miércoles, 31 de diciembre de 2008

MENSAJE DE FELICITACIÓN DESDE EL REINO DE DINAMARCA

Comunicado oficial, castillo de Elsinor:

A Hamlet le han matado el padre. Acusado como principal sospechoso a Claudio, actual rey de Dinamarca, se establecen unos días de luto y duda oficial en todo el Estado.

Por lo tanto, queda prohibida cualquier muestra de cariño, fraternidad o alegría navideña, quedando como máxima la absoluta neutralidad. Que este año de nuestro señor de dos mil nueve esclarezca todas las dudas que a la corona atañen.
Algo huele a podrido aquí.

¿Esto es lo qué nos espera para el 2009?





lunes, 22 de diciembre de 2008

Declaración de intenciones




-Qué ojos más grandes tienes.

-Son para verte mejor.

-Qué orejas más grandes tienes.

-Son para escucharte mejor.

-Qué boca más grande tienes.

-Es para mentirte mejor.






domingo, 21 de diciembre de 2008

NO MATARÁS

Como todas la mañanas el taxista, antes de empezar su jornada, limpia su coche. Varsovia crece con rapidez y desorden y muchas de las calles de los barrios marginales están todavía sin asfaltar. El barro lo invade todo y las salpicaduras en el coche son constantes. Aún así, todas las mañanas, el taxista limpia su coche con esmero. Arroja varios cubos sobre la carrocería y luego le pasa un trapo con cierta parsimonia. Realiza su trabajo con tanta aplicación, con tanta lentitud, que todas las mañanas, antes de finalizar su tarea, tiene a varios clientes esperando. Por último aplica un poco de cera en las partes en las que la pintura amenaza con deteriorarse más pronto. Extrae la cera de un tubo pequeño y la extiende con otro trapo, trazando pequeños círculos. Se monta por fin en el coche y con ese mismo trapo, frota descuidadamente el salpicadero y la tapicería de los asientos. Por fin, arranca el automóvil y comienza a recorrer la ciudad. Ignora a quienes estaban esperando a que acabase su trabajo de aseo. Algunos salen a correr detrás de él, pensando que ha sido sólo un despiste. Nunca se para, en esa primera hora del día, a recoger a alguien. Los clientes le increpan, amagan el gesto de arrojarle algo, pero él se limita a devolverles a través del espejo retrovisor, una ligera sonrisa, que probablemente nadie de los que corren tras él aprecie. Comienza a circular por las calles de la ciudad siguiendo siempre el mismo recorrido. Siempre le salen al paso los mismos edificios, con viejas fachadas como fuentes derramando sus tonos sepia sobre el cielo. Un cielo gris, austero, cargado de nubes, pesado y triste como un trozo de granito. Los ruidos que empiezan a rodearle son también opacos y metálicos, decadentes. Abundan los chirridos, el lamento del óxido y del deterioro, el traqueteo cansino y agonizante de los tranvías con los que se cruza por las calles. Observa mientras maniobra despacio a los obreros que van a la fábrica, con sus gorras de lana, embozados en sus abrigos y con el cigarro temblando entre los labios. Observa también a las viejas, cada día más encorvadas y torcidas sobre sí mi mismas, como queriendo agazaparse dentro de su propio corazón, que van a comprar a las tiendas. Se cruza por último con los coches de la policía y los camiones de reparto, conoce a algunos de sus conductores y les saluda con una leve inclinación de cabeza. Nunca abre la ventanilla ni habla con nadie. Siempre hace demasiado frío y este lo invade todo con demasiada rapidez. Piensa entonces que él no se merece la tristeza que le rodea. Nadie con los que se cruza, en realidad, se la merece. Varsovia ha demostrado muchas veces ser una ciudad valiente, sin embargo, todo en ella, sabe y recuerda a derrota. Una derrota que vuelve cada mañana a derramarse por todos los portales, a colarse en todos los rincones, a hacerse omnipresente e irremediable. Algunas veces, el taxista se cruza con aficionados del Legia que vuelven de algún partido. Son vocingleros y retornan a sus casas con cierto ánimo, pero van en grupos reducidos y muy apretados unos contra otros, es esa su táctica para vencer el frío. El taxista ve, descubre con estupor, como los colores rojos, verdes y blancos de sus banderolas y bufandas tienen también una inevitable tendencia a volver al gris. El taxista llega por fin a su primer destino. En la esquina del parque le espera siempre el mismo perro. El taxista odia a los gatos, dice que son traicioneros, “como la mayoría de la gente que le rodea”, apuntilla. Sin embargo ese perro le espera todas las mañanas en la esquina, y se ha convertido, desde hace mucho tiempo y casi sin darse cuenta, en un único motivo de alegría. Pese a su perfil famélico, tiene cierto aire señorial, sentado sobre sus patas traseras y mirando tranquilo hacía cualquier lado, como haciéndose el despistado, mientras el coche se acerca. Detrás de él hay unos columpios que siempre están abandonados. Sin embargo, cuando el taxi se detiene junto a la acera, corre rápido a situarse cerca a la puerta, en un gesto, cargado de una impaciencia, que al taxista le recuerda a la de muchos clientes. No sabría decir de qué raza es, el taxista no entiende de perros, solo ve que tiene el pelo ocre, las orejas caídas y los ojos negros. Abre la guantera y saca de ella un bocadillo envuelto en papel. Se lo muestra al perro y le dice: “Es un regalo de mi esposa”. “¿Quieres?” le pregunta mientras se lo lanza. El perro devora el bocadillo con rapidez, mientras el taxista, acercándose a la ventanilla observa la escena. “Come…, come…”. Con un par de bocados el bocadillo desaparece. El perro vuelve a alzar la cabeza, y mira al taxista con gesto agradecido, mientras se relame. Su lengua elástica, nerviosa, fugazmente roja, es quizás, el único detalle de color que verá el taxista en toda la ciudad, durante todo el día. Arranca por fin el coche y se aleja del parque, quizás hacía el distrito Mokotow, quizás hacía WoIa, eso nunca lo sabe, siempre decide su destino diario cuando da el primer volantazo, o cuando activa la palanca que enciende las luces de intermitencia. El taxista sonríe, pues mientras le espere ese perro en la esquina, él desea vivir un día más. Cree que no todo está perdido.

Desde hace varios años, el único contacto entre el taxista y su mujer son esos bocadillos que él, sin embargo, arroja por la ventana para que se los coma el perro. No ama a su mujer, y lo que es peor, no recuerda cuando dejó de amarla, aunque cree que tiene motivos para haber dejado sucumbir ese sentimiento. El taxista y su mujer hace mucho tiempo que no hacen el amor, ni siquiera recuerda cuándo fue la última vez que se dieron un beso. Casi todas las mañanas, el taxista sale de su casa sin haberse despedido de ella, sin haber cruzado al menos alguna palabra. Se prepara el té y se lo toma despacio, se viste, recoge el bocadillo de alguna repisa y abandona la casa cargando algunos cubos de agua y con un par de trapos reposando sobre su hombro. Unos de estos días, el taxista no encuentra al perro esperando en la esquina del parque, no adivina por ningún lado la figura erguida del animal. Aparca el coche junto a la acera, en el mismo lugar de siempre. Toca nervioso el claxon pero el perro sigue sin aparecer. Sale por fin del coche, mira a su alrededor y descubre un bulto tirado sobre la hierba, no muy lejos de donde él está. Adivina inmediatamente que es un perro, el mismo que todas las mañanas le espera hambriento en la esquina del parque. Está tumbado sobre uno de sus costados, con los ojos desencajados, la boca abierta, y la lengua fuera, como un latigazo petrificado. El taxista intuye desde hace varios años que su mujer quiere matarlo. No al perro, sino a él. Cree que pretende envenenarlo impregnando sus bocadillos con pequeñas dosis de veneno. La mujer ignora que todos los bocadillos que ella le prepara acaba comiéndoselos el perro. En ese momento en que está agachado, sosteniendo la cabeza flácida del pobre animal, que confirma su hipótesis, el taxista desea que toda la ciudad de Varsovia, que tan rauda acude todas las mañanas a recibirlo con sus calles llenas de pena, sea sólo una pesadilla, incluso un sueño…Lo desea con tanta fuerza, que el taxista, por primera vez en su vida, comienza a llorar.

sábado, 20 de diciembre de 2008

EXPOSICIÓN DE JULIO ROMERO DE TORRES

Ausente frente a un cuadro
el destello de tus pupilas
es como un faro
o mejor como un puente,
como una viga
entre esos cuerpos de óleo y lienzo
que contemplas
y tu cuerpo más oportuno,
más certero,
ese que yo quisiera amasar
con caricias de tregua y
cordiales quebrantos.

Te observo clavada frente a ese marco,
ventanal a una Córdoba
tan lejana y tan ajada,
tantas veces perdida,
mitad decente
mitad sultana
mitad rancia
mitad gitana
dos veces saeta
tres veces cristiana pena
cuatro veces Córdoba...

Te prefiero a ti,
sin embargo,
porque a esa Córdoba
de avalorios y arena
de celos y lamentos,
ya la han pintado:
Una Córdoba pobre
pero zalamera.

Te prefiero a ti
que permaneces
que te quedas
sencilla frente al cuadro,
tan cercana tu espalda
al abrazo de mi pena,
tan próximo tu pelo rubio
a un arrumaco de sombra,
tan sumisos tus oídos
a mi promesa de espera:

“Quisiera yo hacer,
con tu cuerpo como tela
idénticos quiebros
a los de María Callas
con su garganta,
con mi pincel de besos,
similares colores
a los de Van Gogh

con sus girasoles...”

Dedicado a una mujer cordobesa

miércoles, 17 de diciembre de 2008

TERCER RENACIMIENTO


Que poetas y cantautores
más sabios y más viejos que yo
te canten.
Que sus voces se hagan eco dentro de tu cuerpo
y sus guitarras
te rastreen y te despierten
como si fueses un destino.
Yo, simplemente, sé madrugar lejos de ti,
e intento recordarte con estos versos,
como hubo unas horas en las que te amé con torpeza,
con prisas,
y tan fuera de tiempo...
Te escribo, por ejemplo, para decirte
que desde que amanecía te rememoraba.
Mis manos aun no te sabían de memoria
pero te inventaban,
ellas me decían lo que los ojos no veían.
Aún así, mi intuición era delicada y cobarde,
debía mantener sordos los días y
entornar los ojos,
para espantar la luz ratera que taladraba
la imagen que ya tenía de tu rostro.
Te escribo este poema
para intentar distinguirte otra vez,
en la distancia,
a pesar de las dudas, a pesar del recelo y
el desconcierto,
para hacerte saber que
cada mañana intentaba recuperarte cálida y sosegada,
que eras para mí, algo más que una creencia.
Con este poema, recaudo de cada ayer,
por última vez,
tu retrato de niebla y antojos.
Recuerdo, como una materia inventada, inmerso en mi engaño,
me acomodaba en el reflejo de unos brazos que creía tuyos,
mientras tus llamadas de teléfono,
mansas como arroyos,
venían a lamer mi estafa llena de pena...
En mi frágil fantasía,
el día era noche y la noche
noche perpetua.
Te intentaba atrapar con besos a las estrellas
pero de tu piel tan distante, tan ajena y
tan cansada
nada me llegaba.
Aún así, a veces, resultaba lindo acampar
sobre el insomnio de tu cuerpo,
revolcarme en la esperanza,
bromear con el desconsuelo.
Este es al fin mi tosco poema,
la escueta conclusión
de muchas semanas en las que te soñé tan sutilmente
y te amé tan a destiempo.
Pero ya sólo me olvido y me despierto.
Y comienzo,
como marea alta de un río repentino,
como una ola que encuentra su playa,
como cincel virgen que encuentra mármol inmaculado,
decido no tener pasado, sólo tu indicio.
Como el capricho de un niño afirmo
no vivir si no te he amado,
crearte si nunca has sido,
recrearte siempre que no seas,
para saber de dónde provengo.
Nunca olvidar que tú eres mi inicio.
Te construiré altares, a ti,
a mi diosa del ansia y la zozobra,
con certera piel y suspiros exactos,
porque siempre serán reflejos
las realidades que vengan, tras estos versos
que tanto te recuerdan y
que ahora termino...
Dedicado a una mujer cordobesa

martes, 16 de diciembre de 2008

Benevolencija Express X (y dijo el rabino Shlomo... el final está escrito...)


Como bibliotecario sin biblioteca, Goran Zelic pasó a llamarse “kamikaze book” el 26 de agosto de 1992, día de la destrucción de la Biblioteca Nacional de Sarajevo. Desde ese mismo instante hasta el final del cerco a la ciudad, prestó libros hasta el agotamiento, corriendo por las avenidas atestadas de francotiradores...Pazite, Snajper ¡*... un libro... una esperanza... decía... Goran Zelic salvó más vidas que la penicilina caducada de la ONU, hizo reír en tiempo de guerra, transmitió mensajes entre las familias separadas por lo morteros de 120 mm de fabricación española... fue correo de cartas de amor... matrona improvisada en cuchitriles a donde “los soldados de la paz” no eran capaces de llegar con sus blindados... y sobre todo, quién hizo posible el milagro de la Benevolencija Express...y como todos ya sabrán, Goran Zelic murió una fría mañana de 1997 cuando trabajaba de barrendero en la ciudad de Sarajevo... nadie pronunció un kadish por él... que el Dios de Abraham lo tenga en su Gloria... y sigue el kadish...

shalom...
...Adiós


*¡ Cuidado, francotirador ¡

Welcome to the Paradise VI (y dijo Espinete...no puedo màs, aquí me quedo...)


A veces en la vida, la pertenencia a un lugar, nos da la fuerza para soportar toda clase de penurias. Lo dramático de una guerra es el desarraigo, y la verdadera victoria está en convertir al enemigo en un apátrida...dijo Espinete...
Muerto de frío, cansado y soñoliento, escribió su última crónica desde la tierra prometida con menos del 10% de batería de su ordenador portátil... finalizaba así : “ Tras una vida entera dedicada a narrar las miserias de esta minúscula parte del planeta, he llegado a la conclusión de que el ser humano es profundamente ... GILIPOLLAS”

Así escrito un 16 de Diciembre de ... pónganle fecha ustedes mismos.

shalom

Sarajevo. Día 5 (y dijo Shakespeare... “A buen fin, no hay mal principio”...y se equivocó... )


Seguía lloviendo y esta vez el otoñal domingo cedió el testigo a su invernal hermano lunes.
El Café estaba abarrotado. El trasiego de cafés y copas de espirituosos se nublaba con una niebla de humo procedente de todos y cada de los presentes, padecían el mismo síndrome que
Ljiljana... Al fondo, un televisor encendido mostraba la llamativa carta de ajuste de la Radio Televisión de Yugoslavia. De repente la imagen cambió. Un joven se subió en una silla para darle volumen... El himno nacional estaba sonando. Imágenes de monumentos a los caídos en la guerra y de Tito dio paso a un presentador uniformado.

(el militar con mirada pétrea, gira la cabeza a la derecha y asiente, vuelve a clavar los ojos en la cámara y comienza la leer un papel que sostiene delante de él)

-“ Ciudadanos de la República Socialista Federativa de Yugoslavia : Debido a los últimos acontecimientos de insurrección secesionista de elementos armados... etc... estado de excepción en Bosnia Herzegovina ....etc ... toque de queda desde las 8 de la tarde a las 6 de la mañana... etc...Se advierte a todos los ciudadanos que el incumplimiento de la misma será...etc... Desde este momento la administración civil queda bajo jurisdicción militar federal...etc... “
Terminada la lectura volvió a mirar fijamente a cámara y dio un golpe seco para cuadrar los tres folios de comunicado. Giró la cabeza de nuevo a la derecha y asintió. El Café quedó mudo y meditando... la lluvia cesó... y la primavera también. La ciudad de Sarajevo soportaría desde ese momento un invierno de más de tres años...

shalom

lunes, 15 de diciembre de 2008

Sarajevo. Día 4


Llueve. La primavera traía como polizón un día de otoño. Estoy cansado de estar entre estas cuatro paredes. A través de la ventana, no veo a nadie por la calle... normal, lluvia y domingo...todos en casa. He llamado esta mañana a Malic para preguntarle como fue el programa del jueves y no respondía nadie...supongo que aún seguirá en Belgrado firmando libros... Mañana, bajaré a tomar un café y compraré un periódico.

Benevolencija Express IX


Durante cuatro años en Sarajevo no hubo primavera. Nuestros recuerdos de aquel tiempo se revelaron en imágenes en blanco y negro, y la sangre era una simple mancha oscura en la portada de algún periódico extranjero. Todo se transmutó bajo un tamiz invernal, la primavera tiritaba de frío, el verano...se le heló el corazón (....) Aquello se convirtió en un combate de boxeo, donde tres enormes boxeadores daban una paliza a un espectador frente a un juez llamado ONU, que te separaba de vez en cuando para alargar , si cabe , la agonía de la muerte.
Siempre recordaré mi adolescencia entre carreras por cruzar las avenidas en busca de algo para comer, con el sabor de la sangre en la boca cada vez que esquivaba la bala de un francotirador... pero un día, la dignidad vino en forma de nube de vapor y se llamó... La Benevolencija Express...

viernes, 12 de diciembre de 2008

Welcome to the Paradise V


Como ingeniero formado en la época donde la vocación era elegida al servicio de la causa, Nasser decidió volver a la tierra de sus antepasados después de haber conocido las mieles de Occidente. En casa, sólo le esperaba un mundo convulso, ajeno, donde el recuerdo de los muertos dirigía el destino de los vivos… En el taller de su abuelo, pudo ampliar sus conocimientos de ingeniería entre bicicletas, pinchazos y herraduras… con la última tecnología de Palestina…el burro. A veces, soñaba con volver a ser dueño de su propio destino… La verdad sólo esconde aquello que a la mentira le sobra…

Sarajevo. Día 3



Ljiljana ha venido. Estaba algo nerviosa y fumaba mucho. Me ha traído la compra semanal pero ha olvidado los libros que le encargué, llamaré al señor Gentilomo por si me los puede acercar. Está preocupada por las noticias que corren por ahí de enfrentamientos armados entre vecinos de las montañas...pero la radio no dice nada de eso y la televisión ahora emite sólo su anagrama... Ljiljana siempre fue un poco fantasiosa... Me quedan menos de un mes para examinarme y quién sabe, en verano puedo estar con la toga y el martillo asistiendo a mi primer juicio. El oftalmólogo no sabe que decir, nada nuevo, los ochos precedentes tampoco... sería irónico quedarme ciego ahora que voy a ser juez... o no... Mañana, cita con Joseph Papo.

Benevolencija Express VIII


Zoran y Popovic, con movimientos reumáticos pero con la determinación de la honestidad, recogían cualquier cosa que pudiera ser quemada en la caldera. Jean-Claude que desolado los miraba con la impotencia de la derrota, se quitó el pañuelo del cuello y se tapó la cara en un gesto de rendición... mientras Tricja, con las manos cerradas miraba al cielo dándose pequeños golpes en la cabeza... Un pequeño rumor fue tomando forma, de la abstracción sonora pasó a distinguirse notas musicales con cierta coherencia rítmica...y como todo milagro humano fueron trombones, trompetas, violines, acordeones quienes al son de una peculiar versión de la novena sinfonía de Beethoven, acompañaron a Baudelaire, Mark Twain, Miguel de Cervantes, Karl Marx, Camus, Kafka, Seneca, John Steinbeck, Aristoteles hasta La Benevolencija Express... Jamás en la historia universal, una biblioteca pública salvó tantas vidas con su combustión... ahora John Steinbeck sería recordado por los habitantes de Sarajevo por la insulina de Svetlana o Cervantes por la penicilina de Marko...

jueves, 11 de diciembre de 2008

Planes de Exterminio

Como cada mañana, el reloj del señor X marcaba unas puntuales siete y media a la llegada a la estación de metro. Como habitualmente ocurría, el tren que tenía que llevarlo al trabajo, no respondía cortesmente a la puntualidad del señor X .


Treinta y cinco años en el mismo lugar de trabajo, sentado en la misma silla, con las mismas vistas a las chimeneas de la ciudad, que, desde hacía más de treinta y cinco años, llevaban esputando incansablemente su humo. En su juventud, aquella visión se le antojaba como síntoma de industria y progreso, ahora, parecían escupirle.


La misma máquina de escribir, ya vieja y oxidada.


Las mismas caras, pero cada vez más arrugadas y marchitas sus sonrisas, los mismos buenos días automáticos y los mismos papeles amarillentos que cada mañana durante treinta y cinco años le esperaban en su mesa.


La estación comenzaba a llenarse de gente. El señor X reparó en un cartel publicitario que tenía enfrente. Una pareja de jóvenes sonreían, bajo algún eslógan absurdo y poco creíble. Sus sonrisas eran extremadamente grandes y deslumbrantes. En relación inversa a la sensación de afabilidad que el anuncio quería transmitir, se encontraba el grado de veracidad de éste. ¿Por qué él no podía ser feliz también?
La marabunta humana que ahora esperaba el metro, hacía que el señor X comenzara a sentirse incómodo. El periódico era el primero en sufrir su nerviosismo: era enrollado y desenrollado una y otra vez; el sudor de sus manos corría la tinta y distorsionaba las letras a su acomodo. Los titulares pasaban a ser una leve reseña emborronada e ilegible de lo que había pasado el día anterior.
El punto álgido de su ansiedad llegaría en el momento en que el tren llegara y abriera sus puertas, entonces el enjambre irrumpía, sin piedad ni miramientos hacia el resto. Pasada la situación crítica, podría respirar hondo y dirigirse, inexorablemente, a su trabajo.
Ese día, el señor X no tendría que pasar por el martirio continuo que, durante treinta y cinco años, y todos los días, había sufrido.


Perfectamente inmersos en el trasiego de las siete treinta y cinco, dos hombres vestidos con un mono gris, bajaban las escaleras que conducían a la parada donde el señor X miraba su reloj por cuarta vez esa mañana.


El tren ya silbaba a lo lejos.


Un panfleto rasgado bajo sus pies llamó la atención del señor X, que se agachó para poder leerlo:


"... Los planes de exterminio han sido creados siguiendo el noble propósito de mantener una sociedad feliz, íntegra, pragmática y..."


Fue lo único que pudo leer antes de ser arrollado por el tren, debido a un empujón que lo arrojó a las vias, justo en el momento en que la máquina pasaba delante de aquellos jóvenes del anuncio, que aún seguían sonriéndole.


Dos hombres vestidos con un mono gris, subían las escaleras, dirigiéndose al exterior.

Welcome to the paradise IV


Tras la semana de luto por su hijo Abraham , Yizak Goldman dijo : " Esta no es la tierra prometida".

Tras la semana de luto por su hijo Ibrahim, Said Alquds dijo : " La tierra no debería valer tanta sangre"

...En esta estúpida guerra ,los muertos no recuperaran sus vidas ni los vivos tampoco, sólo sobrevivirá el odio de los antepasados...

Sarajevo. Día 2


El día es caluroso. La primavera ha llegado con toda la fuerza que el perfume de las flores y los escotes pueden traer. El teléfono no funciona más allá de Sarajevo y la pantalla del televisor sigue negra. La radio sólo emite música. Miro por la ventana y todo sigue igual, los pequeños de Laura corretean detrás de los pájaros que picotean entre la hierba. Vlade sigue intentando hacer funcionar su viejo yugo sin mucho éxito... y la bella Perla, habla ensimismada con su nuevo novio en la puerta de la librería, mientras el señor Gentilomo abre el cierre metálico. Debería estar haciendo algo pero prefiero observar este maravilloso espectáculo de luz e imágenes antes que mis ojos dejen de ver el color de la vida... Mañana, cita con el nuevo oftalmólogo...

Benevolencija Express VII


Es 1989 y estamos en Grecia. Exactamente en ninguna parte, porque si no sabes griego, las direcciones en una carretera te parecen todas iguales... Distingues un alfa, una omega un ypsilon como nostalgia de un bachillerato mal aprovechado, pero con la lógica de un mono borracho, compraste un mapa en tu país de origen pensando que el alfabeto griego murió con el famoso fabricante de vajillas, Platón.Para Joseph su dulce brisa vino del noroeste en forma de clarinete. Junto a la carretera, en un establecimiento de comidas, escuchó una canción que le llevó cinco años después a sentir la devastación del huracán de los Balcanes. Aquel clarinete sonaba de tal manera que cerrando los ojos, podías sentir el llanto amargo del desamor. Sin tiempo a asimilar la experiencia vital de aquel viaje, Joseph volvió a la realidad establecida de horarios, convencionalismos sociales y una hipoteca a veinte años... el tiempo de la anarquía universitaria había acabado.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Welcome to the paradise III


Inundó hasta el último rincón de las chabolas, limpio como un grito tribal... ¡ la máquina estaba viva ¡... aquel silbato a vapor surcó más allá de los puestos de control. Todos miraban al cielo como si aquel liberador sonido pudiera tomar forma entre las nubes... De entre una inmensa nube de vapor, Didi salió lentamente con solemnidad, pavoneándose majestuosa a cada movimiento de biela. La gente corría hacia ella con niños en brazos, chiquillos gritando de alegría, hombres llorando como niños... estaba viva... había vuelto de entre los muertos, de entre aquellos que sólo quedaban fotos enmarcadas. De los altavoces, colocados a modos de orejas, salía la voz distorsionada de Noa y Khaled cantando Imagine... y pitaba... y pitaba... el vapor blanco como la infantil pureza... subía y subía hacia el cielo... Los soldados desconcertados llamaban a sus puestos de control sin saber que sucedía... y más gente salía a las calles, ambiente festivo en una tierra que sólo se reúne para los entierros. Las banderas blancas sustituyeron a la piedras, los cantos a los gritos de dolor... y Didi alzaba sus pitidos al cielo como quién canta en la desesperación...No tenían nada, sin embargo poseía la línea de ferrocarril más pequeña del mundo , 2545 metros, una máquina de vapor que consumía boñigas de burro secas y la ilusión de no perder la Esperanza en un mañana donde vivir no fuera más difícil que morir.

Sarajevo. Día 1


-¡Buenos Días ¡ Desde los estudios centrales de la Radio Televisión de Yugoslavia una mañana más con todos ustedes para repasar la actualidad del mundo...(mira por un segundo las notas que lleva en la mano y vuelve a cámara tras un segundo de pausa)
-(prosigue) Hoy tendremos un excelente reportaje sobre los preparativos finales de la exposición universal de Sevilla- España, tierra de sol y toreros (hace un gesto imitando a un toro... sonriendo)
- Tras la sección de Goran, una entrevista con el prestigioso profesor Ibrahim Malic que nos deleitará hablando sobre su última novela “Hojas sobre el Neretva” y sobretodo, no pueden perderse otro capítulo de la telenovela que hace furor en medio mundo “Corazón salvaje”. (el presentador queda por un instante desconcertado, mira por encima de la cámara buscando la procedencia de gritos y detonaciones...vuelve a cámara instintivamente y dice con el rostro pálido...)
-Volvemos tras una pausa...
Dicha la última frase, la pantalla quedó negra...Yugoslavia acababa de morir...

Benevolencija Express VI






El Rabino empezó a comportarse de una manera extraña, pasaba las noches en vela mirando el firmamento a través de una abertura en la pared. La tradición cabalista de su familia acabó con su sistema nervioso y desde entonces, Shlomo tuvo que medicarse de por vida. En Sarajevo no había medicamentos, y menos para un “extravagante” rabino como él.

Benevolencija Express V

Cuando el círculo del destino se cierra, la perspectiva que da el tiempo y la distancia nos muestran como sucesos que en su momento parecían aislados e inconexos, adquieren el valor que no tuvieron cuando se produjeron. Quizá no logremos unificar en una ley la Teoría de la Relatividad con la Cuántica, pero es un hecho que un huracán siempre comienza con una ligera e insignificante brisa. A Jean-Claude su brisa le llegó del viento del Nordeste en una anónima carretera de Grecia.

Welcome to the paradise II




Dicen que el ser humano acaba viviendo en un espacio mucho más reducido de lo que piensa. Vive en un apartamento de unos ochenta metros con suerte, de los cuales no pasa del salón, el cuarto de baño, la cocina y el cuarto donde duerme, que a veces , suele ser el mismo sofá donde pasa largas horas de divertimento televisivo. Incluso el final de sus días es colocado en un habitáculo de madera que apenas rebasa su altura y anchura. Sus vacaciones, cambia su mínimo espacio por otros mini espacios, eso si en lugares donde no ha estado más allá de su sofá o el baño... incluso llama a sus conocidos a través de teléfonos menguados donde teclear un número haría reír al mismo Darwin. Esta nueva teoría del “Hombre Menguante” también ha recalado en el plano del pensamiento, sosteniendo que la revolución universal pasa a ser particular, alentando a los individuos a cambiar su entorno más cercano... y eso, sin conocer a su vecino de al lado...Comenzamos en un lugar donde tras miles de años, el gen de la trashumancia estaba a punto de ser exterminado por el alambre de espino y los puestos de control. Los protagonistas tenían conceptos ya denostados por la revolución tecnológica como la hospitalidad y otros principios que resultarían en la época del ipod como del neolítico, pero que respondía a la verdadera esencia del hombre. Nuestra historia empieza gracias al vapor de una tetera y la esperanzadora imaginación humana, cualidades ambas que han movido el mundo desde sus orígenes.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

El Barbero de Bagdad (3ª parte)



Anoche volví a soñar. . .Estaba en el desierto y caminaba sin rumbo fijo, cansado y desorientado andaba...miraba al cielo en busca de un milagro y apareció de la nada un hombre bien afeitado vestido de blanco.
-¿Qué buscas en un lugar como éste?- me preguntó sin moverse de la roca donde estaba sentado.
-¡Salir! no sé cómo he llegado hasta aquí.- le respondí con desesperación.
-Lo que buscas no esta en el cielo sino en la tierra...mira adelante...allí encontraras respuestas a tus plegarias...del cielo sólo nos llega la lluvia o la sequía, nada más...del desierto sólo se sale caminando.
Me desperté de un salto, tenía que contárselo a Joseph. A la mañana siguiente Joseph no apareció por la barbería, supuse que estaría con los caras pálidas repartiendo sacos de harina pero esta vez, fueron los barbas espesas quienes decidieron repartir algo menos nutritivo para el cuerpo.
Fue el hijo de Rachid, el farmacéutico, quién trajo la noticia a la tetería. Habían hecho saltar el mercado a primera hora de la mañana, cerca de la mezquita de Al-Kuthrera, demasiados muertos
para el paraíso y algunos heridos más para los abarrotados hospitales. El silencio cubrió todo el local junto al humo de los narguilas...la desgracia sólo inmuniza a quienes no sufren los estragos del dolor...
Tardé una semana antes de saber donde estaba Joseph y tres poder
visitarlo, difícil misión entrar en un hospital de occidentales
si eres iraquí. Estaba tan blanco que su barba negra lo palidecía aún más. Con la mirada perdida, decía entre sonrisas forzadas, que tendría que venirse a vivir a mi barbería una larga temporada para afeitarle la voluminosa barba; no quería que lo confundieran con mis clientes de la trastienda...aquella tarde sólo me quedaron collares yemeníes para vender a los barbudos...
Pasaron los meses y llegó el otoño, nada cambió salvo la estación. Mis noches con las estrellas se fueron acompañando paulatinamente
con otro cielo de antenas parabólicas. Empezamos a ver ese mundo que tan sólo conocíamos por los libros del mercado y entendí, que la imaginación de la palabra escrita supera a veces a la imagen… El furor por los canales de noticias dio paso a telenovelas, fútbol y sobretodo películas...Mientras tanto aquella evasión lúdica fue dando forma, sin saber como, a todas y cada una de las cabezas que observaban aquel rectángulo, mostrando una Vida muy distinta a la nuestra.
En la abstracción particular de la Felicidad, imágenes distintas fueron llenando esa parte de la mente que aún se resistía a abandonarse a la desesperación. . .Para Ibrahim fue el anuncio de un suavizante para la ropa, Fuad los bulevares de Paris de una película y para mi, hombre corriendo delante de toros o toros corriendo delante de hombres...Pero la que precipitó los acontecimientos, la del nieto de Rachid, un pueblo entero tocando tambores en plena calle...
La puertas del cielo seguían brillando noche tras noche, las del infierno se abrían de par en par cada día con la precisión que da la estupidez humana…

martes, 2 de diciembre de 2008

Benevolencija Express IV


Aún el amanecer no había salido de su escondite nocturno. Era la hora perfecta para quienes al abrigo de la oscuridad cetrina podían llenar sus garrafas de agua sin el peligro de una bala caprichosa. Un pequeño que apenas tendría diez años, llenaba las suyas mirando compulsivamente a todos los lados. En ese momento, un tremendo ruido lo alertó. Vió aparecer de la nada una masa informe de vapor y chispas a toda velocidad por la avenida Josif Broz. Con el instinto de meses de guerra, se tiró al suelo con las manos en la nuca como preludio de cualquier sonido venido a más. Un gran estruendo hizo temblar el suelo…después… silencio…
Abrió los ojos. Una nube de polvo y vapor lo inundaba todo. De entre aquella tiniebla
surgió una figura estrafalaria con la cara ennegrecida, pañuelo al cuello y gafas en la frente intentando encender un habano sin éxito. Tiró la caja de cerillas con resignación y vio a un chico que lo miraba boquiabierto pero cuyas manos se afanaban en buscar las asas de unas garrafas tendidas en el suelo. Con naturalidad le preguntó:
- Chaval ¡ ¿tienes fuego? – Sin cambiar de expresión, negó con la cabeza lentamente.
- ¿Al menos sabrás donde estamos?- dijo
Con la sinceridad que da el miedo absoluto le respondió:
-En el infierno, señor ¡
Tras guiñarle el ojo al chico, se giró hacia la nube y gritó : “ Sarajevo¡ Final de Trayecto¡.

La Benevolencija Express III


La luz se filtraba a través de las enormes vidrieras, ahora desdentadas, hacia el centro del gran salón vacío. El polvo en suspensión brillaba al ser atravesado por la luz blanquecina y creaba la sensación de tener una nube multicolor en aquel insondable artesonado otomano.
En el centro de aquella desolación mobiliaria, un hombre sentado al revés, con la cabeza apoyada en el respaldo de una desvencijada silla, miraba a la nada. No tendría más de cuarenta años pero su cabeza estaba completamente blanca. Al fondo, una de las dos gigantescas puertas se entreabrió con esfuerzo. Surgió una pequeña sombra que llegó lentamente hacia el ausente. Era un pequeño que tocó el hombro para llamarle la atención, con la otra mano, le puso un papel arrugado delante de los ojos. Aquella receta hizo que dos lágrimas recorrieran las mejillas de aquella estatua humana. Cerró los ojos y se incorporó. Tomó la mano del chiquillo y lentamente salieron camino hacía la entrada.
Abrió el portón y vio un océano de miradas desesperadas clavadas en él. Aún de la mano del niño, respiró profundamente con los ojos cerrados, inclinó su cabeza al cielo… y abrió los ojos…al fondo, tímidamente la multitud empezó a corear “Beneveloncija, Benevolencija ,Benevolencija”

Welcome to the Paradise I


“... Dame la libertad del sol, de la luna, de los mares, de la tierra, del aire... y al séptimo día descansó, desde entonces nada se supo de él...”. El rabino cerró el libro lentamente quedando meditabundo. Se levantó, besó a su mujer y a sus tres hijos que estudiaban sentados a la mesa. Abrió la ventana que mostraba el anochecer de Jerusalem en todo su esplendor primaveral, cerró los ojos y respiró profundamente, mientras... se oía el murmullo de la vida que paseaba ... y sonrió.

La Benevolencija Express II

La guerra puede volver al cobarde en héroe, al inteligente en necio y así hasta el aburrimiento.
-Dice el bibliotecario ( Goran Zelic) : “Vosotros os escandalizáis de mi propuesta?... es demasiado tarde para eso... cuando vuestro nuevos líderes salieron con megáfonos a la calle con argumentos estúpidos, nadie de los presentes les replicó, cuando empezó la locura nadie se acordó de estos grandes autores, donde estaba vuestro conocimiento de los libros sagrados para consentir el odio y la muerte...Quién se acordó de Camus, cuando el ángel de la peste os contaminó. Ahora por cada libro que se queme en esa caldera, una vida será salvada, no con palabras ahogadas con tinta sino con el sentido humano de quienes las escribieron.
Si con la lectura de ellos no pudisteis oponeros a esta barbarie dejad que ellos lo hagan por vosotros. Silencio... todas las palabras del Mundo quedaron mudas por un instante. Goran Zelic murió una fría mañana de 1997 cuando trabajaba de barrendero en la ciudad de Sarajevo.

lunes, 1 de diciembre de 2008

EL BARBERO (2ª parte)

Joseph era un ser extravagante de aspecto entrañable...
Cuando la cosa se ponía peligrosa, allí no aparecían ni los mismos que calentaban el ambiente, ya de por si caliente con el sol del verano. El insensato paseaba por el barrio en la época de los francotiradores, suerte que lo desperté con el agua de mi limpieza semanal...desde entonces fue mi mejor cliente cuando aparecieron las maquinillas chinas de hojas intercambiables...una aberración para el noble arte del barbero. Hablaba muy poco pero escuchaba mucho y bien, creo que me entendía porque siempre se reía de mis chistes… Procedía del Mediterráneo y eso se notaba en su barba, tenia que afeitarle dos veces o bien poner a punto la navaja...prefería lo primero que me daba más tiempo para hablar...
Trabajaba para esos que vienen al barrio de vez en cuando con sacos de harina de maíz “made in usa”, con las caras blancas llena de crema para el sol y con la prisa que da no tener a un batallón de soldados mirando hacia todos los lados... Joseph era diferente, o tan idiota para no darse cuenta de donde estaba o bien no temía acabar como rehén de los barbudos.
A los barbudos los tenia controlados en mi trastienda vendiéndoles lo que me pidieran, a cambio me respetaban a la clientela. Salvo lápices y
aspirinas, aún me quedaban lanzagranadas soviéticos y collares de cuentas yemeníes para una larga temporada.
Un día tuve un sueño y todo cambió... sobrevivir no era vivir... En los últimos treinta años he visto como ha cambiado mi barrio, y siempre a peor, esperando como el suicida que llegue el final del acantilado...sobrevivir no es vivir...la esperanza de tiempos mejores acabó junto a mis últimos lápices. No queda nada de nosotros salvo el recuerdo de unos tiempos miserables mejorados a golpes de más dolor... ya no escuchan risas, incluso el tonto del barrio ha dejado de hacer bufonadas...
…La torre cayó. De repente como en Babel, dejamos de hablar el mismo idioma. Vecinos, hermanos de miseria empezaron a reivindicar algo que ni siquiera ellos sabían que era.
Los barbudos querían vivir con los barbudos, los bajos con sus semejantes enanos, los idiotas con los idiotas . . .y así como si de un juego infantil se tratara, la gente dejó de hablarse...y empezaron a quemar libros... ya se sabe que viene detrás.
¿Qué ha dejado de pasar para que no pase nada? El ciclo de la vida se ha invertido, se nace muerto, se muere para vivir, los hijos sustentan a madres viudas, se enviuda antes de casarse. Los adultos juegan, los niños tiran de carros con miradas tristes sin tener a un poeta que los quiera...
Cada noche subo a mirar las estrellas, me quedo tumbado pensando...después creo haber encontrado una solución para el día que se avecina... la llave que nos abrirá las puertas del cielo en la tierra... cada mañana descubro que han cambiado la cerradura... nada es igual al día anterior pero nada ha cambiado... y los niños siguen tirando de carros... y las mujeres siguen viudas... y los poetas venden verduras en el mercado…
La suerte guió los pasos de Joseph a nuestro barrio. A pesar de ser extranjero, era con el único que podía hablar de mis noches en vela, los del barrio me abrían tomado por loco, y ya tenemos uno que lo hace muy bien para su edad; setenta cumplirá el mes que viene y aún es capaz de trepar palmeras en la época del dátil.
Dejamos de lamentarnos y entre todos reunimos el cerebro necesario para idear nuestra particular liberación y el resto, la suerte, ya no importaba.

viernes, 28 de noviembre de 2008

EL HÉROE (segunda parte)

...joder sí, es una pistola. La levanta lentamente, como si pesase una tonelada, entorpecido por cuerpos muy apretados contra el suyo, pero logra acercarla a la nuca más cercana. Y dispara. Dispara. Dispara. La nube de murmullos se resquebraja y surgen de ella, como truenos, tres rápidas detonaciones. Todos los rostros se giran entonces hacia el lugar del que han salido esos repentinos petardazos. Cae un cuerpo e inmediatamente se desata el pánico, algo parecido al chorro de espuma que salta de una botella de cava que hemos agitado convulsamente. La ola humana se precipita hacia la puerta. Se escuchan nuevos disparos y el ruido seco de más cuerpos que caen. El gigantón del arma continúa disparando indiscriminadamente a otras personas, pistola en alto, apuntando a las cabezas más cercanas. Todo se desarrolla con rapidez. En pocos segundos la cafetería se queda vacía y en silencio. Sólo quedamos el asesino y yo, algunas sillas caídas y los cuerpos de las víctimas, inmóviles, asemejando muñecos rotos tirados de cualquier manera. Absorto y dueño de una visión completa de todos los hechos, sorprendido por la fugacidad con que se ha desarrollado todo, no he pensado en ningún momento en salir corriendo. Ahora, con el local completamente desalojado, y con esa enorme espalda aún bloqueando mi camino, la huida se hace imposible. Creo que resultaría un blanco muy fácil. Decido girarme hacia la barra, fingir como si no me hubiese dado cuenta de la matanza que se ha desarrollado a mí alrededor. Atento, eso sí, de cualquier sonido que llegue de mis espaldas. Noto como él comienza a moverse, intuyo que va de cuerpo en cuerpo, comprobando si están todos realmente muertos. Se da cuenta entonces de mi presencia, escucho sus pasos dirigirse hacia mí. Siento un círculo de acero caliente sobre mi nuca: el cañón de la pistola.

- ¿Tú, qué haces todavía aquí? ¿Por qué no has salido corriendo?

Soy incapaz de responder, pero me sorprende el no sentir miedo alguno, por mi estómago se agita, estúpidamente, algo parecido a resignación. Esa voz potente me sobrecoge, es como un calambrazo que agarrota instantáneamente todos mis músculos. Sólo soy capaz de encoger los hombros, aunque sin atreverme a girarme y mirarle.

- Vaya, parece que estás más loco que yo.

Desde la puerta de la cafetería llegan algunos murmullos. Los primeros curiosos se atreven a asomar sus cabezas para ver qué está ocurriendo. Yo continúo sin saber qué decir, me cuesta incluso pensar. Busco minuciosamente en algún rincón de mi cabeza alguna frase que soltarle. Alguna excusa que justifique mi quietud y que no soliviante aún más al psicópata que tengo detrás de mí.

-Qué huevos más gordos tienes! ¡Vuélvete, que te vea la cara!.

Escaneo la barra buscando mi taza de café, algo en lo que refugiarme, quizás algún objeto con el que intentar defenderme. Mis músculos obedecen por fin, aunque mi mente continúa aletargada. Me giro al fin y la pistola queda entonces a la altura de mi frente.

- ¿Quién te crees que eres? ¿No serás un poli, verdad? ¿O acaso piensas que eres un héroe?.

- No soy nada de eso.

- Me da igual quién seas. De todos modos te voy a matar. Cómo a estos pobres cerdos. - Se gira levemente y señala con la pistola los cuerpos más cercanos. - ¿Tienes miedo?

He reaccionado por fin. Estoy como en un callejón sin salida en que las opciones son mínimas. Toda se hace, de repente, tremendamente lógico. Respondo cómodo.

- No, no tengo miedo.

El sonríe. Al responder he ido agachando poco a poco mi cabeza y mi voz se ha ido apagando. Esta breve charla se parece a una partida de póker, yo no tengo cartas, pero lo que he dicho tampoco ha sido un farol. Es como si jugásemos la misma partida pero en mesas distintas, el uno muy lejos del otro: aunque continúo sintiendo el calorcillo que desprende el cañón de la pistola, ahora sobre mi coronilla.

Joder tío, deberías estar acojonado. Deberías tener miedo. Debes tener miedo.

Su voz retumba en mi cabeza. Sus palabras producen un eco dentro de mí y se superponen unas a otras, provocando que me cueste entender lo que me está diciendo. Alzo el rostro y le miro directamente a los ojos. Sus ojos no parecen los ojos de un loco, no al menos a los ojos que esperaba encontrarme. A decir verdad, su mirada no debe ser muy diferente a la mirada con la que yo suelo abandonar todas las mañanas esta cafetería. Espero que comprenda lo que voy a decirle:

- Pues no, no tengo miedo. En realidad ahora mismo no siento absolutamente nada... Es como si estuviera hueco.

Vaya, parece que lo ha entendido, pero su reacción no es la que esperaba. Mi respuesta ha sido como un empujón, la conversación ha terminado. Le he enseñado mis cartas, que realmente no tenían ningún valor. No intento demostrarle nada. No sé, realmente porque he permanecido en la cafetería y no he salido corriendo como los demás. Da un paso atrás. Él parece haberse quedado sin palabras. Sólo a la pistola le queda algo por decir. ¿Cuántos disparos ha hecho? ¿Le quedarán balas?. Continúa mientras tanto el goteo de rostros que se asoman tras la puerta, para intentar ver qué está ocurriendo dentro de la cafetería.

No, tú estás loco. Estás zumbao, estás peor que yo. Tío, estás loco...

Entonces tuerce su muñeca, dobla su codo y dirige el arma hacia su boca. Yo cierro los ojos. Él dispara. Noto un chorro de sangre caliente manchando mi cara, el ruido de su cuerpo enorme al caer hace retumbar el suelo. Parece que sus cartas tampoco tenían valor...

Y entonces vuelve el frenesí, el caos de personas entrando en tropel a la cafetería. Algunas me rodean, me dan palmadas en la espada, incluso hacen el amago de abrazarme. Alguien dice: “Yo lo he visto todo. Ese hombre es un héroe”. El barullo de policías y curioso crece. Comienza un interminable parpadeo de flases, de focos que se encienden, de agentes que extienden mantas plateadas sobre los cuerpos que yacen inertes en el suelo. Noto como entre el gentío, muchos rostros se vuelven para mirarme, con gesto mitad de recelo, mitad de admiración. Me están entrevistando. No escucho bien las preguntas y mis respuestas son automáticas, sin sentido. Todos están equivocados. No estoy loco. Tampoco soy un héroe. Hace unos minutos sólo deseaba sentarme una mesa y tomarme tranquilamente un café. Hace unos minutos, simplemente no tenía siquiera ganas de vivir. Todo esta situación es realmente absurda.

Por fin logro zafarme del ajetreo. Ahora voy por la acera camino del trabajo. Llegaré muy tarde. Espero que el jefe esté viendo la televisión y se crea el motivo de mi retraso. De todos modos ese ceporro está deseando largarme del taller. Lo que haría entonces, si me quedase sin trabajo, sería volver a la cafetería. Y entonces sería yo el verdugo. Nadie se ha dado cuenta de que aprovechando el alboroto recogí la pistola del suelo y me la guardé en un bolsillo. En ese momento fue un gesto casi mecánico, pero ahora sé muy bien lo que voy a hacer con ella. Me resultará muy fácil conseguir más munición. Y espero que la próxima vez que entre en la cafetería, haya una mesa libre...

Julián María Guzmán Tapia

Granada, 1996.

El Barbero de Bagdad ( 1ª Parte )

Said era un ser entrañable de aspecto extravagante...

Paseaba por el barrio Ibn Khaliffa cuando aún se podía y zas!, un torrente de agua impactó en plena calle sin el acostumbrado preaviso sonoro. En medio de la confusión, un hombre con cara de berenjena pocha aún sostenía el cubo del delito en posición horizontal; un coro de chiquillos reían compulsivamente señalando a un occidental con aspecto de galgo recién salido del Tigris...todo un baño de multitudes...De esa manera tan cómica conocí a Said, el barbero con peor puntería de toda Bagdad.

De barba rala, calvo y un sospechoso temblor de manos, perpetraba su oficio ancestral sin apenas incidentes, salvo cuando se empeñaba en realizarte su famoso “corte de pelo”. Oficio heredado de su abuelo, aprendió “el corte de pelo” ya desde su más dura infancia entre ovejas y familiares. Sus actuales víctimas-clientes podían ser reconocidas con “orgullo” en cualquier parte del país... parecían haber salido de la misma fabrica de cacerolas.

Para quienes piensen que el afeitado a cinco hojas, con vibración en el mango de la maquinilla es lo último, para las 3/4 partes del planeta lo más parecido a eso es un barbero como Said. Ejerce en un cuchitril cuya higiene esta empadronada en una calle de Oslo y su sonrisa nos muestra que el fluor no ha llegado a su vida.

El barrio de Said era un canto al reciclaje, el Guggenheim de Babilonia, jalonado por chapas de casi todas las compañías petroleras, muros sin enlucir y siempre al fondo, un descampado con niños jugando al bíblico juego del fútbol-lata.

Nuestro Fígaro era más conocido por su trastienda que por su arte barberil. Suministraba analgésicos y lápices en el último embargo, artículos estos, vetados por Naciones Unidas en un intento de inmunizar a la población contra el dolor y de paso, evitar con el grafito de los lápices la fabricación de una bomba atómica...la de lápices que llevarán gastados los iraníes...

Si los embargos hubieran durado un poco más, la segunda lengua del país habría sido el ruso y la tercera el chino. Gracias a ellos nunca faltó en la mesa de cada iraquí un lanzagranadas que llevarse a la boca.

Para cuando se le acabaron los lápices y las aspirinas los niños habían dejado de ir a la escuela para recoger chatarra o vender baratijas a los norteamericanos y los dolores, se curaban ahora con alcohol. De repente la moda cambió, el bigote dio paso a la barba espesa sin arreglar. Eso llevó casi a la ruina a Said que al poco, vio renacer su negocio de la trastienda vendiendo artículos religiosos para los hombres de barba poblada.

Desde el día que me “bautizó” con el agua de fregar, nunca me cobraba el afeitado, a cambio, le regalaba libros de astronomía, afición que empezó cuando llegaron los malos tiempos. Algunos hombres bebían, otros se suicidaban, algunos pactaban con la nueva realidad, unos cuantos se dejaban la barba y no paraban de leer el Corán y Said, miraba las estrellas. La noche era el único momento del día que las bombas callaban, los asesinos dormían y el resto rezaba para no despertar...silencio...sólo silencio...

No era un simple acto de voyerismo celestial, miraba las estrellas para buscar soluciones al caos en el que vivía...un puro acto de filosofía práctica.

A la mañana siguiente cada afeitado era una incógnita, el argumento nunca se repetía y surgía, un relato más elaborado que el de la mañana anterior. Iba construyendo un edificio sin andamios dialécticos, no importaba...¡construir! ...¡construir!...

Para un occidental aquello era vertiginoso, llevamos siglos hablando del andamio pero nadie se ha atrevido a poner ni un solo ladrillo en nuestro edificio...si hay edificio...

Hablaba inglés como un nativo, nativo cheroki, aunque aquí en el salvaje oriente medio nos arreglábamos con tres palabras de francés, cinco en árabe y la todopoderosa imaginación el resto. Siempre coincidíamos en reírnos a la misma vez, difícil si lo que te está contando es algo triste y te ríes pensando que es un chiste, puede ofenderse y acabar sacándote la navaja por la coronilla. Tenía un telescopio de la era soviética, rústico pero de buenas lentes. Conocía todas y cada una de las constelaciones del firmamento de este hemisferio y el resto los aprendía de los libros que le suministraba. Una vez le pregunté como de la observación de las estrellas podía sacar conclusiones tan profundas sobre la condición humana, su respuesta fue clara como el petróleo -” miro al espejo cuando todo está en calma para ver mejor”—, era un filósofo en el mejor sentido de la palabra.

Una mañana al entrar en la barbería me encontré con medio barrio dentro. Con la mano aún en el picaporte, quedé indeciso a entrar. Said con un gesto me invitó a pasar. Todos tenían cara de histeria contenida y eso me asustó un poco.

A pesar de conocerlos a todos: el farmacéutico tuerto, el zapatero cojo, el ciego que regentaba la teteria. . .en fin un elenco de despojos humanos fruto de muchas guerras sin tregua, sentí inquietud. Me sentaron amablemente de un empujón en la silla de barbero y casi sin tiempo a balbucear, soltaron la noticia...

El ciego ya tenía un vaso de té que extendió al aire esperando la mano que me lo hiciera llegar, mientras el farmacéutico encendía dos cigarrillos, miró las boquillas y creo que me dio el menos higiénico...la situación no era para rechazar un cigarrillo babeado. Con cara de gastroenteritis, vaso de té quemándome los dedos de la mano y todo el miedo del mundo a punto de escapar por la parte trasera de mis pantalones, esperé las siguientes palabras con pavor. -Anoche tuve un sueño. . .-dijo Said con solemnidad.

La Benevolencija Express I

Tras mil cuatrocientos cincuenta y dos días esta mañana decidí salir a la calle. Era muy temprano pero el sol había salido en todo su esplendor. El corazón me palpitaba, tuve la sensación de que en cualquier momento iba a salirse del pecho. El miedo me ahogaba y la respiración entrecortada parecía una máquina mal engrasada. Mis manos sudorosas las llevaba cerrada en un gesto instintivo de pánico. Al llegar a la puerta de la calle, me paré un momento antes de tomar el pomo. Cerré los ojos, tomé aire y por un instante superé el miedo a morir. Crucé el umbral y una sensación de bienestar acarició mi rostro, abrí los ojos y el sol de la mañana brillaba con la claridad del final del invierno. Mil cuatrocientos cincuenta y dos días de miedo, desesperación, locura, dolor... acabaron con un simple rayo de sol. Esto es Sarajevo y yo estoy muerto.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Cuento nº 5

-Cuéntame un cuento- dijo ella, sus ojos clavados en el techo de la habitación.

Hacía meses que no podía dormir. Temía a la noche. Durante las horas en vela, sus sentidos se agudizaban, y le permitían ver fragmentos de una realidad paralela, como el gato erizado de mirada vidriosa, que dejaba de ser tal a la llegada de los primeros rayos de sol, para convertirse en un montón de ropa encima de la silla. Y de la misma manera, miles de ojos curiosos la observaban cada noche. Oía sus risas, sus correteos y sus susurros.
Ver como las luces de los edificios contiguos se apagaban a la vez que la luna avanzaba, la llenaba de angustia. El blanco de las sábanas le daba náuseas.
Él, que ya había caído en ese estado melifluo de antes de empezar a soñar, se recostó sobresaltado.

-Pensaba que ya te habías dormido.
-No- respondió ella, queda.- Cuéntame un cuento.

Haciendo acopio de todo el ingenio que pudo, comenzó a inventar una historia, un absurdo acontecer de sinsentidos, donde, conforme el sueño arremetía, la coherencia se perdía.
Pero, a pesar del suceder de delirios, el cuento pareció surtir efecto y ella se quedó profundamente dormida.
No corrió la misma suerte él, que no consiguió conciliar el sueño hasta bien entrado el amanecer.
Cada noche, ella exigía un cuento. A la mañana siguiente, con una gran sonrisa y gesto de superación, tiraba a la basura la pastilla que no había tenido que tomarse gracias a las historias que él le relataba. Pero la frescura con que ella se levantaba todos los días comenzó a chocar con las ojeras de él; y es que le resultaba imposible dormirse después de contarle un cuento. Se quedaba a merced de una multitud de paranoias que, como un parásito, engordaban noche tras noche, en calidad y cantidad. Los personajes que él mismo había inventado se le aparecían, lo abofeteaban por haber decidido un final trágico para ellos o conjuraban contra él en un sinfin de carcajadas sardónicas. Pero, él la amaba, ¿cómo dejar de contarle historias? No lo soportaría.
Una noche, mientras daban vueltas en su cabeza de manera obsesiva ciertas palabras ("patología psicótica", le habían diagnosticado) tuvo una idea. Era tan brillante que durante varios minutos, quedó tendido en la cama, extático.

"Tu cuerpo me cuenta mil historias. Me inspiras tanto, que las palabras me salen solas. Narraré sobre tu piel, me desviviré para que mis letras se unan a tu sangre, y te lleguen adentro. Alimentas mi pluma, porque tú eres mi tinta."

Así comenzaba el relato. Lo que lo diferenciaba de los otros era que éste estaba escrito con el corazón. Más exactamente, con la blanca piel desollada de ella y su sangre, dulce, y de fluir elegante. Un perfecto baile de contrastes. Recordaba más fácil la tarea, cuando él de pequeño, ayudaba a su abuela a quitarles la piel a los conejos. Con ella, había resultado algo más difícil, pero qué placer, qué satisfacción tener en sus manos tan bonito lienzo en blanco. Él no tendría que volver a pasar una noche en vela, sus ojos clavados en el techo, y ella, había pasado a formar parte de los cuentos que tanto la encandilaban. Había dejado la habitación hecha un asco, pero merecía la pena.

EL HÉROE (parte I) (Granada, 1996)

Otra vez me he quedado dormido. Y otra vez me resultará imposible encontrar una mesa libre en la cafetería, que volverá a estar abarrotada. Si alguna vez logro ese modesto objetivo, es decir, si alguna mañana soy capaz de madrugar y tomarme el primer café del día sentado en una mesa, y no de pie, aguantando los constantes empellones de otros clientes que se acercan a la barra a pedir sus consumiciones, quizás ese día logre arrancar un trocito de esperanza de ese pequeño pozo de agua marrón al que me arrojo cada mañana para espabilarme. Quizás con ese nimio triunfo, podría empezar a plantearme salir del triste y anodino ritmo en el que me he quedado atrapado desde hace varios meses. Detalles así, o que el escote de la vecina me sonría alguna de las veces que coincidimos en el ascensor, bastarían para convencerme, por ejemplo, para afeitarme cada dos días, hacer la cama todas la mañanas, o no dejar que la pila de platos sucios se apodere de toda la cocina.

Otra vez, sin nadie con quien hablar, la taza parece tener un pequeño agujero en el fondo. Pronto se quedará vacía, sin que yo la haya tocado apenas, y se esfumará así mi última excusa para demorarme en mi camino al trabajo. Los primeros cigarrillos también se consumen con inusitada rapidez. Observo intranquilo el bullicio que se desarrolla a mi alrededor y no encuentro ningún saliente al que aferrarme durante otro par de minutos, entre el humo, el aroma a café y tostadas, el concierto de cucharillas y agitar de periódicos. Comadreo in creccendo, pesado y pegajoso que se forma cada mañana al juntarse en un local tan pequeño varias docenas de rumores y prisas matutinas, Ningún rostro conocido que se vuelva y me pregunte “Ey, tío, ¿cómo te va?”.

La primera hora de mi nuevo día parece desarrollarse dentro de una monotonía establecida. La taza sobre la barra, el poso de café, oscuro como un reproche, sin futuro, y yo comenzando a estirar un brazo con el que hacer palanca y abrirme un hueco entre el gentío. No avanzo mucho entre la compacta marea humana y me doy de bruces con una espalda enorme, inamovible, ajena a mis tímidos empujones. Mi primer reflejo al descubrirme atrapado en ese callejón es estirar el cuello y buscar una salida alternativa. La puerta que da a la calle está muy cerca, me siento algo ridículo, y no me atrevo a hablarle a la persona que bloquea mi camino. El bullicio es tan ensordecedor que para que ese desconocido me escuche deberé elevar demasiado mi tono de voz, y eso, en estos momentos de zozobra me produce cierta vergüenza. Opto por retroceder de nuevo a la barra y retomar el hueco que había dejado, y que milagrosamente sigue libre.

Me pido otro café, sin dejar de espiar la gigantesca espalda que se interpone entre la puerta y yo. Busco su más mínimo giro, que deje un pequeño hueco para catapultarme hacia la salida. Pero esa espalda permanece rígida. Comprendo entonces que ese hombre está también atrapado por la muchedumbre, incapaz siquiera de aprovechar su considerable envergadura para hacerse espacio. En cierto modo es una imagen ampliada de mi propio encierro. Veo que él comienza a ponerse nervioso, que agita la cabeza hacía todos los lados. De repente, con sus manazas, el enorme desconocido comienza a tantearse los bolsillos. Busca algo y pronto parece dar con él. Es un objeto recio, como una barra de acero doblada que aprieta con fuerza, y que deja escapar un pequeño guiño metálico.

Es una pistola...
(fin primera parte)