Joseph era un ser extravagante de aspecto entrañable...
Cuando la cosa se ponía peligrosa, allí no aparecían ni los mismos que calentaban el ambiente, ya de por si caliente con el sol del verano. El insensato paseaba por el barrio en la época de los francotiradores, suerte que lo desperté con el agua de mi limpieza semanal...desde entonces fue mi mejor cliente cuando aparecieron las maquinillas chinas de hojas intercambiables...una aberración para el noble arte del barbero. Hablaba muy poco pero escuchaba mucho y bien, creo que me entendía porque siempre se reía de mis chistes… Procedía del Mediterráneo y eso se notaba en su barba, tenia que afeitarle dos veces o bien poner a punto la navaja...prefería lo primero que me daba más tiempo para hablar...
Trabajaba para esos que vienen al barrio de vez en cuando con sacos de harina de maíz “made in usa”, con las caras blancas llena de crema para el sol y con la prisa que da no tener a un batallón de soldados mirando hacia todos los lados... Joseph era diferente, o tan idiota para no darse cuenta de donde estaba o bien no temía acabar como rehén de los barbudos.
A los barbudos los tenia controlados en mi trastienda vendiéndoles lo que me pidieran, a cambio me respetaban a la clientela. Salvo lápices y aspirinas, aún me quedaban lanzagranadas soviéticos y collares de cuentas yemeníes para una larga temporada.
Un día tuve un sueño y todo cambió... sobrevivir no era vivir... En los últimos treinta años he visto como ha cambiado mi barrio, y siempre a peor, esperando como el suicida que llegue el final del acantilado...sobrevivir no es vivir...la esperanza de tiempos mejores acabó junto a mis últimos lápices. No queda nada de nosotros salvo el recuerdo de unos tiempos miserables mejorados a golpes de más dolor... ya no escuchan risas, incluso el tonto del barrio ha dejado de hacer bufonadas...
…La torre cayó. De repente como en Babel, dejamos de hablar el mismo idioma. Vecinos, hermanos de miseria empezaron a reivindicar algo que ni siquiera ellos sabían que era.
Los barbudos querían vivir con los barbudos, los bajos con sus semejantes enanos, los idiotas con los idiotas . . .y así como si de un juego infantil se tratara, la gente dejó de hablarse...y empezaron a quemar libros... ya se sabe que viene detrás.
¿Qué ha dejado de pasar para que no pase nada? El ciclo de la vida se ha invertido, se nace muerto, se muere para vivir, los hijos sustentan a madres viudas, se enviuda antes de casarse. Los adultos juegan, los niños tiran de carros con miradas tristes sin tener a un poeta que los quiera...
Cada noche subo a mirar las estrellas, me quedo tumbado pensando...después creo haber encontrado una solución para el día que se avecina... la llave que nos abrirá las puertas del cielo en la tierra... cada mañana descubro que han cambiado la cerradura... nada es igual al día anterior pero nada ha cambiado... y los niños siguen tirando de carros... y las mujeres siguen viudas... y los poetas venden verduras en el mercado…
La suerte guió los pasos de Joseph a nuestro barrio. A pesar de ser extranjero, era con el único que podía hablar de mis noches en vela, los del barrio me abrían tomado por loco, y ya tenemos uno que lo hace muy bien para su edad; setenta cumplirá el mes que viene y aún es capaz de trepar palmeras en la época del dátil.
Dejamos de lamentarnos y entre todos reunimos el cerebro necesario para idear nuestra particular liberación y el resto, la suerte, ya no importaba.
Cazando imágenes, sueños, palabras con las que escribir un cuento...
lunes, 1 de diciembre de 2008
EL BARBERO (2ª parte)
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1 comentario:
Qué susto. Creía que había terminado y no me había enterado de nada. Ya he visto que hay una tercera parte.
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