viernes, 5 de marzo de 2010

Gnossienne nº 5. Satie




Los visillos de las ventanas flotaban dulcemente con las caricias de la brisa de una noche de verano. La música del tocadiscos sonaba a jazz, entre nota y nota el genuino sonido de la estática enriquecía aquel vinilo. Luz tenue y anaranjada, la justa para crear un ambiente donde la música y la brisa pudieran abrazarse en un movimiento de balanceo, donde ella con el cabello aún húmedo de la ducha, acompasara su caderas con las mías en un eterno baile…en una eterna unión… Vainilla, su pelo olía a vainilla… sus manos me recorrían la espalda tan dulcemente que la música palidecía y yo quería vivir eternamente con ella…

Su cuello, terso, largo…era mi horizonte, su hombro mi consuelo…la música sonaba

Al fondo de la sala, una televisión muda emitía un videoclip de los Joy Division .

La brisa me acarició el rostro a modo de beso, de beso de despedida…abrí los ojos, la habitación seguía igual, la luz más tenue, ella no estaba… sentado en aquel sillón, miré el telegrama que yacía convertido en una pelota junto al teléfono descolgado … Abrí otra botella y me quedé mirando a través de la ventana aquella dulce noche de verano…el disco había finalizado, ahora sólo se escuchaba el rumor lejano del tráfico nocturno…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Brindo por esa bonita frase "...sus manos me recorrían la espalda tan dulcemente que la música palidecía..."
...erizados todos los pelos...

Javier dijo...

Ya pensaba que nadie iba a leer este pequeño relato. Francamente, me parece mejor que aquellos que han tenido más comentarios y eran deprimentes... Brindo...