sábado, 30 de mayo de 2009

EL POETA


Como anciano sentado
en un banco del parque,
el poeta atrae versos con migas de
ingenuidad y desespero.

Como minero con martillo de pena
arranca medias certezas
de las vísceras de una pesadilla,
de las entrañas de dioses de lejanas fronteras.

Como niño malcriado, el poeta
se desespera, y busca verbos como juguetes
en cafeterías, en cuerpos equivocados,
en llantos o miradas ajenas.

El poeta a veces ríe,
o flaquea, o desea,
acarrea cestas de sílabas
y las descarga sobre sus venas.

Mecano de rimas para el nene,
el anciano las confunde,
el minero no piensa, pelea,
el poeta, surge el poeta...

Ah, el poeta...

El poeta un día se morirá y
sólo quedarán sus arrulllos a corazones
vacuos, su alpiste para las mismas palomas de piedra,
sus versos de duda y arena.

Otro pequeño homenaje a Mario Benedetti

viernes, 22 de mayo de 2009

Mar de la Tranquilidad




Paseaba sin haber desconectado del trabajo. Jamás había tenido tiempo para no hacer nada. Paseaba. Se topó con Perec, su sonrisa contagiaba esa vitalidad que transmitía en sus libros.

-Hola Boris ¡, cuanto tiempo¡- sonrisa amplia, corazón fraternal.

-Georges ¡ ¿Qué haces por este barrio?.

- Nada en especial, La Eternidad es algo aburrida y he tenido que salir a despejarme. ¿Qué haces últimamente desde tu “Ahora Vengo”?

-No mucho, Georges. Cincuenta años después de mi muerte me he puesto de moda, los seudo intelectuales me ha reivindicado y Boris Vian por aquí, Boris Vian por allá, me cansan un poco. ¿Y tú?

-De vez en cuando encuentran algún papel manuscrito y zas¡ a la imprenta, si lo hubiera querido publicar no estarían escondidos por los cajones… editores sin escrúpulos…

Siguieron andando y conversando…

… Es viernes. El café mañanero sabe a café y la jornada laboral se hace menos pesada. El Tiempo y el Espacio se deforman, es viernes, no hay que buscar más explicaciones…

-¿Algún proyecto Georges?- dijo Boris Vian

- Después de “La Vida, instrucciones de uso” quedé algo vacío, como ausente. Sentí como si lo hubiera dicho todo. La temporada en la campiña me sentó bien para la salud pero toda mi energía se iba en no dejarme morir, ya sabes como es eso. El resto ya es historia de la literatura … La Eternidad es a veces insoportable y al contrario de lo que muchos piensan, es imposible crear sin la idea del Final -quedó como ausente y prosiguió - Perdona, me ido por las ramas… ahora hago pequeños relatos que describan instantes en la existencia de gente anónima, instantáneas que no tengan sentido sin el conjunto de sus vidas.

- Entonces… salvo que alguien identifique ese momento como suyo, el resto de lectores no entenderán nada- formuló Boris, rascándose la barbilla y cerrando un poco el ojo izquierdo.

- Es como mostrar una fotografía. De los presentes, cada uno describiría una historia distinta a los demás, porque tu te fijaría en la luminosidad del sol, yo quizás la belleza de la chica, o alguien en la mirada del perro que pasea. Instantes Boris, instantes, la vida son miles de fotogramas por segundo- dijo Perec.

-¿Tomamos un té y me sigues contando?-preguntó Boris Vian pensativo

-Vale- respondió Perec

martes, 19 de mayo de 2009

CORRE, LOLA, CORRE


Café y, como no, cigarrillos.
Música y, como no, Tiersen.
Mayo y, como no, flores.
Película y, como no, Good Bye Lenin.

Son los noventas, Juan empieza en Caballería, salta y aterriza en el Aire habiendo despegado desde la Física Cuántica, sigue surcando los cielos…

España amanece con una feria de ladrones, empieza la Expo 92, acaba con contratos basuras , anochece la igualdad de los ochenta.

Es 1989, niña, pesa tres kilos quinientos gramos, sus padres le llaman Cristina, Javier obtiene su primer pasaporte. La canción del verano es "Aquí no hay playa", The Refrescos.

1999, paseando observo un enorme cartel de cine “Gato negro, gato Blanco”, dos días después desaparece, tres años después me río con ella, lo sustituye “Corre, Lola, Corre”, Franka Potente, te quiero…

El milenio llega, la Apocalipsis puede esperar, Javier bate el record mundial de café en una mañana y de juergas en una semana, se acabó la fiesta universitaria.

Julián arriba a Cuenca, se le congela hasta los pensamientos, eso nunca… así llegara la tercera Glaciación.

2003, Toledo miles quieren vivir la experiencia bibliotecaria, el 8 de marzo da suerte a una chica, seis años después sigue sufriendo la CDU.

Me he perdido, ¿por dónde iba?, la memoria… la abogacía pierde, la biblioteconomía gana.

2009, uh¡ casi en su meridiano que decir… ¡ Viva Georges Perec, Viva Albacete La Nuit !

CUCHIPUY

Ya desde niño, Cuchipuy se sintió atraído por el vasto mar que se desplegaba desde su pequeño poblado hasta el infinito. Nunca miró Cuchipuy a sus espaldas. Para él, las agrestes negruras de la selva no le parecían en algo interesantes. Desde muy joven acompañaba gustoso a su padre en las largas jornadas de pesca. Y siempre se preguntaba qué habría más allá de esa línea azulada del horizonte, la cual se empeñaba en retroceder conforme el joven Cuchipuy se acercaba a ella. Se encaramaba sobre su precaria balsa, construida con hojas de palma y oteaba el horizonte, en busca de algún punto de referencia en tan vasta extensión de mar. Nunca encontró nada Cuchipuy en sus precarias vigilias, pero siempre emprendía el retorno a su poblado imaginando que más allá debía de haber miles de islas repletas de tesoros, cientos de continentes en los que vivir increíbles aventuras.

Así pasaba Cuchipuy su vida: mirando a través de esa interminable alfombra azul que en su poblado apodaban simplemente “el lago”, y que exploradores españoles, venidos de más allá de la tierra de fuego acabaron llamando océano pacífico. Buscaba noche y día Cuchipuy la manera de atravesarlo, para llegar a unas tierras que él creía cuajadas de misterios. Construyó en sus ratos libres cientos de balsas pero todas se fueron a pique con las primeras embestidas del oleaje. Construyó también un enorme arco con su enorme flecha, a la que curvó la punta para darle forma de ancla. Pensaba entonces Cuchipuy que si él no era capaz de llegar hasta el otro lado del mar, se traería para sí lo que allá hubiese. Congregó a todos los muchachos de su pueblo, y les pidió que juntos tirasen de la cuerda del arco y la tensasen. Colocó entonces, cuando el arco estaba en su punto, la flecha, y todos a una orden suya, dispararon. Había atado en el extremo de la flecha una soga, y esa soga formaba un enorme ovillo que durante varios días fue enflaqueciendo más y más. Parece ser que fué largo el vuelo que realizó y que, milagrosamente, al final, acabó en alguna lejana isla, donde se trabó e hizo mella en la tierra. Allá donde cayó, hizo un enorme boquete, que de tanto arrastrar el ancla, se hizo aun más grande. Con el tiempo, los habitantes del lugar llamaron a ese agujero Rano Kau, el cual llegó a ser tan profundo que alcanzó hasta el mismísimo centro de la tierra. Los mismos habitantes de esa isla, asustados por la llegada repentina de la enorme saeta, construyeron grandes cabezas de piedra que miraban al mar y vigilaban la costa… Pero esa es otra historia de la que el propio Cuchipuy nunca tuvo noticias, pues aunque pasó varios meses tirando y tirando de la cuerda que iba atada a la flecha, no logró atraer hacia sí ni un solo centímetro el pedazo de tierra al que la arcaica ancla se había aferrado. Aun con las palmas de las manos agrietadas y llenas de rozaduras, y los músculos doloridos por tan titánico esfuerzo, no desistió Cuchipuy en su empeño. Que fueron miles las ideas que se le ocurrieron después, y miles las intentonas que fracasaron.

Se le veía ya anciano a Cuchipuy, inclinado en la orilla del mar, y con sus manos formando un cuenco, intentando vaciar el océano. Creía él que era esa idea genial, que pronto abriría con sus manos un camino entre el agua, y que podría ir, por fin, allá dónde quisiera. Pensaron entonces en el poblado que Cuchipuy había enloquecido. Se colocaba un bromista a su lado y le preguntaba: “¿Qué haces, Cuchipuy, pescas peces?. “No, no pesco peces.” respondía Cuchipuy, “Quiero vaciar el mar para llegar al otro lado”. Y el bromista, al escuchar su respuesta, estallaba en risas. ¿Me dejas Cuchipuy que te ayude?. “Claro, ayúdame si quieres, a vaciar el mar”. “Te ayudaré, Cuchipuy, pero entonces deberé ir a por un cazo…” Y se alejaba el bromista, dejando a Cuchipuy, encorvado a la orilla del océano, intentando vaciarlo a manotazos.
Es poca cosa, pero está dedicado. como no, a Mario Benedetti.

lunes, 18 de mayo de 2009

Hagamos un trato


"Cuando sientas tu herida sangrar
cuando sientas tu voz sollozar
cuenta conmigo. "
(de una canción de Carlos Puebla)
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Compañera,
usted sabe
que puede contar conmigo,
no hasta dos ni hasta diez
sino contar conmigo.
Si algunas veces
advierte
que la miro a los ojos,
y una veta de amor
reconoce en los míos,
no alerte sus fusiles
ni piense que deliro;
a pesar de la veta,
o tal vez porque existe,
usted puede contar
conmigo.
Si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo,
no piense que es flojera
igual puede contar conmigo.
Pero hagamos un trato:
yo quisiera contar con usted,
es tan lindo
saber que usted existe,
uno se siente vivo;
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos,
aunque sea hasta cinco.
No ya para que acuda
presurosa en mi auxilio,
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.
A Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti,
la eternidad le concedió algo más que un día.

domingo, 17 de mayo de 2009

“No, no hay nadie”.


Y la respuesta fue: “No, no hay nadie”.
Automáticamente de los labios de Norah surgió una mueca parecida a una sonrisa, pero al instante se sintió algo estúpida por la respuesta y pensó : “ y ahora, ¿ qué digo?, venga en serio…”. Hizo lo que cualquiera e insistió: “ Bueno, si no hay nadie me voy”, esperando una respuesta coherente. No la hubo, sólo se escuchó :” cierre la puerta al salir, hay corriente”-¿ qué puerta si esto es una cueva?-pensó Norah.
A Norah esto ya no le hacía ninguna gracia, era la encargada de un gran proyecto para encontrar Vida Inteligente en aquellas cuevas y se sentía estúpida, vaya paradoja. Encendió su linterna y avanzó con la velocidad que da la impaciencia. Al cabo de un rato encontró algo parecido a un ser humano que estaba tomando té y limándose las uñas. La miró con indiferencia y siguió con su tarea. Sorprendida quedó bloqueada, no sabía que decir. El seudo humano llenó una taza y le dijo : “ Sólo tengo té negro y azúcar de remolacha , lo siento, la crisis no vuelve vulgares…”

Sin saber que decir, el ser (que de cerca era un humano pero que no conocía la palabra afeitado) la observó un instante y le inquirió : “¿ puedo saber el objeto de su visita, señorita...”
- Norah, me llamo Norah
- Pues Norah… y el objeto de su visita es …
- Participo en un proyecto de la Universidad de Davies para encontrar algún rastro de vida inteligente.
- ¿Y eso que tiene que ver conmigo?
- Vive en una cueva, su aspecto está alejado de cualquier estándar social , salvo por el hecho que estamos hablando, mi diagnóstico sería…
- ¿Diagnóstico? Creo que no me encuentro enfermo.
- Perdón, quería decir conclusión.
- ¿Conclusión? La ciencia va más rápido de lo que pensaba. ¿Conclusión de qué?. Viene a mi hogar, me insulta rebajándome a un animal irracional por el hecho de vivir en una cueva y no afeitarme, y a eso le llama usted ciencia, civilización…
- Bueno… no vive en una ciudad, ni en sociedad y claro, el ser humano es gregario por naturaleza y …
- Y que… ¿Esa conclusión la ha leído en un manual o la ha reflexionado por sí misma?
- Según las últimas teoría sociológicas, algunos humanos…
- ¿Últimas teorías, y las anteriores donde quedaron?
- Bueno, bueno, con usted no se puede razonar, queda claro que pertenece a la subespecie humana, al grupo de marginados aislados por su incapacidad para relacionarse con los demás.
- Tendrá usted razón. La Universidad nunca yerra, la sociedad tampoco. La civilización y la inteligencia se encuentran en apartamentos de 25 metros cuadrados y metropolitanos abarrotados, vecinos que ni siquiera se saludan ni se conocen, viandantes que no se miran a la cara, lectura de best seller y películas que son olvidadas inmediatamente después… Tendrá usted razón, mientras tanto ¿Le apetece un té?

viernes, 15 de mayo de 2009

Blanco sobre Negro

“In tempi come questi la fuga è l'unico mezzo per mantenersi vivi e continuare a sognare.”

Hay poco que traducir… es 1992, el oscar a la mejor película extranjera se lo lleva “Mediterráneo”, película italiana producida por Berlusconi.

Agosto de ese mismo año, una biblioteca deja de existir… miles de seres humanos también, empieza el espectáculo de los Balcanes.

Septiembre, tras un año sin comer carne peso 98 kg, vuelvo a la ternera semicruda…

Noviembre. El Miedo, La Nada y La Soledad me visitan… no tienen prisa por marcharse.

Exilio.

1996. Aznar llega a la Moncloa, yo a Granada.

2000. Bush llega a la Casa Blanca, yo a Roma.

2001. Ariel Sharon llega a la Knesset, yo a Sicilia.

Exilio.

“In tempi come questi la fuga è l'unico mezzo per mantenersi vivi e continuare a sognare.”

Hay poco que traducir… es 2009…

jueves, 14 de mayo de 2009

"Entonces deberé ir a por el cazo"

Viernes 15 de mayo de 1915
Brian escribe, es su manera de no sentirse aquí. Josh tumbado sobre varios sacos terreros tira piedrecillas hacia un casco boca arriba, hace diana con todas. Smith sentado tiene las manos tapándose la cara. Las chicharras delatan el calor que nos derrite poco a poco, todo se ralentiza, los músculos, la vista, los pensamientos. Es mayo, no quiero saber como será estar aquí en julio, aunque nos prometieron en enero relevarnos, enero.

El cocinero remueve el rancho con desidia, normal no es cocinero ni nosotros soldados. En Egipto todo era distinto, Turquía sonaba exótico, sonaba. Gallípoli, Dardanelos, quién sabe donde estamos. De Ironcross quedamos dos, Jimmy y yo, nos alistamos 56, si volvemos la vida en el pueblo no será la misma, si volvemos. Jimmy está en la playa, anda un poco mal con el estómago. Todos los días lo veo con los prismáticos, aguantará, con suerte lo evacuarán pronto.

Ayer repartieron cascos, parecen cazos, eso significa que pronto habrá otra masacre, da igual, si no nos matan los turcos moriremos de asco.

Domingo 17 de mayo de 1915

El cocinero no está. Desde la playa nos han traído doble ración de carne enlatada, galletas, chocolate y algo de brandy, mala señal. El comandante parece nervioso y no para de hablar con el puesto de mando, mala señal. Atardece y el aire se hace algo respirable, deja de oler a muerto. El capitán nos indica que tomemos el brandy, seguidamente con la cara pálida dice : “Muchachos, pasado diez minutos de la media noche atacaremos a los turcos, así, haced lo que tengáis pendiente, el cabo Bob recogerá vuestras cartas y pertenencias por si no volvéis. Pase lo que pase, ha sido un placer combatir con vosotros”.

No pensé en nada por un instante, las únicas palabras que dije fueron: “Entonces deberé ir a por el cazo”

DUELOS AL SOL CON UN CAZO

Hola compañeros escribanos duelistas. Veo que andáis ansiosos por que os proponga un temita para escribir vuestros relatos. Bien, no tenía pensado nada todavía, pero al comprobar vuestras ansias por saber sobre qué habrá que escribir durante la próxima semana, no puedo sino hacer otra cosa que complaceros. El cuento de esta semana, que como siempre deberá ser como mucho de un folio, girará en torno a la frase: "Entonces deberé ir a por el cazo". Bueno, ¿qué os parece? Así a bote pronto no he podido encontrar algo más rebuscado. Mucha suerte y recordad. A partir de ahora teneis sólo siete días...

En estos tiempos de precipitación y sofisticación tecnológica, quizás no recordeis bien, cómo era el utensilio protagonista del duelo semanal. Os daré pistas: no hace falta conectarlo a internéee. Además os adjunto la imagen de tan sencillo utensilio, para facilitaros vuestra labor creativa. ¡¡Suerte con las plumas!!

domingo, 10 de mayo de 2009

Amapolas in Paradisum


Hubo un tiempo no muy lejano cuando, las rosas florecían en primavera y la luna llena no era exclusiva de licántropos y sicópatas, los niños no eran adultos y los adultos no jugaban a ser niños. Fue en aquella y no en otra, cuando El Miedo visitó a Bruno Ganz a la hora del té. Era curioso, todas estas extrañas visitas lo importunaban a esa hora tan sagrada, su media hora al día para poder ser él. El Miedo venía acompañado de La Nada. Bruno tan educado como siempre, les hizo pasar al salón. Tras servir té para tres, La Nada para hacer honor a su nombre ya saben que tomó. Iba sin maquillar, y a pesar que su cara estaba como ausente, algo de rimel hubiera realzado un poco su vacía mirada

Bruno fue directo: “¿De qué va la cosa hoy?”- preguntó mientras tomaba un sorbo de té.
-“Bruno. ¿Has pensado en el futuro?- dijo El Miedo poniendo cara de asustado.
-“No, ni siquiera en mi presente y del pasado, ni te hablo”- respondió con tranquilidad poniendo la taza sobre el plato.
-“Muy mal” -dijo con enfado- “Mira a tu alrededor, inseguridad, violencia, paro, crisis, enfermedades, etc., debes tener pavor, debes estar asustado, que los pensamientos te superen y todo te paralice. “
-“Pues va a ser que no”.
-“¿Por qué?
-“Sencillamente porque Vivir contigo no es Vivir. Todos y cada uno que se rindieron a tus pies buscando “la seguridad del Miedo” acabaron perdiendo a mi implacable amigo Tiempo, Tiempo para estar, vivir, compartir, decir te quiero. Contra ti no tengo nada porque eres parte de la Naturaleza humana, pero aborrezco quién te utilizan para controlar a los demás. Además a ti aún no te temo, si hubieras venido con La Soledad quizás, pero pase lo que pase dejaré entrar a La Tristeza de vez en cuando, pero a pesar de los pesares, afrontaré tus argumentos con quién me rodea y tras una lágrima vendrá una sonrisa.
Me tocará despedirme de muchos y muchos de mí, pero nada es definitivo…te lo aseguro”

La Nada con su cara de estúpida lo miró y se fueron, antes de salir por la puerta El Miedo se giró y dijo: ”Sabrás de mí cuando llegue la hora”

-“Cuando llegue la hora no tendré Miedo, estaré con los míos”. Bruno los despidió con elegancia y siguió tomándose su té.

sábado, 9 de mayo de 2009

MI NOCHE CON GORAN ZELIC


Pasó Goran Zelic por Albacete y por supuesto, no defraudó. Aunque no conocía a nadie, allá dónde iba pronto se formaban grupos a su alrededor para escuchar todo lo que decía. Fueron muchos los que esa noche acabaron invitando a una copa a Goran Zelig, simplemente para dilatar unos minutos el privilegio de conversar con tan conspicuo pensador. Y todos se fueron satisfechos, a nadie defraudó el inefable Goran, para todos tuvo las palabras que cada uno quería escuchar. Y es que como los grandes sabios, Goran apenas tenía respuestas, pero sabía cómo hacer que cada uno encontrase las suyas. Con todo, no pudo evitar Goran que la noche se acabase, y con su fin, que se cerrasen los bares. Las personas en torno a él se fueron dispersando, tambaleantes, blandiendo sus cubatas aguados y sus cigarros consumidos, la mirada vidriosa, pero una gran sonrisa en sus labios. Yo apenas hablé con él esa noche. Goran era mi invitado, volveríamos juntos a mi piso y sabía que tendría algunas oportunidades para empaparme tranquilamente con su sabiduría. Con todo, durante el trayecto en coche apenas nos dirigimos la palabra. La noche había sido larga y fructífera en divertimentos, anécdotas y variadas situaciones socarronas. Volvíamos ambos agotados, con las ventanillas abiertas, despejando nuestros pensamientos con el silencio de la ciudad y las primeras brisas del día. Cuando aparqué Goran me preguntó:

-¿Hemos llegado ya?
- Si, mi piso está ahí al lado.


Entonces se separó unos pasos del coche, se giró hacía mí y me dijo:

- Ahora vas a ser testigo de un hecho insólito. De un hecho que contarás con orgullo a tus hijos, y tus hijos contarán con el mismo orgullo a sus hijos.
Y con una elegancia inusitada para las horas que eran ya, y el estado en el que estábamos, se arregló el cuello de su camisa, colocó las manos a la espalda e hizo una lenta y ejemplar reverencia. Entonces, empezó a vomitar. Yo mientras, permanecí sentado en las escaleras del portal, observando atención como Goran se trasmutaba en pocos segundos de sofista a fuente. Y cuando acabó, se volvió a girar, saludo como si estuviese en presencia de un concurrido auditorio, y nos subimos a casa.
Dedicado, como no, al maestro Javi.

MI PADRE ES CHAVY CHASE


Sentado en el rincón de la cafetería donde se podía ver sin ser visto, estaba él con un café a medio tomar, papeles esparcidos por la mesa y medio paquete de fortuna.

Fuera la hora que fuera, personajes de lo más variopinto cruzaban la puerta con la mirada puesta en aquel rincón. Si había suerte estaba él, de lo contrario, quedaban dubitativos y se daban media vuelta. Conocedor de antros y bujíos de todas clases, te ponía al día de lo mejor de una ciudad, Granada, cuya virtud venía de fuera. Sin embargo nadie sabía cual era su secreto, era el hijo de Chevy Chase con acento cordobés y alma cosmopolita, excepto yo que había perdido media vida viendo a su padre en clásicos como : “Espías como nosotros”, “Las vacaciones de una chiflada familia americana”,”S.O.S. ya es navidad” “Los tres amigos” etc.

Perseguido por la carga de ser el hijo de Chevy Chase, recorrió media península Ibérica buscando un lugar donde le dejaran ser él. Llamándose Julián acabó en Albacete, mundialmente conocida por… y por… bueno en fin, por todo eso y mucho más. Encontró consuelo en su profesión como malversador de mentes, la ciudad le ofrecía todo y cuanto un hijo de famoso podía soñar: bares, antros de perversión, vicio y sobretodo Chinchilla, Ay ¡ Chinchilla¡ .

Un fin de semana su pasado le visitó y su secreto fue revelado. Un secundario de películas de Jaimito, cruce entre simio y el hermano tonto de Forrest Gump, soltó aquella noticia : Julián era el hijo de Chevy Chase. Ya no había vuelta atrás, debía sobreponerse y luchar por estar a la altura de su padre… le tocaría estar todo el día conjugando su duro trabajo(Biblioque?) con la creación de números cómicos, beber cerveza como lo hacía su progenitor y sobre todo hacer el esfuerzo de trasnochar en pos de no estar por debajo del legado paterno, ¡pobre Julián¡.

En la foto podemos apreciar el momento que le comunicaron a Julián que no quedaba más cerveza.

viernes, 8 de mayo de 2009

Albacete la nuit

Es martes. El de mes de… no lo sé, quizás otoño por las hojas en el suelo, pero francamente no lo sé. El cielo está cubierto por nubes altas pero dejar pasar una claridad matutina. Desde la ventana observo como la suave brisa mece los árboles a modo de danza sinuosa. Ya lo sé, es Septiembre, como podía olvidarlo… Septiembre… y ella se llamaba… A… no me acuerdo… como puede ser… empezaba por A… pelo negro, ojos claros… A… ¡ mierda, no me acuerdo ¡. Hoy es … hoy, ¿tiene alguna importancia? Creo que para mí ya no, día a día olvido una parte de mi vida, va avanzado como la arena del desierto, poco a poco, poco a poco… Un día me levantaré y al mirarme al espejo no sabré quién soy… A… empezaba por A…su pelo era… y sus ojos… Estoy fatigado, aún no he olvidado la sensación de tristeza, porque olvidamos lo que somos y no, lo que sentimos.
No sé cuando, porque no me acuerdo, sostenía que éramos presente continuo, sin embargo estaba equivocado… somos Memoria, sólo Memoria, Memoria…
Ya no me acuerdo de su nombre, ni su pelo, ni de sus ojos… porque olvidamos lo que somos y no, lo que sentimos.

jueves, 7 de mayo de 2009

SIETE MANERAS DE COMERSE UNA PERA

De los años en la universidad recuerdo muchas cosas, la mayoría de ellas relacionadas con fiestas y juergas varias. Recuerdo las numerosas noches en la cafetería Bohemia escuchando jazz, o en el “Liberia”, viendo obras de teatro. Recuerdo algo menos a los profesores y he olvidado completamente lo poco aprendido en la carrera. Fueron, a los que me conocen no hace falta que se lo repita, años muy intensos, quizás los mejores de mi vida. Sin embargo, me sorprendo a veces, por como son de antojadizas las memorias, como entre los momentos más intensos, esos que nunca olvidaremos, se cuelan otros que en su día no pasaron de ser instantes anodinos, momentos sin importancia, retales del día a día que sin embargo, al ser seleccionados para quedarse en nuestro recuerdo, acaban siendo momentos trascendentales, de esos en los que uno se siente identificado, de esos que se convierten en repentinos pilares de nuestra existencia.

Uno de esos momentos, una de esas sorpresas que se te cuelan entre la monotonía, me surgió en los comedores de la universidad. Una vez acabadas las clases, a las cuáles, todo hay que decirlo, no acudía la mayoría de las veces, solía desprenderme del grupo con el que estuviese en ese momento y me iba a comer. Siempre me gustaba tener un par de horas para mí sólo, horas que solían empezar en el rato de la comida y procuraba alargar durante toda la siesta. Solía llevar siempre un libro en el macuto que después leía tumbado en el césped. En la cola del comedor ya ojeaba con cierta ansía el volumen que tuviese entre manos. Y una vez dentro, me gustaba sentarme en alguna de las esquinas de la enorme sala, siempre al lado de alguna ventana. Me gustaba así, jugar a ser un escritor y fingía en esos momentos observar y analizar todo lo que me rodeaba, en busca de ideas o situaciones para próximas historias. Si la comida resultaba aburrida, siempre podía mirar por la ventana y dejaba vagar los pensamientos sin rumbo fijo. En una de esas comidas, quizás fuese fin de curso porque el comedor estaba prácticamente vacío, empecé a fijarme en cómo las personas que estábamos, nos tomábamos la pera que nos había tocado en suerte para el postre. Había pequeños detalles que en principio no sabía muy bien cuáles eran y decidí fijarme con más atención en los distintos gestos de cada comensal. Hubo uno que se limitó a frotar la fruta contra su pecho y comenzó a darle bocados. Un segundo, más metódico, la partió en trozos, peló esos trozos y los fue pinchando con un tenedor. El tercero, siguiendo el mismo estilo que yo, peló la fruta y sujetándola con dos dedos y haciéndola rotar lentamente sobre ese eje recién creado, le daba bocados. Hubo un cuarto que de la simple pera creó una increíble macedonia. De su macuto extrajo un pequeño cuenco, troceó la pera y otras frutas que empezó a sacarse de los bolsillos y las mezcló en el recipiente. Después con una cucharada, se las fue comiendo con parsimonia y con un perceptible gesto de deleite en su rostro. Un quinto, iba cortando trozos que no separaba completamente, se llevaba la fruta a la boca y lo arrancaba con los dientes. El sexto, variante del primero, no peló la pera, la lavó introduciéndola varias veces en un vaso de agua y después secándola concienzudamente con una servilleta. Y hubo un séptimo comensal que no se comió la pera. Cuando abandonó su asiento, la fruta seguía quieta, solitaria, inmaculada, sobre un platito.

¿Qué me llamó la atención de estos procesos tan rutinarios? La respuesta me saltó rápida. Siete comensales, siete maneras diferentes de comerse una pera. ¿Y qué conclusión saqué de todo esto? Es extraño, pero tras observar todos estos gestos tan comunes y a la vez tan diferentes unos de otros, me invadió una sensación agridulce, se apoderó de mí cierta desazón que no pude esquivar durante el café ni en mi posterior rato de lectura. En aquella época, como desgraciadamente también ocurre ahora, el mundo estaba azotado por guerras, hambruna: la misma violencia primaria, con las múltiples caras de la belicosa condición humana. Pero también, era embriagador el ambiente de la universidad, tan cargado de buenas ilusiones y una esperanza siempre latente. Ante cada nueva atrocidad cometida por unos hombres, otros hombres se oponían a ellos, les gritaban a la cara lo injusto y absurdo de sus actos. No dejé acudir a cuanta manifestación se convocaba por los motivos más diversos. Y en todas ellas pensaba ingenuamente que estaba haciendo lo correcto, que lograríamos mover y conmover alguna conciencia con nuestros multitudinarios actos de protesta. Ahora bien, después de salir del comedor, cierto aire de pérdida se apoderó de mí. ¿Lograríamos alguna vez, todos los habitantes de este planeta, dejar de ser tan violentos? En ese momento pensaba que no, al comprobar cuán diferentes éramos incluso ante el sencillo ritual de comernos una pera. Años después de ese día, acabada la universidad, y acudiendo cada vez menos a las manifestaciones, desgraciadamente lo continúo pensando.





Los extraordinarios hechos que aquí se describen, querido lector están basados en hechos reales. Y esta historia está dedicada a Javi, que en tantas y tantas tertulias me acompañó cada vez que nos saltábamos una clase. Javi compañero de blog que eh breve nos hará una visita a Albacete. También se lo dedico a María José, mi nueva compañera de sala, que me ha cubierto las espaldas mientras yo escribía esto.

El Regreso de Goran Zelic


“Es un pájaro?... Es un avión?... ¡ No, es Goran Zelic y está cabreado ¡” - la periodista quedó muda, el mito había vuelto de entre lo muertos.

Con canas en la barba, su cabellera se resistía al invierno, seguía viviendo en su particular selva negra. En la mano izquierda llevaba un komboloi, en la otra, un periódico enrollado. Profundamente colérico, profería toda clase de improperios antiguos y otros que no sabíamos de su existencia. Entre insultos e insultos señalaba el periódico como fuente de su furia.

Los periodistas allí reunidos no salían de su asombroso, era él… el verdadero Goran Zelic. La impresión fue tal que nadie escuchaba sus palabras, boquiabiertos observaban la figura de aquel, que una vez salvo a los ciudadanos de Sarajevo… -“aquel tío de La Benevolencija Express… ¿recuerdas?

Cuando terminó, los miró fijamente… y negó con la cabeza lentamente…dijo entonces :” No habéis aprendido nada”- dejó caer el periódico y se marchó.

Yacía moribundo en el suelo , su titular: “La Comunidad Internacional Abandona a su Suerte a Darfur”
(Deja tu reflexión, ayudará a elaborar el próximo relato)

miércoles, 6 de mayo de 2009

Mermelada de Naranja


“Mermelada de naranja… Mermelada de naranja, pan, ah¡ y azúcar… un café sin azúcar para una mañana de domingo… 25%... llamar a Carol… anular cita de la nueve con el señor Atihen… los cruasanes…”
En un momento, resbaló con el penúltimo peldaño. Cayó sentado de culo en pleno hall. La Caída no le dolió, fue la sensación de estupidez. Su mente borró aquella lista y quedó en blanco. En un solo instante, su existencia dio un vuelvo. Miró hacia la puerta y los rayos de la mañana atravesaban el mosaico multicolor a ambos lados de las jambas.

“Sweettown-Alaska”. Se levantó, tomó el pasaporte y la Visa. Sin despertar a Josephine, la besó en la frente y se marchó. Al cruzar el umbral de su casa, no miró atrás, cerró con un brazo retrasado y una sonrisa limpia. Tenía cuarenta y uno, en su familia se comentó que lo hizo por eso de la crisis de los cuarenta…cincuenta…veinte… treinta

¿Debemos justificar nuestra libertad?
(Deja tu reflexión, ayudará a elaborar el próximo relato)

martes, 5 de mayo de 2009




Amanece a través del cristal de la ventanilla. Por cotidiano no deja de ser un espectáculo único. Miro a mí alrededor y todos duermen, bocas abiertas y algún ronquido esporádico, duermen. El negroide cian da paso lentamente a un rojizo anaranjado, suave y esponjoso amarillea poco a poco, poco a poco…silencio… ronquido… silencio…

Miro la pantalla, son las 6.55 del 12/05/01, demasiado temprano para un día que ha llegado demasiado tarde. Siguen durmiendo, los primeros despertares abren los ojos quedando inmóviles, observando durante un instante el asombroso acto de volver a la vida.

Es primavera, la mejor época para la luz refractada.

Vuelvo a la ventanilla, el espectáculo ha terminado. Una voz anuncia la llegada a la próxima estación… final de trayecto.

Observo las caras de los que esperan en el andén… y en ella, la tristeza… no espera a nadie… yo tampoco.

Salgo de la estación sin dejar de mirarla… adiós… recibimiento con sabor a despedida…adiós…

Relato Dadá

La moral y su sino interrumpido eran los enemigos del papel. Como alguna inclinación, que cruzó lo que todos deseaban directamente. Una vez subterránea su chaqueta, hizo el ciclo mucho mejor que nosotros. La ortodoxia golpeó la puerta, y unida como estaba con la escalera, profirió algo diferente.

-Se halla suplicante- dispensaban sin consideración.

Desaparecer ante semejante año (cuando habitaban necesariamente en el umbral) hubiera sido una condición material, más que un deber verdadero. Y con lo absoluto de su forma hostil, todos se escondieron del día soleado.

domingo, 3 de mayo de 2009

Varanasi


A lo lejos apenas se distinguía una sinuosa figura serpenteante. A cada momento, cambiaba de color e iba de un ocre parduzco hacia un verde esmeralda para pasar inmediatamente a un anaranjado magenta. Tras un instante, aquella figura informe se presentó como inmenso convoy ferroviario, en cuyos techos de los vagones, una multicolor marea humana daba sentido a la palabra VIDA. Aquella VIDA desembarcó como una ola hacia las puertas de estación, mezclando colores, olores y sabores… La ciudad santa era como el vientre materno para los miles de peregrinos que deambulaban por sus arterias, cuya circulación adolecía de disciplina occidental. En aquel caos organizado, el dulce rumor de la VIDA olía a especias, y cada rostro iluminaba el ausente alumbrado público.


El tiempo carecía de sentido, el espacio también. Fuera del espacio-tiempo, Varanasi es un no lugar en un no tiempo donde el ser humano recobra el sentido primero de su esencia.

Mientras en Manchester, los trenes siguen siendo maquinas de metal, el espectro de colores es huérfano, los fish and chips monopolizan el ambiente con su olor a fritanga, las calles están regulados con semáforos… la gente también, el tiempo se mide con relojes atómicos y los seres humanos se denominan ciudadanos.

EXPEDICIÓN ENDURANCE (prólogo de La armónica de Hurley)

Anuncio publicado en The Times en 1914


"Se buscan hombres para viaje peligroso. Salario bajo, frío agudo, largos meses en la más completa oscuridad, peligro constante, y escasas posibilidades de regresar con vida. Honores y reconocimiento en caso de éxito" . -Sir Ernest Shackleton

LA ARMÓNICA DE HURLEY

La historia otra vez volvió a equivocarse. La historia otra vez volvió a desdeñar a sus verdaderos protagonistas. No fue Shackleton el que nos mantuvo unidos durante esa travesía por el infierno blanco. No era tan carismático como después lo describieron las crónicas, no fue nunca ese líder sólido que supo tomar siempre las decisiones más acertadas. ¡¡¡Ah, yo te maldigo, bastardo Shackleton!! ¡¡Maldigo también la hora en la que se me ocurrió acudir a tu aviso y maldigo tu incompetencia para guiarnos por esas tierras heladas!!¡¡Maldigo el día que se me ocurrió apuntarme a tan descabellada aventura, maldigo al Endurance y maldigo al puerto de Plymouth desde el que partimos un nefasto día de agosto del año mil novecientos catorce!! Maldigo también a los periódicos, a la prensa que tanto te alabó y que siempre creyó que fuiste tú quién nos rescató de los mares helados.

Quiero no obstante, explicar en este mi testamento, quién fue el verdadero héroe de esa maldita expedición. Por supuesto que no fue Shackleton, que era sólo palabrería, inútil vanagloria; un caballerete con demasiadas ínfulas de gloria y de mando. Quién tiró de nosotros, quién mantuvo en pie nuestra esperanza cuando ya todos nos dábamos por muertos en esa tierra baldía, fue Hurley… o quizás fuese más correcto decir que fue la armónica de Hurley. Hurley, que no era tan buen fotógrafo como él se creía, y que como músico, nunca pudimos saber cómo era. Nunca en todos los meses que estuvimos vagando por el hielo, navegando por los mares del sur, o simplemente varados esperando que las placas congeladas se abrieran, dejó Hurley de tocar su maldita armónica. Cuando no estaba haciendo fotos, iba de un grupo a otro tocando melodías silenciosas, marcando el compás con sus enormes botas de piel. Al principio nos resultaba algo peculiar. Pensábamos que no tenía lugar en una expedición tan dura, ese artistucho tan extravagante y sobretodo tan enclenque. Nunca le veíamos arrimar el hombro para cargar algún barril o arriar una vela. Casi siempre estaba apoyado en el palo mayor, con el dichoso instrumento metálico pegado a los labios. Pero lo que es extraño es que nunca pudimos escuchar que sacase melodía alguna de él. Debió de entrarle agua a la armónica, y esta al congelarse taponó todos sus orificios. Sin embargo, el empecinado de Hurley siempre estaba soplando y soplando, siempre agitándose como un péndulo humano en una extraña danza y siempre marcando el compás con los pies. Y siguió tocando esa inútil armónica, cuando el Endurance encalló en la bahía de Vahsel, y continuó su estrambótica danza cuando lo abandonamos, destripado por las placas de hielo. Emprendimos entonces el camino de regreso hacía donde creíamos estaban los puestos balleneros. Fue un viaje insoportable, muy pocos creíamos que saldríamos con vida de ese obligado peregrinaje. Más de una vez quisimos quitarle a Hurley la armónica de la boca y arrojarla lejos; era desesperante escuchar tus soplidos inútiles intentando desatascarla, ver como la cubrías con tu aliento sin conseguir derretir el hielo que la taponaba. Por otro lado, nos dimos cuenta que en tu estúpido empeño, que en tu ánimo inquebrantable por hacer sonar la armónica, estaba reflejada nuestra propia lucha contra la derrota que nos perseguía. Estaba escrita en tu insistencia el destino de nuestro lento emigrar, y que si algún día te desprendieses de la armónica, nosotros, con toda seguridad, moriríamos congelados. Te convertiste así en el icono de la expedición, en el baluarte que había que mantener siempre a salvo. Sin que tu lo supieses, fuimos creando turnos para ir cargando durante nuestro lento peregrinaje con todos tus enseres, para ayudarte a llevar las placas que habías logrado salvar del naufragio, junto con el material fotográfico. Queríamos que tuvieses las manos libres para que pudieses estar la mayor parte del tiempo tocando tu armónica. Nos gustaba que fueses de uno a otro, tocándole alguna callada serenata; casi sin darnos cuentas, tu música sigilosa se convirtió en algo imprescindible para todos nosotros. En tu aliento peleón, estaba en realidad el aliento de todos por sobrevivir.

Y llegaron los meses de espera y hastío en el Campo de la Paciencia, en el Campo Océano. Fueron meses cuyos días eran como lápidas para nuestro ánimo, allí atascados en mitad de la nada. Intentábamos no pensar, ignorar a la muerte que tanto nos rondaba en forma de ventisca, o de sima oculta bajo la nieve. Jugábamos partidos de fútbol, organizábamos carreras de trineos, salíamos a cazar focas o nos pasábamos horas y horas reorganizando nuestros escasos víveres. Pero sobre todo, durante esos meses de aguardo y enflaquecimiento, lo que más nos gustaba era verte soplar y soplar tu armónica inutilizada.

Hubo por fin algunos días cálidos. Los hielos se abrieron y pudimos echar al mar los botes que aún nos quedaban. Pero tampoco el mar se apiadó de nosotros. Estuvo azotando constantemente nuestras frágiles embarcaciones. Fueron muchas las veces que pudimos zozobrar, antes de arribar desesperados a la Isla Elefante. La Isla Elefante era un lugar remoto, deshabitado, pero al menos era tierra firme. La primera tierra de verdad, y no hielo, que pisábamos después de los que nos parecían años de penuria y errática huida de la muerte. Decidió entonces Shackelton dejarnos allí y partir en el único bote que aún permanecía servible. En alguna isla cercana se toparían con algún ballenero que vendría a rescatarnos. Junto a él irían Worsley, el navegante, Crean, Mcnish, Vincent, McCarthy y Timothy. No sabíamos si la suerte era emprender el viaje en ese bote tan flaco o era permanecer allí, esperando. Para los que nos quedamos, volvieron los meses de monótona alerta. Permanecíamos días enteros acurrucados bajo los restos de los botes, apretados unos contra otros, sin hablar, casi sin movernos. Afuera, al otro lado del carcomido casco de madera, azotaban furiosos los vientos y las tormentas. Nos llegaba a veces el lastimero gruñido de una morsa y alguno salía a ver si le daba caza. Y siempre la niebla envolviéndonos, y siempre el olor a sal penetrando en nuestras entrañas, y siempre la humedad anclada en nuestros huesos, y frente a eso, frente a esa desesperación que nos acechaba con mil caras diferentes, sólo teníamos a Hurley. El bendito Hurley, que sentado en una piedra, cubierto por una manta, seguía bufando a su armónica, balanceándose adelante y atrás, extraño contoneo para esquivar el frío, y siempre, siempre, zapateando para marcar el compás de esa canción taciturna.

Ocurrió el milagro y Shackelton volvió un día a bordo del Aurora. Regresamos por fin a Inglaterra, sólo para darnos cuenta de que el mundo entero estaba sumido en una gran guerra. Salimos de un infierno de hielo para darnos de bruces con un infierno de fuego y hierrro. Nadie se percató de nuestro regreso, todos estaban inmersos en esa colosal contienda. No hubo para nosotros fiestas de bienvenida, ni loas para los héroes que no habíamos logrado ser. Regresamos vivos pero sin haber logrado nuestro objetivo, y eso nos desacreditaba para la historia. Uno a uno fuimos movilizados y enviados a los frentes de Bélgica, Francia o Anatolia. Pronto perdí el contacto de los que habían sido mis compañeros durante un par de años. No sé cuántas fueron las horas, los días, las semanas que pasé acurrucado en mi parapeto, ajeno al barro y al estallar de los obuses y pendiente únicamente de si desde alguna trinchera cercana me llegaba por fin, el sonido de la armónica de Hurley.

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Esta historia no acaba aquí sin embargo. Pasados muchos años, muerto Shackelton, muerto Hurley, muerto también quien escribió este testamento; casi olvidados ya los nombres de los hombres que formaron la malograda expedición Endurance, se celebra en el Museo Histórico, Antropológico y Etnográfico de la ciudad de Holguín, en Cuba, una exposición sobre la conquista de los polos. En ella se exponen pues lo típico de las exposiciones de ese tipo: paneles con datos, fotografías y también algún que otro objeto que perteneció a alguno de los intrépidos exploradores. Junto a unos patines que alguna vez usó Admunsen, casi olvidada, está la armónica de Hurley, que desde hace unos días, por culpa de un fallo en el sistema de refrigeración del museo, está continuamente goteando. Comenzará esa armónica un buen día, desatascada al fin, a dejar escapar antiguas melodías marineras. Estará sonando durante meses y nadie sabrá el porque de esa misteriosa, repentina y continua cantinela. Nadie sabrá tampoco que lo que está sonando de modo espontáneo son las canciones que Hurley iba soplando y que ahora, con la armónica descongelada, tienen por fin salida.

Dedicado a Ik Houd Van U

sábado, 2 de mayo de 2009

Cuando Julián se inventó a Javier




Cuando Spinoza lo echaron del Getto por herejía dijo : “cuando se entere de esto Jehovah, como se va a poner la Naturaleza conmigo…”.

Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡

Un día, mientras paseaba a su perro, le preguntaron a Emiliano Zapata: “¿ Tiene miedo a la violencia de la gripe?”. Respondió, mientras exhalaba una bocanada de humo :” ¿Tiene la gripe miedo a la violencia de Zapata?”

Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡

En su lecho de muerte tenía junto a él, no un médico sino un filólogo. Era el último hombre que hablaba Dálmata, así el joven investigador con ayuda de su grabadora, intentaba no perder ni una sola palabra de aquella lengua que agonizaba. Tras el entierro, volvió a la Universidad y sus compañeros le preguntaron con interés: “¿Cual fue la última palabra que dijo antes de morir? Una que no logré entender:”Guau”.

Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡


Era un tío que se tomaba la Vida tan serio que cada vez que escuchaba un chiste… lloraba.

Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡

Estamos en un paritorio, la madrona se afana por hacer bien su trabajo, la madre otro tanto. Tras los consabidos uhhh-uhhh-respira hondo-uhhh-ya viene-uhhh, el recién nacido sale por fin. La matrona lo coge por los talones y le da un cachete en el culo… el recién nacido llorando gira la cabeza y le dice: “Mal empezamos”

Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡

Ella era maravillosa y él la amaba, pero él no era maravilloso y ella no le amaba.

Tras estas aberraciones, un momento para la reflexión…

La Declaración Universal de los Derechos Humanos sostenía en 1949 que los seres humanos nacen iguales…iguales?... sesenta años después siguen naciendo iguales… iguales?

Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡ Grita…¡

¡… Grita contra la Estupidez…¡