jueves, 21 de noviembre de 2013

APRENDIENDO A CAVAR MI PROPIA TRINCHERA (POÉTICA)



Durante mucho tiempo he admirado a determinados artistas y poetas. A esos poetas y artistas que renunciaban a lo bello, que salían de su torre de marfil y empujados por el hombre que es un lobo para el hombre, se sumergían en la lucha del día a día, del año a año, de generación en generación. No quedaba más remedio que remangarse y poner sus versos sus pinceles-cinceles o partituras al servicio de la lucha por la libertad, por el hombre que sigue siendo solidario. Sus tiempos, eran tiempos difíciles que aún recuerdan nuestros abuelos, en los que aún no eran tan obvios determinados derechos. No todos siguieron ese camino, algunos prefirieron continuar en su torre, arropados por propios cantos de sirena, eligieron lo cómodo y lo cobarde, lo más humano al fin y al cabo. Por eso admiraba yo a esos artistas que volvían a ser hombres, que supieron bajarse del pedestal a tiempo, que empezaron a luchar, a cavar con palabras y canciones sus propias trincheras, trincheras que resultaron ser más grandes que las cavadas con las manos y la sangre, pues en ellas cabían siempre más de un hombre.



Admiraba y admiro a Miguel Hernández, a Vallejo, a Dámaso Alonso, a León Felipe, a Maiakovski, Ana Ajmátova y Pasternak, a Emilio Prados, Antonio Machado y Altolaguirre, a Benedetti y Ferreira Gullar, a Blas de Otero y Gabriel Celaya. Como siempre, en una lista, se que me dejo a algunos, en realidad a muchos, pero ya sabéis, es la fragilidad de la memoria, que no soporta el peso de algunos recuerdos. Admiraba a todos ellos. Los admiraba y también los envidiaba. Y no sabría decir en qué medida me dominaban ambos sentimientos. A ellos, sus tiempos tan difíciles, les habían dado un motivo inevitable sobre el que escribir. Sus enemigos habían surgido de las tinieblas y luchaban con la cara descubierta, los brazos en alto y los uniformes bien abrochados. ¡Estaban obligados enfrentarse a ellos!. En sus tiempos era muy sencillo saber qué era el fascismo, quiénes los ricos o cómo aborregaba la iglesia. Todo estaba polarizado, los bandos muy bien definidos. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias, Julián, por poner tu prosa al servicio de una causa solidaria como es la de jalearnos para que abramos los ojos y salgamos de nuestra efímera comodidad y por dar voz a los que no sabemos expresarlo tan bien como tú lo haces.
Mucho ánimo en tu cometido!

Anónimo dijo...

Muchas gracias a ti por tu comentario. Suponen siempre un gran apoyo palabras como las tuyas. ¡Muchas gracias!