miércoles, 13 de noviembre de 2013

Lo infraordinario II



 
 
 
Son las cinco y media de la madrugada. El Sol no es más que un degradado azul marino de un agonizante negro. La ciudad duerme. Aprovecha el final de su viaje onírico con Morfeo mientras las farolas van apagándose poco a poco como si de una cuenta atrás se tratase. Es invierno. Febrero no se decide darle el relevo a Marzo, egoísmo propio de un año bisiesto. La cafetera tartamudea sus últimas gotas. De pie frente a una ventana abierta observa la silenciosa ciudad, vacía, ausente... y por un instante, siente que es el último hombre sobre la faz de la tierra. Sus manos sostienen una reconfortante taza de café humeante. Entre sorbo y sorbo va volviendo a la realidad con una brisa fría que le abofetea el rostro. Suelta la taza y cierra la ventana. Enciende un cigarrillo y va en busca de otro café. Vuelve a la ventana. Ahora la ciudad le parece menos auténtica, el vidrio deforma cada imagen, cada edificio y las farolas apenas iluminan ya una ciudad que despierta al ritmo de una oscuridad planificada. Por entre las montañas pide paso un incestuoso burdeos que anaranja una luna en cuarto menguante. El café está frío. Los primeros transeúntes aparecen de la nada. Morfeo vuelve a su Olimpo hasta la próxima luna. Es invierno.


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