viernes, 6 de noviembre de 2009

La Vida es un Caravasar. Tiene dos puertas, por una entré, por la otra salí…*


Escuchar a Caruso o a Pavarotti es siempre un placer comparable con el sabor de un oporto servido en una copa de cuello largo y de cristal, lo suficientemente grueso para no llegar a ser vulgar ni tan fino, que su delicadeza nos desvíe nuestro paladar la atención hacia la fragilidad del vidrio… Nuestro Leandro, que visita este fin de semana la Alhambra, no debe olvidar que más allá del marketing a lo Mac Donald que se ha convertido el monumento nazarí, hacer el esfuerzo de quedarse con lo sutil del conjunto. Como el oporto, el continente es tan importante como el contenido. El paseo de los tristes, no sé como estará ahora, de noche con el continuo rumor del exiguo Darro y el verdor de la ladera de la Alhambra, seres extravagantes y el ir y venir de guiris perdidos con guías en mano te convierte en invisible. Esa invisibilidad te hace como la buena copa de oporto, apreciar con mayor sensibilidad lo mágico del lugar. Julián, como el mejor poeta que he conocido en esta vida, podrá narrarte mejor que yo un paseo por el Albaycin y la puesta de sol desde el mirador de San Nicolás.

Escuchar a Manuel de Falla es siempre estar entre el universo de Debussy y el extraño cosmos del Surrealismo, que mirando desde su carmen del Albaycin creó las melodías más maravillosa que ningún cadavérico billete de 100 ptas. pudo pagar.

Cuando la palmemos, entenderemos que una melodía, una pintura o la simple escritura puede descubrirnos el alma del sujeto que lo compuso. Como yo ya estuve muerto una buena temporada, os puedo asegurar que la figura exigua, vida humilde y castidad de Falla engañaba. En su obra refleja fuerza, virilidad y un mundo dionisiaco que ni el más golfo de los genios pudo expresar en corcheas… Eso sí, eligió una vida, que hoy denominaría los new ages budista. Y esto venía a colación por el viaje de Leandro a Granada.

Ni toda la tecnología ni la realidad virtual que nos venden podrá sustituir un vino tinto de garrafón servido en una taberna de Granada, donde la amabilidad brilla por su ausencia pero que nos demuestra una vez más, que los lugares sobreviven al efímero humano que los habita.


*Emine Sevgi Özdamar. La Vida es un Caravasar (tiene dos puertas, por una entré, por la otra salí.

2 comentarios:

Julián Mª Guzmán. Club de Lectura Aljaima dijo...

Coño Javi, qué ganas de tomarme unos vinitos en esa cafetería a la que tanto íbamos, aunque a horas cambiadas... ¿cómo se llamaba? Bueno, y ya que estamos, a patearse ebrios Graná...

Julián Mª Guzmán. Club de Lectura Aljaima dijo...

Por cierto, tienes parte de razón... Esto se empieza a parecer un poco a la desidia. Mis excusas de que tengo el ordenador roto casi no me las creo ni yo. En fin, sigue escribiendo que ya pronto te alcanzo...