martes, 30 de junio de 2009

Se cierra el Telón


Siempre sostuve que escribir lo podía hacer cualquiera, otra cosa era tener algo que contar.
Tengo un Amigo que cumple la doble condición: Sabe escribir y tiene algo que contar.

(Son las seis y cuarto de la madrugada, me gusta hacer constar la intrahistoria de los relatos)

No recuerdo en que película de artes marciales escuché aquello de “si no puedes ser poeta al menos sé la poesía”
Tengo un Amigo que cumple la doble condición: Es poeta y es poesía.

(Son la seis y veinticinco, me enciendo “otro” cigarrillo y brindo con whisky por la memoria de los muertos)

Siempre admiré la coherencia de aquellos que actúan según sus palabras.
Tengo un Amigo que cumple la doble condición : Es palabra y es Acción.

(Son las seis y media, me parece que el verano es mala época para whisky)

Me estoy dando cuenta a través del relato que tengo amigos demasiado perfectos.

(Ron añejo, eso siempre sabe bien)

Suena Paolo Conte… si un hombre es valorado por los amigos que tiene… voy a ser la ostia y yo sin saberlo… Azurro … senza di te… al in contrario va …

Es martes, tengo sueño y me voy a dormir… y tengo aún más amigos perfectos… que largo se puede hacer esto…

Buena Suerte Julián ¡

jueves, 25 de junio de 2009

Se abre el telón


Son las ocho de la mañana y un minuto. Podía haber escrito las ocho y un minuto de la mañana pero entonces estaría diciendo algo distinto.
Es verano, jueves y el reloj marca las ocho de la mañana y ocho minutos. Enciendo otro cigarrillo y entonces, el reloj se para.

Se cierra el telón.



Silencio.

Babelia. En la portada Cappa en plena juventud. Pienso. Robert está muerto. No pienso.

Tiempo.

Silencio.

No hay Pasado.

Pienso.

No hay Tiempo.

Silencio.



Se abre el telón.

No hay nadie.

Se cierra el telón.


Se abre el telón.

Bruno pasea con su perro por la orilla del mar. El día está nublado y frío. Al volver a casa le espera un earl grey bien caliente junto a la ventana. Mira a través de ella mientras da pequeño sorbos. Es otoño, la mejor época para el recuerdo. Está cansado y espera desde su sillón la llegada de la Eternidad.

Silencio.

Se cierra el telón.

No hay nadie.

viernes, 19 de junio de 2009

EL PRIMER DÍA DEL MUNDO (primera parte)

“Sólo he aprendido a escribir para decirte te quiero”. Piensa el joven Li Tai mientras permanece inclinado sobre la tablilla de bambú. A su lado hay un pequeño montón formado por tablillas similares a la que el joven Li tiene entre las piernas. Están esas tablillas embadurnadas con extraños garabatos de tinta negra. Está sentado sobre el suelo, con las piernas cruzadas, a la sombra de un cerezo. Pasa los días Li trazando más y más caracteres sobre esas finas tiras de bambú. No sabe escribir, pero se ha aprendido de memoria un par de ideogramas, que perfila concienzudamente cientos de veces. Y día tras día los escribe, los retoca, los repasa con esmero, con parsimonia, casi se podría decir que con deleite. Piensa Li que lo que tiene que decir es muy importante, y necesita para ello plasmarlo en la figura más perfecta, con los trazos más delicados y precisos. Tiene a su lado un pequeño cuenco de barro en el que moja ritualmente su pincel de caña. Cuando acaba su trabajo, allá abajo en los extensos campos de mijo de Qiaoxiang, se escabulle Li de su grupo de amigos y se dirige hasta el cerezo. Hace primero una parada en un recodo del camino, y de debajo de unas piedras extrae un pequeño atillo de tela en el que tiene guardados todos sus avíos de escritura. Poco a poco, ahorrando unas monedas de su pírrica paga semanal, ha ido Li comprando sus utensilios en el pequeño mercado de la aldea. Primero se hizo con el pincel, una fina y delicada caña de bambú con un pequeño atillo de pelos de gato pegados en uno de sus extremos. Después, hurtado de la cocina de su chavola, consiguió el pequeño cuenco de arcilla. Luego, como una cigarra que se pertrecha para el invierno, fue Li acaparando tablillas de bambú, que ataba en pequeños fardos y guardaba en el fondo de su alforja. Por último, consiguió su objeto más caro y preciado: un viejo poeta, quizás olvidado de alguna vieja corte imperial, con los ojos ya desgastados y la espalda totalmente curvada, de tantas horas pasadas a los pies de una vela desgranando poemas, le vendió por el precio de seis meses de trabajo una pequeña bolsa repleta de fino polvo negro. El mismo polvo negro que ahora Li, con mucho cuidado y dedicación, usa para elaborar su estimada tinta negra. La misma tinta negra de la que quiere hacer Li la sangre de sus sentimientos. Llena Li Tai el cuenco con agua de rocío, que es el agua, según le dijo el anciano escribano, más pura y por lo tanto más adecuada para elaborar la tinta. Después abre un poco la bolsita de cuero y la espolvorea, con sumo cuidado, para no malgastar su contenido. Se pasa después un buen rato, girando esa mezcla con el pincel, trazando lentos y calculados círculos, hasta que transforma el fondo del cuenco en un lago de azabache.

Todos en la aldea, como suelen padecer las almas originales e inquietas, tratan con cierta sorna e ironía, esa extraña y repentina afición de Li por la caligrafía. Li el agricultor, Li el loco, y sobre todo, Li el analfabeto “¿Qué haces Li, perdiendo tantas tardes a la sombra de un cerezo?”. Sin embargo, nadie en esa misma aldea puede adivinar que Li está enamorado, y que esa necesidad que tiene Li de garabatear tablillas viene empujada por la fuerza e inevitabilidad de ese sentimiento. Sueña Li todas las noches con la joven Yuē. Sueña, como sueñan todos los enamorados, con recorrer con cada luna los rincones de ese cuerpo de azafrán, anhela que sean sus labios mariposas y se posen sobre las florecillas rosadas de las mejillas de Yuē. Quiere Li derramar mil caricias sobre la piel de su amada, sin embargo, hasta ahora, lo único que ha conseguido es sentir el áspero tacto de la lámina de bambú contra el canto de su mano, mientras dibuja cientos de veces las mismas palabras.

Nunca, sin embargo, ha sido capaz de acercarse Li a Yuē. Siquiera ha sido capaz de cruzar una mirada con ella cuando coinciden sus caminos, él hacia los campos de mijo y ella hacia los arrozales. Se desespera Li, pensando que se esfumará Yuē, que otro vendrá que la conquistará antes de que Li le haga saber su infinita pasión por ella.

Así creció la desesperación del tímido joven, hasta que un día, se le ocurrió recurrir a los ideogramas para decirle que la quería. Observando un día al contable de la corte, que cada trimestre se encargaba de hacer una visita a la aldea para comprobar que la producción de los campos y las granjas era la adecuada, descubrió que a cada comentario o cifra que le decían los lugareños, este, el contable, hacía unas extrañas anotaciones en unos rollos de papel. Se acercó pues al contable, para confirmar el motivo de tan misterioso comportamiento. “¿Qué son esas culebrillas negras que dibujas sobre el papel?” El contable, un poco sorprendido por la pregunta le respondió. “Son anotaciones y cifras. Apunto las cantidades que la gente me va diciendo”. "¿Y para qué haces eso?", volvió a inquirir Li. “¿Cómo que para qué hago esto? Para que no se me olvide nada, para llevar todas las cuentas en orden.” Esta vez, el contable fue un poco más áspero con su respuesta. Pese a todo, Li seguía intranquilo, picado por la curiosidad y por cierta idea que se le iba gestando desde el fondo del corazón. "¿Se puede decir cualquier cosa con esos garabatos?" Entonces el contable volvió a girarse hacia Li, estaba ya realmente irritado, y también algo desconcertado por las preguntas de ese joven impertinente. Pero la mirada del joven Li, con la que se topó el contable, era tan inquisitiva que no pudo soltar ningún reproche. Con estos ideogramas se puede decir todo, se puede expresar todo, se puede enumerar todo. ¿Acaso no conoces los misterios del arte de Cang Jie*? Gracias a él los chinos hemos podido llegar a ser tan sabios, y crear este imperio tan poderoso, que ahora gobierna nuestro prudente emperador Qin Pero Li no pareció impresionarse por la respuesta del contable. Él sólo quería saber una cosa. “¿Se puede decir te quiero con esos garabatos oscuros?.” Y nuevamente volvió a enrojecerse el rostro del contable, ya completamente ajeno a su tarea de cálculo y anotación, y nuevamente volvió a mirar a Li para decirle: “Pues claro que sí, estúpido ignorante. No te he dicho que con este invento se puede expresar todo”. Y mientras le gritaba de ese modo a Li, hizo unos rápidos trazos en una esquina del papel que estaba usando para hacer las anotaciones, rasgó esa esquina y se la acercó a Li. “Toma ¿esto es lo que quieres? Ahora lárgate, ¿no ves que estoy trabajando?”. Y eso es lo que hizo el radiante Li. Cogió con ansia el pequeño trozo de papel, lo guardó en uno de los bolsillos de su faldón y con una mirada rebosante de agradecimiento se fue alejando del contable mientras realizaba infinitas genuflexiones.

EL PRIMER DÍA DEL MUNDO (segunda parte)

Y ese pequeño papel era el mismo que Li todas las tardes colgaba de una rama, para tenerlo siempre bien visible. Y el par de extraños borrones que había escrito en su interior, era lo que Li copiaba una y otra vez sobre las tablillas de bambú, procurando en cada intento, que los trazos fueran más precisos, las formas más bellas. Quizás lo que escribiese Li, fuera lo mismo que el contable, pero pensaba Li que él debería escribirlo de un modo más hermoso y profundo. El mensaje que quería llevarle a Yuē merecía el mayor de los respetos y dedicación posible. Ese amor tan profundo e intenso que desde hace tanto tiempo le dominaba, debía ser reflejado por la forma más preciosa que fuesen capaces de crear sus manos.

Y así se mantenía ocupado Li en sus ratos libres. Siempre que no estaba trabajando se iba hasta el cerezo y retomaba bajo su sombra, su inmutable tarea de escribano. Así hasta que un buen día, de improviso, ocurrió el milagro. Se quedó Li, absorto durante muchos minutos, contemplando la pequeña pero perfecta obra que por fin había logrado crear. Sostenía con delicadeza la tablilla de bambú, casi con miedo de que esta se le deshiciese de repente entre los dedos. La miraba con sorpresa, con veneración, también con orgullo. Pasado su momento de estupor, apartó de su regazo todos los utensilios y se puso en pie. Sopló sobre la tablilla para que se secase más rápido la tinta. La guardó por fin en una pequeña funda de cuero y salió corriendo hacia la aldea. Corría Li veloz, radiante, embriagado por el logro, imaginándose ya cientos de noches de felicidad abrazado al cuerpo de su amada. Notaba el peso ligero de la funda de cuero en su mano, y conforme se acercaba a la aldea sentía también como se iban diluyéndo en su interior todos sus miedos, todos sus recelos, todas sus angustias. Se imaginaba ya Li de rodillas, frente a Yuē, declarándole su amor con las palabras más bonitas que jamás se habían escrito.

Sin embargo, se topó en su carrera con una pareja de soldados que al momento, al verlo tan azorado le dieron el alto. Tuvo el muchacho que detenerse y plantarse frente a ellos. “¿Dónde vas, muchacho, no irás huyendo? ¿No estarás robando?”.No, no huyo de nadie, simplemente le llevo un regalo a una amiga”. “¿A una amiga? Seguro que tramas algo. Alguien tan feo cómo tú no puede tener buenas pretensiones con una mujer”. Empezaron a reírse y a darle algunos empellones con los extremos de sus lanzas. Li intentaba mantenerse sereno, firme pero con la cabeza gacha. Ese par de pícaros pronto se aburrirían de él y le dejarían continuar su camino a la aldea. “¿Y qué es lo que le llevas a tu amiguita? ¿No sabes que todo lo que circula por estos caminos pertenece al emperador?” “Es sólo una sencilla tablilla de bambú. Nada que pueda interesarle a nuestro emperador”.” ¡¡Dánoslo, y nosotros te diremos si le place o no!!.”. Y de un manotazo le arrancaron la bolsita de cuero. Temblaba Li pensando que podrían romperla si le daban algún golpe, así que se contuvo y dejó que los soldados indagaran su contenido. Vio como sacaban la tablilla, la miraban primero extrañados y después al comprobar que estaba escrita por uno de los lados, notó como se le arqueaban y encendían furiosos los rostros. “¿Qué es esto miserable? Pretendes burlarte de nosotros. ¿Qué es esto que está escrito?¿Qué es lo que pone en esta apestosa tablilla?. ¿Es este el nombre de nuestro emperador?.” “¿Acaso no sabéis leer?. Es sólo un regalo para mi amiga. No dice nada importante”. “¿Qué sabrás tú lo que es importante o no, gusano? Dinos, ¿es esto que está escrito el nombre de nuestro emperador?”. Li estaba ya desconcertado y asustado. No comprendía bien qué le preguntaban esos soldados, el porqué de tanta insistencia. Sólo quería que le dejasen en paz, quería llegar lo antes posible al lado de Yuē. “No”, les respondió, “No, no, no. En esa tablilla no está escrito el nombre del emperador. Por favor, dejad que me vaya…”. Pero Li no pudo terminar su súplica. Los soldados se echaron sobre él, le golpearon con las lanzas, lo tumbaron al suelo y siguieron pateando su cuerpo hasta que el pobre Li perdió el conocimiento.

Por la mañana, cuando todos los vecinos de la aldea se dirigían a los campos de trabajo, lo primero que vieron fue el cuerpo inerte de Li. Estaba colgado del cerezo bajo cuya sombra había pasado tantas tardes escribiendo. El viento lo balanceaba levemente y por unos momentos parecía que fuese a recobrar la vida. Poco a poco los aldeanos vencieron el miedo y se acercaron hasta él. No entendían qué es lo que le podía haber pasado al joven Li. No se imaginaban quién podía haberle hecho algo así al pobre Li. Sí descubrieron que sobre su pecho, había colgada una tabla de madera que llevaba impresa el sello imperial. También había algo escrito, parecía un aviso, aunque nadie logró entenderlo, porque nadie en la aldea sabía leer. Tampoco la joven y bella Yuē supo nunca que le pasó a Li, ese personaje tan peculiar, tan apocado que nunca se atrevió a hablarle. Nunca supo Yuē lo mucho que Li la amaba, y que ella, indirectamente, había sido la causa de su muerte….
Nota: En el año 212 A.C. el emperador Qin Shi Huang decretó que fuesen quemados todos aquellos documentos que no hiciesen referencia a su persona. Quería borrar todo rastro de historia anterior a su reinado. Quería ser así el primer emperador de la historia. Muchos intelectuales que desobedecieron esa orden fueron enterrados vivos.
Cang Jie*: Según la leyenda, fue el inventor de los caracteres chinos.

sábado, 13 de junio de 2009

RIE… ES GRATÍS Y SUBVERSIVO

En cualquier régimen totalitario, más allá de sus ficticias ideologías generadoras, existen dos elementos subversivos que son combatidos ciegamente: La Música y la Risa.

Es 1985, Berlín oriental, la radio oficial como parte de su programa cultural pone una canción procedente de España. Estamos en plena guerra fría y los aires de cambio aún están por llegar. Interprete, Bambino, título de la canción “La Pared” , estribillo “donde está esa pared que separa tu vida y la mía”… al día siguiente se refuerza la vigilancia del muro, el locutor es arrestado por incitar a la subversión.


Portugal, nuestra prima fea, 1974. El locutor anuncia con voz temblorosa la siguiente canción… “Grandola, Vila Morena”, comienza la Revolución de los Claveles, toma esa Salazar… Franco, a ti te queda poco… viva la neumonía…


Cuba. Un huevo duro corriendo por la calle con una masa de personas corriendo detrás de él. Se encuentra en su huida con una pata de jamón y este le pregunta :” Huevo ¿Por qué te persiguen esa gente?- Me quieren comer, responde el huevo .
El Jamón le dice:”Pues, escóndete detrás de mí, que aquí no me conocen…”. Cuando este mal chiste se pueda contar en Cuba, estará un poquito más cerca de la democracia… o algo así…

1991. Primera guerra del Golfo. Semanas antes de la invasión norteamericana, la radio iraquí pone una canción de Lola Flores. La letra rezaba así “…tú lo que quieres que me coma el tigre, que me coma el tigre… mis carnes morena…” La inteligencia militar interpretó un ataque con misiles químicos, la guerra se adelanta tres días de lo previsto.

Sergei Eisenstein y Charles Chaplin. El primero, el mejor director de cine hasta la fecha, el segundo un genio. Bien, de la Unión Soviética jamás nos llegó, porque no se hizo nunca, una película cómica, algo de humor, nada. El segundo, a través del humor denunciaba las injusticias de nuestra sociedad, fue acusado de comunista y tuvo que tomar el camino del exilio… que paradoja: Comunista, un creador que usaba el humor .

Si recordáis el argumento del Nombre de la Rosa… eso es, el supuesto libro de la Risa de Aristóteles.

Desconfiad de quienes ven en la risa algo vulgar y reprobable. Asimismo, de la música como de una simple sucesión de notas musicales.

¡¡¡¡¡¡¡VIVA EL BUFONISMO ILUSTRADO !!!!!


Bambino. La Pared.
Jose Afonso. Grandola Vila Morena
Lola Flores. “Que me coma el tigre”
Seguei Eisenstein “ 1917” “Acorazado Potemkin”
Charles Chaplin “Tiempos Modernos”

viernes, 5 de junio de 2009

Rhapsody in Blue


Lo mejor de viajar en tren, bueno en cierto trenes, es que el hilo musical a veces te sorprende y las películas aún más. Un veinticuatro de diciembre en un tren de cercanías garrapatero, con apenas media docena de individuos cabizbajos en el vagón, el maquinista quizás para quitarse la depresión navideña puso en funcionamiento el hilo musical. La sorpresa fue doble , funcionaba y además no puso los putos villancicos que te martillean en cualquier parte en esa época. ¿Adivináis? Si, Rhapsody in Blue de George Gershwin. En un instante, todo se transformó. Por la ventanilla veía los rascacielos iluminados y al fondo el puente de Brooklyn, incluso uno de los pasajeros se transformó en Woody Allen. Y durante aquel trayecto al corazón de Manhattan, la mediocridad cotidiana desapareció durante los 16 minutos 24 segundos que duró la composición, sentí que la realidad por sí misma no era nada sin nosotros, y nosotros no somos nada sin los sueños.

Lo definitivo… el pasado es humo, el futuro nadie lo sabe y el presente es un regalo, por eso se llama presente… creo que lo extraje de una película durante un trayecto en AVE… ya me acuerdo… Kung Fu Panda…

La vida está llena de señales para el que busca, en un sentido u otro, simplemente hay que observar atentamente lo que nos rodea, incluso en un tren garrapatero, a una hora intempestiva, un día cualquiera… No existe pregunta sin respuesta ni principio sin fin…

Prepararé té para tres, la eternidad será muy larga…