sábado, 3 de enero de 2015

Uri Geller estuvo aquí




Hubo un tiempo que lo más cercano a la tecnología era tener un radiocasete traído de Ceuta y aquel reloj digital que te regalaron en la comunión marca Kasio ( con un Casio te habrían anticipado tus padres media herencia). A finales de los setenta todo estaba por venir como las máquinas recreativas del comecocos a cinco duros la partida, los walkies talkies de los Reyes que duraban tanto como las pilas de 9 voltios que traían, los bolígrafos que se podían borrar... Una noche, medio país miraba a la pantalla del televisor con su colección de relojes de Ceuta en la mano con la esperanza que aquel tipo con pelo afro le ahorrara tener que tirarlos a la basura. Con la confianza que daba la traducción casi simultánea de José María Íñigo, Uri Geller hizo que al día siguiente todo el mundo dijera que los suyos volvieron a funcionar... éramos entonces un país con ganas de creer en lo que fuera tanto que aprobamos una constitución como la del 78 con nuestro particular Uri Geller, éste de Ávila y mejor prestidigitador que el anterior. Los siguientes fueron de peor calidad y aunque todo el mundo les pillaba el truco, los tíos seguían como si tal cosa... seguíamos siendo un público fácil.
Pasó el tiempo y ya no esperábamos nada. La tecnología no nos sorprendía, si el tamagotchi made in japan se presentaba en mayo como muy tarde lo teníamos para reyes de ese año, ya no éramos un país de camiseta de Naranjito y zapatillas Tórtolas o Yuma, calzábamos Nike y Adidas. Teníamos un tren de alta velocidad, una exposición universal y unos juegos olímpicos todo en el mismo año. Al siguiente, una tasa de paro tremenda y una reforma laboral que inició el fin de la lucha obrera de más de cien años. Los noventa empezó mal y acabó con el milagro Aznar, la popularización de los teléfonos móviles y los españoles viajaban a Nueva York de compras...España era una fiesta. Las fábricas de ladrillos echaban humo, las facultades vomitaban ineptos con título a 25,000 pesetas la expedición y los viajes del Imserso hacían furor. El milenio nos trajo una moneda nueva, un café a 200 pesetas y la euforia de analfabetos que jugaban con dinero del monopoli.
Mientras el mundo encogía el culo ante una Crisis sin parangón, nuestro prestidigitador de turno negaba la mayor de su truco pero repartía 400 euros para anestesiar la paliza que nos iba a caer. La tecnología nos sirvió entonces para protestar desde casa con un No Me Gusta, firmas online contra cualquier cosa y organizar una pseudorevolución en una primavera cálida en plazas calientes. Nota curiosa : En ese año empezó mi insomnio.

2015. día 3. No sé que os traerán este año los reyes, si una pulsera que os dice como vivir, un teléfono que hace de todo menos hablar con los demás, una cosa redonda que limpia la casa dando vueltas... no lo sé... Yo he pedido que Uri Geller nos vuelva hacer creer en la magia. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Volver a creer en la magia... Bravo! Todo es ponerse.

Yo he pedido que alguien me cuente historias...cualquier cosa, no necesariamente"en modo Petete"...

Avanti firme!!!

Anónimo dijo...

Por lo pronto, el 2015 ya ha traído este cuento. ¡Y esto es mucho! Empezamos muy bien el año.