no hacen el amor, ni siquiera recuerda cuándo fue la última vez que se dieron un beso. Casi todas las mañanas, el taxista sale de su casa sin haberse despedido de ella, sin haber cruzado al menos alguna palabra. Se prepara el té y se lo toma despacio, se viste, recoge el bocadillo de alguna repisa y abandona la casa cargando algunos cubos de agua y con un par de trapos reposando sobre su hombro. Unos de estos días, el taxista no encuentra al perro esperando en la esquina del parque, no adivina por ningún lado la figura erguida del animal. Aparca el coche junto a la acera, en el mismo lugar de siempre. Toca nervioso el claxon pero el perro sigue sin aparecer. Sale por fin del coche, mira a su alrededor y descubre un bulto tirado sobre la hierba, no muy lejos de donde él está. Adivina inmediatamente que es un perro, el mismo que todas las mañanas le espera hambriento en la esquina del parque. Está tumbado sobre uno de sus costados, con los ojos desencajados, la boca abierta, y la lengua fuera, como un latigazo petrificado. El taxista intuye desde hace varios años que su mujer quiere matarlo. No al perro, sino a él. Cree que pretende envenenarlo impregnando sus bocadillos con pequeñas dosis de veneno. La mujer ignora que todos los bocadillos que ella le prepara acaba comiéndoselos el perro. En ese momento en que está agachado, sosteniendo la cabeza flácida del pobre animal, que confirma su hipótesis, el taxista desea que toda la ciudad de Varsovia, que tan rauda acude todas las mañanas a recibirlo con sus calles llenas de pena, sea sólo una pesadilla, incluso un sueño…Lo desea con tanta fuerza, que el taxista, por primera vez en su vida, comienza a llorar.
sábado, 20 de diciembre de 2008
EXPOSICIÓN DE JULIO ROMERO DE TORRES
el destello de tus pupilas
es como un faro
o mejor como un puente,
como una viga
entre esos cuerpos de óleo y lienzo
que contemplas
y tu cuerpo más oportuno,
más certero,
ese que yo quisiera amasar
con caricias de tregua y
cordiales quebrantos.
Te observo clavada frente a ese marco,
ventanal a una Córdoba
tan lejana y tan ajada,
tantas veces perdida,
mitad decente
mitad sultana
mitad rancia
mitad gitana
dos veces saeta
tres veces cristiana pena
cuatro veces Córdoba...
Te prefiero a ti,
sin embargo,
porque a esa Córdoba
de avalorios y arena
de celos y lamentos,
ya la han pintado:
Una Córdoba pobre
pero zalamera.
Te prefiero a ti
que permaneces
que te quedas
sencilla frente al cuadro,
tan cercana tu espalda
al abrazo de mi pena,
tan próximo tu pelo rubio
a un arrumaco de sombra,
tan sumisos tus oídos
a mi promesa de espera:
“Quisiera yo hacer,
con tu cuerpo como tela
idénticos quiebros
a los de María Callas
con su garganta,
con mi pincel de besos,
similares colores
a los de Van Gogh
con sus girasoles...”
Dedicado a una mujer cordobesa
miércoles, 17 de diciembre de 2008
TERCER RENACIMIENTO
martes, 16 de diciembre de 2008
Benevolencija Express X (y dijo el rabino Shlomo... el final está escrito...)
shalom...
...Adiós
*¡ Cuidado, francotirador ¡
Welcome to the Paradise VI (y dijo Espinete...no puedo màs, aquí me quedo...)
Muerto de frío, cansado y soñoliento, escribió su última crónica desde la tierra prometida con menos del 10% de batería de su ordenador portátil... finalizaba así : “ Tras una vida entera dedicada a narrar las miserias de esta minúscula parte del planeta, he llegado a la conclusión de que el ser humano es profundamente ... GILIPOLLAS”
Así escrito un 16 de Diciembre de ... pónganle fecha ustedes mismos.
shalom
Sarajevo. Día 5 (y dijo Shakespeare... “A buen fin, no hay mal principio”...y se equivocó... )
El Café estaba abarrotado. El trasiego de cafés y copas de espirituosos se nublaba con una niebla de humo procedente de todos y cada de los presentes, padecían el mismo síndrome que
Ljiljana... Al fondo, un televisor encendido mostraba la llamativa carta de ajuste de la Radio Televisión de Yugoslavia. De repente la imagen cambió. Un joven se subió en una silla para darle volumen... El himno nacional estaba sonando. Imágenes de monumentos a los caídos en la guerra y de Tito dio paso a un presentador uniformado.
(el militar con mirada pétrea, gira la cabeza a la derecha y asiente, vuelve a clavar los ojos en la cámara y comienza la leer un papel que sostiene delante de él)
-“ Ciudadanos de la República Socialista Federativa de Yugoslavia : Debido a los últimos acontecimientos de insurrección secesionista de elementos armados... etc... estado de excepción en Bosnia Herzegovina ....etc ... toque de queda desde las 8 de la tarde a las 6 de la mañana... etc...Se advierte a todos los ciudadanos que el incumplimiento de la misma será...etc... Desde este momento la administración civil queda bajo jurisdicción militar federal...etc... “
Terminada la lectura volvió a mirar fijamente a cámara y dio un golpe seco para cuadrar los tres folios de comunicado. Giró la cabeza de nuevo a la derecha y asintió. El Café quedó mudo y meditando... la lluvia cesó... y la primavera también. La ciudad de Sarajevo soportaría desde ese momento un invierno de más de tres años...
shalom
lunes, 15 de diciembre de 2008
Sarajevo. Día 4
Benevolencija Express IX
Siempre recordaré mi adolescencia entre carreras por cruzar las avenidas en busca de algo para comer, con el sabor de la sangre en la boca cada vez que esquivaba la bala de un francotirador... pero un día, la dignidad vino en forma de nube de vapor y se llamó... La Benevolencija Express...
viernes, 12 de diciembre de 2008
Welcome to the Paradise V
Sarajevo. Día 3
Ljiljana ha venido. Estaba algo nerviosa y fumaba mucho. Me ha traído la compra semanal pero ha olvidado los libros que le encargué, llamaré al señor Gentilomo por si me los puede acercar. Está preocupada por las noticias que corren por ahí de enfrentamientos armados entre vecinos de las montañas...pero la radio no dice nada de eso y la televisión ahora emite sólo su anagrama... Ljiljana siempre fue un poco fantasiosa... Me quedan menos de un mes para examinarme y quién sabe, en verano puedo estar con la toga y el martillo asistiendo a mi primer juicio. El oftalmólogo no sabe que decir, nada nuevo, los ochos precedentes tampoco... sería irónico quedarme ciego ahora que voy a ser juez... o no... Mañana, cita con Joseph Papo.
Benevolencija Express VIII
jueves, 11 de diciembre de 2008
Planes de Exterminio
Treinta y cinco años en el mismo lugar de trabajo, sentado en la misma silla, con las mismas vistas a las chimeneas de la ciudad, que, desde hacía más de treinta y cinco años, llevaban esputando incansablemente su humo. En su juventud, aquella visión se le antojaba como síntoma de industria y progreso, ahora, parecían escupirle.
Las mismas caras, pero cada vez más arrugadas y marchitas sus sonrisas, los mismos buenos días automáticos y los mismos papeles amarillentos que cada mañana durante treinta y cinco años le esperaban en su mesa.
La estación comenzaba a llenarse de gente. El señor X reparó en un cartel publicitario que tenía enfrente. Una pareja de jóvenes sonreían, bajo algún eslógan absurdo y poco creíble. Sus sonrisas eran extremadamente grandes y deslumbrantes. En relación inversa a la sensación de afabilidad que el anuncio quería transmitir, se encontraba el grado de veracidad de éste. ¿Por qué él no podía ser feliz también?
La marabunta humana que ahora esperaba el metro, hacía que el señor X comenzara a sentirse incómodo. El periódico era el primero en sufrir su nerviosismo: era enrollado y desenrollado una y otra vez; el sudor de sus manos corría la tinta y distorsionaba las letras a su acomodo. Los titulares pasaban a ser una leve reseña emborronada e ilegible de lo que había pasado el día anterior.
El punto álgido de su ansiedad llegaría en el momento en que el tren llegara y abriera sus puertas, entonces el enjambre irrumpía, sin piedad ni miramientos hacia el resto. Pasada la situación crítica, podría respirar hondo y dirigirse, inexorablemente, a su trabajo.
Ese día, el señor X no tendría que pasar por el martirio continuo que, durante treinta y cinco años, y todos los días, había sufrido.
Perfectamente inmersos en el trasiego de las siete treinta y cinco, dos hombres vestidos con un mono gris, bajaban las escaleras que conducían a la parada donde el señor X miraba su reloj por cuarta vez esa mañana.
El tren ya silbaba a lo lejos.
Un panfleto rasgado bajo sus pies llamó la atención del señor X, que se agachó para poder leerlo:
"... Los planes de exterminio han sido creados siguiendo el noble propósito de mantener una sociedad feliz, íntegra, pragmática y..."
Fue lo único que pudo leer antes de ser arrollado por el tren, debido a un empujón que lo arrojó a las vias, justo en el momento en que la máquina pasaba delante de aquellos jóvenes del anuncio, que aún seguían sonriéndole.
Dos hombres vestidos con un mono gris, subían las escaleras, dirigiéndose al exterior.
Welcome to the paradise IV
Sarajevo. Día 2
Benevolencija Express VII
miércoles, 10 de diciembre de 2008
Welcome to the paradise III
Sarajevo. Día 1
-(prosigue) Hoy tendremos un excelente reportaje sobre los preparativos finales de la exposición universal de Sevilla- España, tierra de sol y toreros (hace un gesto imitando a un toro... sonriendo)
- Tras la sección de Goran, una entrevista con el prestigioso profesor Ibrahim Malic que nos deleitará hablando sobre su última novela “Hojas sobre el Neretva” y sobretodo, no pueden perderse otro capítulo de la telenovela que hace furor en medio mundo “Corazón salvaje”. (el presentador queda por un instante desconcertado, mira por encima de la cámara buscando la procedencia de gritos y detonaciones...vuelve a cámara instintivamente y dice con el rostro pálido...)
-Volvemos tras una pausa...
Dicha la última frase, la pantalla quedó negra...Yugoslavia acababa de morir...
Benevolencija Express VI
Benevolencija Express V
Welcome to the paradise II
miércoles, 3 de diciembre de 2008
El Barbero de Bagdad (3ª parte)
-¿Qué buscas en un lugar como éste?- me preguntó sin moverse de la roca donde estaba sentado.
-¡Salir! no sé cómo he llegado hasta aquí.- le respondí con desesperación.
-Lo que buscas no esta en el cielo sino en la tierra...mira adelante...allí encontraras respuestas a tus plegarias...del cielo sólo nos llega la lluvia o la sequía, nada más...del desierto sólo se sale caminando.
Me desperté de un salto, tenía que contárselo a Joseph. A la mañana siguiente Joseph no apareció por la barbería, supuse que estaría con los caras pálidas repartiendo sacos de harina pero esta vez, fueron los barbas espesas quienes decidieron repartir algo menos nutritivo para el cuerpo.
Fue el hijo de Rachid, el farmacéutico, quién trajo la noticia a la tetería. Habían hecho saltar el mercado a primera hora de la mañana, cerca de la mezquita de Al-Kuthrera, demasiados muertos
para el paraíso y algunos heridos más para los abarrotados hospitales. El silencio cubrió todo el local junto al humo de los narguilas...la desgracia sólo inmuniza a quienes no sufren los estragos del dolor...
Tardé una semana antes de saber donde estaba Joseph y tres poder
visitarlo, difícil misión entrar en un hospital de occidentales
si eres iraquí. Estaba tan blanco que su barba negra lo palidecía aún más. Con la mirada perdida, decía entre sonrisas forzadas, que tendría que venirse a vivir a mi barbería una larga temporada para afeitarle la voluminosa barba; no quería que lo confundieran con mis clientes de la trastienda...aquella tarde sólo me quedaron collares yemeníes para vender a los barbudos...
Pasaron los meses y llegó el otoño, nada cambió salvo la estación. Mis noches con las estrellas se fueron acompañando paulatinamente
con otro cielo de antenas parabólicas. Empezamos a ver ese mundo que tan sólo conocíamos por los libros del mercado y entendí, que la imaginación de la palabra escrita supera a veces a la imagen… El furor por los canales de noticias dio paso a telenovelas, fútbol y sobretodo películas...Mientras tanto aquella evasión lúdica fue dando forma, sin saber como, a todas y cada una de las cabezas que observaban aquel rectángulo, mostrando una Vida muy distinta a la nuestra.
En la abstracción particular de la Felicidad, imágenes distintas fueron llenando esa parte de la mente que aún se resistía a abandonarse a la desesperación. . .Para Ibrahim fue el anuncio de un suavizante para la ropa, Fuad los bulevares de Paris de una película y para mi, hombre corriendo delante de toros o toros corriendo delante de hombres...Pero la que precipitó los acontecimientos, la del nieto de Rachid, un pueblo entero tocando tambores en plena calle...
La puertas del cielo seguían brillando noche tras noche, las del infierno se abrían de par en par cada día con la precisión que da la estupidez humana…
martes, 2 de diciembre de 2008
Benevolencija Express IV
Abrió los ojos. Una nube de polvo y vapor lo inundaba todo. De entre aquella tiniebla
surgió una figura estrafalaria con la cara ennegrecida, pañuelo al cuello y gafas en la frente intentando encender un habano sin éxito. Tiró la caja de cerillas con resignación y vio a un chico que lo miraba boquiabierto pero cuyas manos se afanaban en buscar las asas de unas garrafas tendidas en el suelo. Con naturalidad le preguntó:
- Chaval ¡ ¿tienes fuego? – Sin cambiar de expresión, negó con la cabeza lentamente.
- ¿Al menos sabrás donde estamos?- dijo
Con la sinceridad que da el miedo absoluto le respondió:
-En el infierno, señor ¡
Tras guiñarle el ojo al chico, se giró hacia la nube y gritó : “ Sarajevo¡ Final de Trayecto¡.
La Benevolencija Express III
En el centro de aquella desolación mobiliaria, un hombre sentado al revés, con la cabeza apoyada en el respaldo de una desvencijada silla, miraba a la nada. No tendría más de cuarenta años pero su cabeza estaba completamente blanca. Al fondo, una de las dos gigantescas puertas se entreabrió con esfuerzo. Surgió una pequeña sombra que llegó lentamente hacia el ausente. Era un pequeño que tocó el hombro para llamarle la atención, con la otra mano, le puso un papel arrugado delante de los ojos. Aquella receta hizo que dos lágrimas recorrieran las mejillas de aquella estatua humana. Cerró los ojos y se incorporó. Tomó la mano del chiquillo y lentamente salieron camino hacía la entrada.
Abrió el portón y vio un océano de miradas desesperadas clavadas en él. Aún de la mano del niño, respiró profundamente con los ojos cerrados, inclinó su cabeza al cielo… y abrió los ojos…al fondo, tímidamente la multitud empezó a corear “Beneveloncija, Benevolencija ,Benevolencija”
Welcome to the Paradise I
La Benevolencija Express II
-Dice el bibliotecario ( Goran Zelic) : “Vosotros os escandalizáis de mi propuesta?... es demasiado tarde para eso... cuando vuestro nuevos líderes salieron con megáfonos a la calle con argumentos estúpidos, nadie de los presentes les replicó, cuando empezó la locura nadie se acordó de estos grandes autores, donde estaba vuestro conocimiento de los libros sagrados para consentir el odio y la muerte...Quién se acordó de Camus, cuando el ángel de la peste os contaminó. Ahora por cada libro que se queme en esa caldera, una vida será salvada, no con palabras ahogadas con tinta sino con el sentido humano de quienes las escribieron.
Si con la lectura de ellos no pudisteis oponeros a esta barbarie dejad que ellos lo hagan por vosotros. Silencio... todas las palabras del Mundo quedaron mudas por un instante. Goran Zelic murió una fría mañana de 1997 cuando trabajaba de barrendero en la ciudad de Sarajevo.
lunes, 1 de diciembre de 2008
EL BARBERO (2ª parte)
Joseph era un ser extravagante de aspecto entrañable...
Cuando la cosa se ponía peligrosa, allí no aparecían ni los mismos que calentaban el ambiente, ya de por si caliente con el sol del verano. El insensato paseaba por el barrio en la época de los francotiradores, suerte que lo desperté con el agua de mi limpieza semanal...desde entonces fue mi mejor cliente cuando aparecieron las maquinillas chinas de hojas intercambiables...una aberración para el noble arte del barbero. Hablaba muy poco pero escuchaba mucho y bien, creo que me entendía porque siempre se reía de mis chistes… Procedía del Mediterráneo y eso se notaba en su barba, tenia que afeitarle dos veces o bien poner a punto la navaja...prefería lo primero que me daba más tiempo para hablar...
Trabajaba para esos que vienen al barrio de vez en cuando con sacos de harina de maíz “made in usa”, con las caras blancas llena de crema para el sol y con la prisa que da no tener a un batallón de soldados mirando hacia todos los lados... Joseph era diferente, o tan idiota para no darse cuenta de donde estaba o bien no temía acabar como rehén de los barbudos.
A los barbudos los tenia controlados en mi trastienda vendiéndoles lo que me pidieran, a cambio me respetaban a la clientela. Salvo lápices y aspirinas, aún me quedaban lanzagranadas soviéticos y collares de cuentas yemeníes para una larga temporada.
Un día tuve un sueño y todo cambió... sobrevivir no era vivir... En los últimos treinta años he visto como ha cambiado mi barrio, y siempre a peor, esperando como el suicida que llegue el final del acantilado...sobrevivir no es vivir...la esperanza de tiempos mejores acabó junto a mis últimos lápices. No queda nada de nosotros salvo el recuerdo de unos tiempos miserables mejorados a golpes de más dolor... ya no escuchan risas, incluso el tonto del barrio ha dejado de hacer bufonadas...
…La torre cayó. De repente como en Babel, dejamos de hablar el mismo idioma. Vecinos, hermanos de miseria empezaron a reivindicar algo que ni siquiera ellos sabían que era.
Los barbudos querían vivir con los barbudos, los bajos con sus semejantes enanos, los idiotas con los idiotas . . .y así como si de un juego infantil se tratara, la gente dejó de hablarse...y empezaron a quemar libros... ya se sabe que viene detrás.
¿Qué ha dejado de pasar para que no pase nada? El ciclo de la vida se ha invertido, se nace muerto, se muere para vivir, los hijos sustentan a madres viudas, se enviuda antes de casarse. Los adultos juegan, los niños tiran de carros con miradas tristes sin tener a un poeta que los quiera...
Cada noche subo a mirar las estrellas, me quedo tumbado pensando...después creo haber encontrado una solución para el día que se avecina... la llave que nos abrirá las puertas del cielo en la tierra... cada mañana descubro que han cambiado la cerradura... nada es igual al día anterior pero nada ha cambiado... y los niños siguen tirando de carros... y las mujeres siguen viudas... y los poetas venden verduras en el mercado…
La suerte guió los pasos de Joseph a nuestro barrio. A pesar de ser extranjero, era con el único que podía hablar de mis noches en vela, los del barrio me abrían tomado por loco, y ya tenemos uno que lo hace muy bien para su edad; setenta cumplirá el mes que viene y aún es capaz de trepar palmeras en la época del dátil.
Dejamos de lamentarnos y entre todos reunimos el cerebro necesario para idear nuestra particular liberación y el resto, la suerte, ya no importaba.
viernes, 28 de noviembre de 2008
EL HÉROE (segunda parte)
- ¿Tú, qué haces todavía aquí? ¿Por qué no has salido corriendo?
Soy incapaz de responder, pero me sorprende el no sentir miedo alguno, por mi estómago se agita, estúpidamente, algo parecido a resignación. Esa voz potente me sobrecoge, es como un calambrazo que agarrota instantáneamente todos mis músculos. Sólo soy capaz de encoger los hombros, aunque sin atreverme a girarme y mirarle.
- Vaya, parece que estás más loco que yo.
Desde la puerta de la cafetería llegan algunos murmullos. Los primeros curiosos se atreven a asomar sus cabezas para ver qué está ocurriendo. Yo continúo sin saber qué decir, me cuesta incluso pensar. Busco minuciosamente en algún rincón de mi cabeza alguna frase que soltarle. Alguna excusa que justifique mi quietud y que no soliviante aún más al psicópata que tengo detrás de mí.
-Qué huevos más gordos tienes! ¡Vuélvete, que te vea la cara!.
Escaneo la barra buscando mi taza de café, algo en lo que refugiarme, quizás algún objeto con el que intentar defenderme. Mis músculos obedecen por fin, aunque mi mente continúa aletargada. Me giro al fin y la pistola queda entonces a la altura de mi frente.
- ¿Quién te crees que eres? ¿No serás un poli, verdad? ¿O acaso piensas que eres un héroe?.
- No soy nada de eso.
- Me da igual quién seas. De todos modos te voy a matar. Cómo a estos pobres cerdos. - Se gira levemente y señala con la pistola los cuerpos más cercanos. - ¿Tienes miedo?
He reaccionado por fin. Estoy como en un callejón sin salida en que las opciones son mínimas. Toda se hace, de repente, tremendamente lógico. Respondo cómodo.
- No, no tengo miedo.
El sonríe. Al responder he ido agachando poco a poco mi cabeza y mi voz se ha ido apagando. Esta breve charla se parece a una partida de póker, yo no tengo cartas, pero lo que he dicho tampoco ha sido un farol. Es como si jugásemos la misma partida pero en mesas distintas, el uno muy lejos del otro: aunque continúo sintiendo el calorcillo que desprende el cañón de la pistola, ahora sobre mi coronilla.
Joder tío, deberías estar acojonado. Deberías tener miedo. Debes tener miedo.
Su voz retumba en mi cabeza. Sus palabras producen un eco dentro de mí y se superponen unas a otras, provocando que me cueste entender lo que me está diciendo. Alzo el rostro y le miro directamente a los ojos. Sus ojos no parecen los ojos de un loco, no al menos a los ojos que esperaba encontrarme. A decir verdad, su mirada no debe ser muy diferente a la mirada con la que yo suelo abandonar todas las mañanas esta cafetería. Espero que comprenda lo que voy a decirle:
- Pues no, no tengo miedo. En realidad ahora mismo no siento absolutamente nada... Es como si estuviera hueco.
Vaya, parece que lo ha entendido, pero su reacción no es la que esperaba. Mi respuesta ha sido como un empujón, la conversación ha terminado. Le he enseñado mis cartas, que realmente no tenían ningún valor. No intento demostrarle nada. No sé, realmente porque he permanecido en la cafetería y no he salido corriendo como los demás. Da un paso atrás. Él parece haberse quedado sin palabras. Sólo a la pistola le queda algo por decir. ¿Cuántos disparos ha hecho? ¿Le quedarán balas?. Continúa mientras tanto el goteo de rostros que se asoman tras la puerta, para intentar ver qué está ocurriendo dentro de la cafetería.
No, tú estás loco. Estás zumbao, estás peor que yo. Tío, estás loco...
Entonces tuerce su muñeca, dobla su codo y dirige el arma hacia su boca. Yo cierro los ojos. Él dispara. Noto un chorro de sangre caliente manchando mi cara, el ruido de su cuerpo enorme al caer hace retumbar el suelo. Parece que sus cartas tampoco tenían valor...
Y entonces vuelve el frenesí, el caos de personas entrando en tropel a la cafetería. Algunas me rodean, me dan palmadas en la espada, incluso hacen el amago de abrazarme. Alguien dice: “Yo lo he visto todo. Ese hombre es un héroe”. El barullo de policías y curioso crece. Comienza un interminable parpadeo de flases, de focos que se encienden, de agentes que extienden mantas plateadas sobre los cuerpos que yacen inertes en el suelo. Noto como entre el gentío, muchos rostros se vuelven para mirarme, con gesto mitad de recelo, mitad de admiración. Me están entrevistando. No escucho bien las preguntas y mis respuestas son automáticas, sin sentido. Todos están equivocados. No estoy loco. Tampoco soy un héroe. Hace unos minutos sólo deseaba sentarme una mesa y tomarme tranquilamente un café. Hace unos minutos, simplemente no tenía siquiera ganas de vivir. Todo esta situación es realmente absurda.
Por fin logro zafarme del ajetreo. Ahora voy por la acera camino del trabajo. Llegaré muy tarde. Espero que el jefe esté viendo la televisión y se crea el motivo de mi retraso. De todos modos ese ceporro está deseando largarme del taller. Lo que haría entonces, si me quedase sin trabajo, sería volver a la cafetería. Y entonces sería yo el verdugo. Nadie se ha dado cuenta de que aprovechando el alboroto recogí la pistola del suelo y me la guardé en un bolsillo. En ese momento fue un gesto casi mecánico, pero ahora sé muy bien lo que voy a hacer con ella. Me resultará muy fácil conseguir más munición. Y espero que la próxima vez que entre en la cafetería, haya una mesa libre...
Julián María Guzmán Tapia
Granada, 1996.
El Barbero de Bagdad ( 1ª Parte )
Said era un ser entrañable de aspecto extravagante...
Paseaba por el barrio Ibn Khaliffa cuando aún se podía y zas!, un torrente de agua impactó en plena calle sin el acostumbrado preaviso sonoro. En medio de la confusión, un hombre con cara de berenjena pocha aún sostenía el cubo del delito en posición horizontal; un coro de chiquillos reían compulsivamente señalando a un occidental con aspecto de galgo recién salido del Tigris...todo un baño de multitudes...De esa manera tan cómica conocí a Said, el barbero con peor puntería de toda Bagdad.
De barba rala, calvo y un sospechoso temblor de manos, perpetraba su oficio ancestral sin apenas incidentes, salvo cuando se empeñaba en realizarte su famoso “corte de pelo”. Oficio heredado de su abuelo, aprendió “el corte de pelo” ya desde su más dura infancia entre ovejas y familiares. Sus actuales víctimas-clientes podían ser reconocidas con “orgullo” en cualquier parte del país... parecían haber salido de la misma fabrica de cacerolas.
Para quienes piensen que el afeitado a cinco hojas, con vibración en el mango de la maquinilla es lo último, para las 3/4 partes del planeta lo más parecido a eso es un barbero como Said. Ejerce en un cuchitril cuya higiene esta empadronada en una calle de Oslo y su sonrisa nos muestra que el fluor no ha llegado a su vida.
El barrio de Said era un canto al reciclaje, el Guggenheim de Babilonia, jalonado por chapas de casi todas las compañías petroleras, muros sin enlucir y siempre al fondo, un descampado con niños jugando al bíblico juego del fútbol-lata.
Nuestro Fígaro era más conocido por su trastienda que por su arte barberil. Suministraba analgésicos y lápices en el último embargo, artículos estos, vetados por Naciones Unidas en un intento de inmunizar a la población contra el dolor y de paso, evitar con el grafito de los lápices la fabricación de una bomba atómica...la de lápices que llevarán gastados los iraníes...
Si los embargos hubieran durado un poco más, la segunda lengua del país habría sido el ruso y la tercera el chino. Gracias a ellos nunca faltó en la mesa de cada iraquí un lanzagranadas que llevarse a la boca.
Para cuando se le acabaron los lápices y las aspirinas los niños habían dejado de ir a la escuela para recoger chatarra o vender baratijas a los norteamericanos y los dolores, se curaban ahora con alcohol. De repente la moda cambió, el bigote dio paso a la barba espesa sin arreglar. Eso llevó casi a la ruina a Said que al poco, vio renacer su negocio de la trastienda vendiendo artículos religiosos para los hombres de barba poblada.
Desde el día que me “bautizó” con el agua de fregar, nunca me cobraba el afeitado, a cambio, le regalaba libros de astronomía, afición que empezó cuando llegaron los malos tiempos. Algunos hombres bebían, otros se suicidaban, algunos pactaban con la nueva realidad, unos cuantos se dejaban la barba y no paraban de leer el Corán y Said, miraba las estrellas. La noche era el único momento del día que las bombas callaban, los asesinos dormían y el resto rezaba para no despertar...silencio...sólo silencio...
No era un simple acto de voyerismo celestial, miraba las estrellas para buscar soluciones al caos en el que vivía...un puro acto de filosofía práctica.
A la mañana siguiente cada afeitado era una incógnita, el argumento nunca se repetía y surgía, un relato más elaborado que el de la mañana anterior. Iba construyendo un edificio sin andamios dialécticos, no importaba...¡construir! ...¡construir!...
Para un occidental aquello era vertiginoso, llevamos siglos hablando del andamio pero nadie se ha atrevido a poner ni un solo ladrillo en nuestro edificio...si hay edificio...
Hablaba inglés como un nativo, nativo cheroki, aunque aquí en el salvaje oriente medio nos arreglábamos con tres palabras de francés, cinco en árabe y la todopoderosa imaginación el resto. Siempre coincidíamos en reírnos a la misma vez, difícil si lo que te está contando es algo triste y te ríes pensando que es un chiste, puede ofenderse y acabar sacándote la navaja por la coronilla. Tenía un telescopio de la era soviética, rústico pero de buenas lentes. Conocía todas y cada una de las constelaciones del firmamento de este hemisferio y el resto los aprendía de los libros que le suministraba. Una vez le pregunté como de la observación de las estrellas podía sacar conclusiones tan profundas sobre la condición humana, su respuesta fue clara como el petróleo -” miro al espejo cuando todo está en calma para ver mejor”—, era un filósofo en el mejor sentido de la palabra.
Una mañana al entrar en la barbería me encontré con medio barrio dentro. Con la mano aún en el picaporte, quedé indeciso a entrar. Said con un gesto me invitó a pasar. Todos tenían cara de histeria contenida y eso me asustó un poco.
A pesar de conocerlos a todos: el farmacéutico tuerto, el zapatero cojo, el ciego que regentaba la teteria. . .en fin un elenco de despojos humanos fruto de muchas guerras sin tregua, sentí inquietud. Me sentaron amablemente de un empujón en la silla de barbero y casi sin tiempo a balbucear, soltaron la noticia...
La Benevolencija Express I
jueves, 27 de noviembre de 2008
Cuento nº 5
Hacía meses que no podía dormir. Temía a la noche. Durante las horas en vela, sus sentidos se agudizaban, y le permitían ver fragmentos de una realidad paralela, como el gato erizado de mirada vidriosa, que dejaba de ser tal a la llegada de los primeros rayos de sol, para convertirse en un montón de ropa encima de la silla. Y de la misma manera, miles de ojos curiosos la observaban cada noche. Oía sus risas, sus correteos y sus susurros.
Ver como las luces de los edificios contiguos se apagaban a la vez que la luna avanzaba, la llenaba de angustia. El blanco de las sábanas le daba náuseas.
Él, que ya había caído en ese estado melifluo de antes de empezar a soñar, se recostó sobresaltado.
-Pensaba que ya te habías dormido.
-No- respondió ella, queda.- Cuéntame un cuento.
Haciendo acopio de todo el ingenio que pudo, comenzó a inventar una historia, un absurdo acontecer de sinsentidos, donde, conforme el sueño arremetía, la coherencia se perdía.
Pero, a pesar del suceder de delirios, el cuento pareció surtir efecto y ella se quedó profundamente dormida.
No corrió la misma suerte él, que no consiguió conciliar el sueño hasta bien entrado el amanecer.
Cada noche, ella exigía un cuento. A la mañana siguiente, con una gran sonrisa y gesto de superación, tiraba a la basura la pastilla que no había tenido que tomarse gracias a las historias que él le relataba. Pero la frescura con que ella se levantaba todos los días comenzó a chocar con las ojeras de él; y es que le resultaba imposible dormirse después de contarle un cuento. Se quedaba a merced de una multitud de paranoias que, como un parásito, engordaban noche tras noche, en calidad y cantidad. Los personajes que él mismo había inventado se le aparecían, lo abofeteaban por haber decidido un final trágico para ellos o conjuraban contra él en un sinfin de carcajadas sardónicas. Pero, él la amaba, ¿cómo dejar de contarle historias? No lo soportaría.
Una noche, mientras daban vueltas en su cabeza de manera obsesiva ciertas palabras ("patología psicótica", le habían diagnosticado) tuvo una idea. Era tan brillante que durante varios minutos, quedó tendido en la cama, extático.
"Tu cuerpo me cuenta mil historias. Me inspiras tanto, que las palabras me salen solas. Narraré sobre tu piel, me desviviré para que mis letras se unan a tu sangre, y te lleguen adentro. Alimentas mi pluma, porque tú eres mi tinta."
Así comenzaba el relato. Lo que lo diferenciaba de los otros era que éste estaba escrito con el corazón. Más exactamente, con la blanca piel desollada de ella y su sangre, dulce, y de fluir elegante. Un perfecto baile de contrastes. Recordaba más fácil la tarea, cuando él de pequeño, ayudaba a su abuela a quitarles la piel a los conejos. Con ella, había resultado algo más difícil, pero qué placer, qué satisfacción tener en sus manos tan bonito lienzo en blanco. Él no tendría que volver a pasar una noche en vela, sus ojos clavados en el techo, y ella, había pasado a formar parte de los cuentos que tanto la encandilaban. Había dejado la habitación hecha un asco, pero merecía la pena.
EL HÉROE (parte I) (Granada, 1996)
Otra vez, sin nadie con quien hablar, la taza parece tener un pequeño agujero en el fondo. Pronto se quedará vacía, sin que yo la haya tocado apenas, y se esfumará así mi última excusa para demorarme en mi camino al trabajo. Los primeros cigarrillos también se consumen con inusitada rapidez. Observo intranquilo el bullicio que se desarrolla a mi alrededor y no encuentro ningún saliente al que aferrarme durante otro par de minutos, entre el humo, el aroma a café y tostadas, el concierto de cucharillas y agitar de periódicos. Comadreo in creccendo, pesado y pegajoso que se forma cada mañana al juntarse en un local tan pequeño varias docenas de rumores y prisas matutinas, Ningún rostro conocido que se vuelva y me pregunte “Ey, tío, ¿cómo te va?”.
La primera hora de mi nuevo día parece desarrollarse dentro de una monotonía establecida. La taza sobre la barra, el poso de café, oscuro como un reproche, sin futuro, y yo comenzando a estirar un brazo con el que hacer palanca y abrirme un hueco entre el gentío. No avanzo mucho entre la compacta marea humana y me doy de bruces con una espalda enorme, inamovible, ajena a mis tímidos empujones. Mi primer reflejo al descubrirme atrapado en ese callejón es estirar el cuello y buscar una salida alternativa. La puerta que da a la calle está muy cerca, me siento algo ridículo, y no me atrevo a hablarle a la persona que bloquea mi camino. El bullicio es tan ensordecedor que para que ese desconocido me escuche deberé elevar demasiado mi tono de voz, y eso, en estos momentos de zozobra me produce cierta vergüenza. Opto por retroceder de nuevo a la barra y retomar el hueco que había dejado, y que milagrosamente sigue libre.
Me pido otro café, sin dejar de espiar la gigantesca espalda que se interpone entre la puerta y yo. Busco su más mínimo giro, que deje un pequeño hueco para catapultarme hacia la salida. Pero esa espalda permanece rígida. Comprendo entonces que ese hombre está también atrapado por la muchedumbre, incapaz siquiera de aprovechar su considerable envergadura para hacerse espacio. En cierto modo es una imagen ampliada de mi propio encierro. Veo que él comienza a ponerse nervioso, que agita la cabeza hacía todos los lados. De repente, con sus manazas, el enorme desconocido comienza a tantearse los bolsillos. Busca algo y pronto parece dar con él. Es un objeto recio, como una barra de acero doblada que aprieta con fuerza, y que deja escapar un pequeño guiño metálico.