Con las prisas, se le cayó la cuchara de las manos. Tampoco atinaba a ponerse el abrigo, y decidió tirarlo a la cama e irse sin él. Andaba con paso rápido, y prefirió no mirar atrás por temor a arrepentirse. Por una vez en su vida, dejó guiarse por algo que no fueran la razón o sus derivados.
Aunque en ningún momento hubiera considerado que estaba realmente enamorado, sintió una punzada en el pecho cuando vio, en el lugar donde habían quedado, una ambulancia, y un cordón policial que no le dejaban acercarse a lo que, diez minutos antes, había sido la causa de su nerviosismo, de la caída de la cuchara, y de que fuera en mangas de camisa a tres bajo cero.
3 comentarios:
wauuuuuuuuu. J.
Cada uno en su estilo. Me gusta cada vez más este rinconcito que estamos creando, compañeros, para sentirse muy orgullosos. Cris con sus palabras concisas y precisas, Javi con sus meditaciones, y yo, bueno, yo con mi tendencia a alargarme demasiado. Lo dicho, me gusta este blog y el estilo característico de cada uno. ¡¡¡ENHORABUENA A GORAN ZELIC Y SUS DOS MOSQUETEROS!!!.
Me encanta este tipo de cuentos, me parecen un bocado exquisito.
Miau!
Sonia
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