A lo lejos apenas se distinguía una sinuosa figura serpenteante. A cada momento, cambiaba de color e iba de un ocre parduzco hacia un verde esmeralda para pasar inmediatamente a un anaranjado magenta. Tras un instante, aquella figura informe se presentó como inmenso convoy ferroviario, en cuyos techos de los vagones, una multicolor marea humana daba sentido a la palabra VIDA. Aquella VIDA desembarcó como una ola hacia las puertas de estación, mezclando colores, olores y sabores… La ciudad santa era como el vientre materno para los miles de peregrinos que deambulaban por sus arterias, cuya circulación adolecía de disciplina occidental. En aquel caos organizado, el dulce rumor de la VIDA olía a especias, y cada rostro iluminaba el ausente alumbrado público.
El tiempo carecía de sentido, el espacio también. Fuera del espacio-tiempo, Varanasi es un no lugar en un no tiempo donde el ser humano recobra el sentido primero de su esencia.
Mientras en Manchester, los trenes siguen siendo maquinas de metal, el espectro de colores es huérfano, los fish and chips monopolizan el ambiente con su olor a fritanga, las calles están regulados con semáforos… la gente también, el tiempo se mide con relojes atómicos y los seres humanos se denominan ciudadanos.
4 comentarios:
JOder Javi, me encantan estas cosas últimas que estás escribiendo. Estás desatado y tirando de este blog. Menos mal, porque el resto. Ayúdame a darle un tirón de orejas a las niñas. Por cierto, pista libre para tu visita a Albacete. Llámame y recuerda que te recojo en Ciudad Real. Un saludo. Y repito, geniales tus cuentos, me estás alegrando el fin de semana.
Este me ha gustado mucho, ánimo. Vaya ritmo llevas, enhorabuena.
Me encanta, precioso el último párrafo.
Cris.
PD. ¿Qué acontece en tu vida, que nos riegas el blog de esta manera? ¿Alguna catársis?
El fin del principio
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