El edificio hacía honor a su inquilino, descuidado, escalones de madera gastada, pintura descascarillada… el visitante era envuelto por una sensación de hospitalidad confirmada al cruzar la puerta de su anfitrión.
En cada habitación, las estanterías cedían parte de sus vástagos a mesas donde se apilaban a modo de kilos y kilos de papel encuadernados… Mientras, los rayos de sol penetraban entre las cortinas raídas por el paso del tiempo… Un dulce aroma a café inundaba toda la casa que atraía al visitante hacía la cocina… Con una sonrisa y un gesto con la mano, invitaba a los intrusos a tomar asiento y compartir el dulce elixir negro junto a una inmensa fuente de pastas danesas… Era otoño, la mejor época para el recuerdo…
De repente, el visitante se encontraba envuelto en una atmósfera de serenidad que le hacía olvidar la razón de su estancia allí, el mundo se había tomado un respiro por unos instantes…
Para llevar treinta años sin salir de su enorme apartamento, estaba informado con todo detalle de lo que sucedía más allá de su puerta y eso, sin tener un televisor o una radio para ello. Zelic ofrecía más café al tiempo que arrimaba a la mesa de la cocina licores y delicias turcas. En la estancia principal, entre mesas, estanterías, papeles, mapas, libros y más libros presidía una enorme fotografía de tres por dos metros de una isla del pacífico.
Cualquiera de sus visitantes sacaban la misma conclusión errónea sobre Zelic : “Pobre hombre ¡, Ahí es donde le gustaría vivir “ y miraban a su alrededor el caos ordenado…
Una vez, uno de sus amigos más antiguo, le preguntó :
- Zelic ¿por qué llevas treinta años encerrado aquí? ¿Es miedo, qué es?.
- Amigo mío, creo que no has aprendido nada de tus visitas a mi casa.-Tomó aliento y prosiguió con melodía pedagógica.- Tú llevas viajando a lugares maravillosos el mismo tiempo que yo no salgo de casa y vuelves aquí tras una pequeña estancia en tus paraísos. Yo sin salir de casa vivo en el paraíso, ahí tienes como veo mi casa.- señalando la fotografía.
Dedicado a todos aquellos que siguen buscando sus paraísos.
3 comentarios:
ufff...que güevos...sentir lo que creo...y creer lo que siento..cuando, donde y porqué dejare de creer o dejaré de sentir...
Qué bueno Javi... Y como siempre, el primero.
Muy en tu estilo, sí señor.
C.
La verdad que sí, Javi, me gusta como cada uno le da un tonillo particular sus cuentos. Me han dado gana de echarle un vistazo a los cómics de Corto Maltés. Javi un fuerte abrazo y a seguir creando. Se te echa de menos en Albacete. Por cierto, ¿qué tal tus gestiones madrileñas? Julián aprendiendo a ser Zelic
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