jueves, 8 de enero de 2015

Si Cervantes levantara la cabeza



                   *
El libro, pues, al conservar sólo las palabras, conserva sólo la ceniza
del efectivo pensamiento. Para que éste reviva y perviva no basta con el libro. Es
preciso que otro hombre reproduzca en su persona la situación vital a que aquel
pensamiento respondía. Sólo entonces puede afirmarse que las frases del libro han
sido entendidas y que el decir pretérito se ha salvado. Platón expresa esto diciendo
que sólo entonces los pensamientos del libro son hijos legítimos —σιείς γνηζίοσς,
278, a— porque sólo entonces quedan verdaderamente pensados y recobran su
nativa evidencia —έναργές. Pero esto no podrá hacerlo sino aquel que se encuentra
siguiendo la misma pista que el autor —ηψ ηαύηόν ίνζς μεηιόνηι, 276, d.—, por
tanto, que antes de leer el libro ha pensado por sí sobre el tema y conoce sus
veredas.
Cuando no se hace esto, cuando se lee mucho y se piensa poco, el libro es un
instrumento terriblemente eficaz para la falsificación de la vida humana: “Confiando
los hombres en lo escrito, creerán hacerse cargo de las ideas, siendo así que las toman por de fuera, gracias a señales externas, y no desde dentro, por sí mismos...
Atestados de presuntos conocimientos, que no han adquirido de verdad, se creerán
aptos para juzgar de todo cuando, en rigor, no saben nada y, además, serán
inaguantables porque, en vez de ser sabios, como se supone, serán sólo cargamentos
de frases”, 275 a. C. Así Platón hace veintitrés siglos.”
José Ortega y Gasset,1935.

No voy a negar que me encuentro exiliado dentro de mi casa. Me evado de vez en cuando para suplir esa necesidad tan tonta que tiene cualquier ser vivo de comer, lleno el carro del supermercado y vuelta a casa. No me siento solo, la música, la radio y la televisión suplen con creces la necesidad de sentir el murmullo de la civilización.
Ayer fui testigo como el odio remataba a un ser humano tendido en plena calle, hoy tocaba la interpretación de los hechos. El Telediario de La Cuatro, después de hablar de ello y de las rebajas, resaltaba un dato de la encuesta del CIS sobre nuestro descendente hábito de lectura. Hoy, un amigo publica en facebook como la reincorporación de los empleados despedidos hace meses de la biblioteca de Cuenca repercutía en la reapertura de los servicios cerrados durante su ausencia... es curioso... Hoy, también, El País publica una entrevista con Juan Marsé donde destaca este titular “España es un país de cabreros”.
En mi pésima experiencia por las bibliotecas españolas, dentro y fuera del país, todas cumplían la misma máxima : “pidan lo que pidan que no se vean huecos, que parezca una biblioteca”. Los libros eran la excusa, las personas un estorbo. He visto tirar libros a la basura mientras intentaba convencer a la desesperada a una cónsul española en Albanía y responsable de una delegación del Cervantes que los salvara, que le pagaría los portes, la tía me miraba extrañada mientras se comía dos cornettos de crema sin respirar pero... La “cultura española” se salvaba en recepciones con tortilla y “vino del país”. He visto intelectuales subvencionados que se pirran por primeras ediciones mirar hacia otro lado cuando se les hablaba de salvar una biblioteca y después hacer una parodia de ello en unos de sus panfletos a los que llaman libros. He visto el desprecio más absoluto por aquello que Ortega y Gasset defendía en la apertura del Segundo Congreso Internacional de Bibliotecas en 1935 y luego citarlo para estar en la “cresta de la ola”. He visto el desprecio de mal llamados “bibliotecarios” a chiquillos que iban buscando en los libros esa ventana al mundo que los salvara de vidas enclaustradas en ciudades sin esperanza. Ahora me diréis que tiene que ver todo esto con lo anterior... La Ignorancia.
La civilización no consiste en saber manejar un smartphone ni tan siquiera una calculadora. La civilización significa la evolución del género humano, entendido éste como el desarrollo de las capacidades de sentir, de amar, de soñar... lo que nos hace verdaderamente humanos. Las bibliotecas no nacieron para ser lugares de culto, perfectamente ordenadas, políticamente pulidas... nacieron de la necesidad del ser humano de aporta conocimiento “humano” a las generaciones venideras, no como dogma sino como base de su propia y natural evolución.

Hoy escribo esto desde la pena de sentir que en este estúpido país las bibliotecas siguen siendo almacenes de libros sin alma y seguiremos preguntándonos en que nos hemos equivocado. 
* Actual Biblioteca de la Real Academia de España en Roma

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