martes, 19 de abril de 2011

Nuevas prestaciones: EL PARAISO, PROSTÍBULO & ‘Hiper Market’ DE MITOS (1ª parte)

Sherlock Holmes Philip Marlowe Sam Spade Hércules Poirot Lew Archer

¡Atención!
Nuevas prestaciones: EL PARAISO, PROSTÍBULO & ‘Hiper Market’ DE MITOS
“Sexo Tiempo Compartido”
Como siempre: La más moderna forma de investigación, precios populares

“Julio César ‘Toto’ Flatuletti”
Detective privado free lance
Bv. Chacabuco 1300 –‘El Paraíso’
Pregunte por Toto
5000 Córdoba - República Argentina


Referencia: 18° Civilización y barbarie

Le dicen motu proprio.
Me hirieron cuando traté de mediar entre dos familias que se amasijaron por un inodoro.
Los puazos cicatrizaban bien, arranqué de mis brazos las agujas para canalizar y me di el alta del de ‘Urgencias’
—¡Al ‘Paraíso’!—ordené al taxista. No hizo falta más datos, sonrió cómplice. Fuimos al prostíbulo por el camino corto.
Enorme fue mi sorpresa.
El señor gobernador había ordenado demoler, entre gallos y medianoche, la casa de gobierno con todo y archivos para hacer un parque temático.
Sólo el prostíbulo sobrevivió a la demolición.
El hombre (esclavo de sus pasiones), la mujer (de sus proyectos), algunos géneros menores (esclavos de sus genitales), el primer subsuelo (quimeras de los que pueden) y el almacén de mitos (segundo subsuelo) con la ‘Máquina de las circunstancias’, hicieron del ‘Paraíso’ un ícono emblemático donde el cliente tiene placer garantizado o se devuelve el dinero.

Acuché a “Anaconda 44 magnum 6 pulgadas (Colt)” en la sobaquera. A pesar del calor me puse la campera (mejor si pasa desapercibida), me dispuse a investigar la desaparición de Boby en la villa miseria.
—Tené cuidado —dijo Strella —es bestial el maridaje entre miseria y violencia.
Puse en valor al prostíbulo —¿Me estaré ablandando?

Villa Sangre y Sol.
Llegué temprano, aún se podía respirar. La planta de tratamientos cloacales del Bajo Grande no desborda hasta la diez. El sol tampoco aprieta del todo a esa hora.
Un sarnoso suspendió los arrebatos de montar una enorme perra en celo. Me ladró sin ganas pretendiendo mear el territorio, acabó mordisqueando desesperado las estrías de su lomo putrefacto.
Aprovechó la oportunidad un perrito amariconado entre caniche toy y lagartija. Sólo llegaba a la enorme vulva con su hocico, estirando el cogote y subido a un cajón. Brincó excitado por el codiciado fruto con su pequeña pija roja totalmente dilatada, trató de atenazar a la perra con las patitas delanteras.
Los pendejos que vagaban alrededor se cagaron de risa por el tremendo esfuerzo, yo no.
A poco los saltitos se espaciaron, sentí pena por él. No sé bien por qué, también mi autoestima se fue a la mierda.

Una pendeja estrenaba menarquía jugando con un celular de reciente aparición en USA (aún no comercializado en Argentina). Sus brazos insinuaban análogas erupciones caninas. Finos tobillos, culo parado, copiosas feromonas, epifanía.
Me inundó una oleada de insoportable deseo, hice la sicológica: imaginé que su familia emigró a la villa desde una chacra mezquina, estéril, donde la imposibilidad de pagar mano de obra (aún esclava) estimuló ciertas culturas reproductivas. Pronto la harían parir, también al año siguiente y al otro... Más temprano que tarde se le caerían los dientes, tendría el cuerpo achaparrado y se le agriaría el carácter por tener que bajar varios escalones en la calidad de los hombres a seducir. Sentí alivio.

Secuencia lógica.
Me acerqué a preguntar por las familias enfrentadas a causa del inodoro. La mocosa resultó un avionazo —¡Conchudo, puto, hijo de puta, la concha de tu madre! —respondió. Estiró la mano para agarrarme la pija con tanta mala leche que me pegó, con la punta de los dedos, un tincazo en los huevos.
No era la mejor manera de atraerme, la agonía tapó el dolor remanente de los puazos. Cuando recuperé el aliento la pendeja había desaparecido.

¡Bang bang!
Detonaciones de nueve, canto de sirena para mis oídos, corrí al corazón de la villa.
Un pendejo de doce hacía ladrar mi ‘Glock’ contra un afiche publicitario de la policía.
¡Bang bang!
Metió, desde treinta metros, otros dos plomazos en un diámetro menor a veinte centímetros.
Esperé unos segundos para normalizar la respiración y el pulso. En tanto, él acariciaba a ‘Glock’ amorosamente. Reprimí los celos con enorme esfuerzo de voluntad.
Levantó nuevamente el brazo armado y casi sin apuntar… ¡Bang bang!
Pelé a ‘Anaconda’ dispuesto a regar sus sesos en el basurero aledaño (hay que ver el desparramo que hace la magnum 44).
Lo salvó la campana. Su mamá, viuda del muerto por el inodoro cuando me hirieron a puazos, salió de la covacha y le ordenó a los gritos que llevara a sus hermanitos a comer al colegio.
Percibieron mi presencia, se alarmaron al observar el detalle en mi derecha.
La covacha comenzó a parir una culada de pequeñas semillas del mal. Los hermanitos quedaron azorados al verme.
El pendejo me clavó una mirada faneada, neutra.Puse ‘Anaconda’ en su cabeza dispuesto a darme el gusto.
La cara de la madre transmitió ruego, sus labios iniciaron una oración y sus ojos…
Me hice eco de los ojos, perdoné su delito.
En definitiva, el pendejo entregó a ‘Glock’ y al corderoy.
La mamá acabó cacheteando a los más pequeños porque llegarían tarde al colegio —¿No saben que no les guardan el lugar? ¡Después me lloran de hambre! —gritaba entre sopapo y sopapo.
Dejé que se revolcaran en su quilombo.
Yo, debía cruzar tierra de nadie.
El joven delincuente había disparado seis series de dos disparos (doce balazos). ‘Glock’ disponía aún de cuatro proyectiles, siempre la llevo con uno en la recámara. ‘Anaconda’ cargaba seis. En un bolsillo de la campera tenía otros seis 44 magnum. En el peor de los casos no me iría sólo.

1 comentario:

Tresmasqueperros dijo...

Una gran sorpresa que ha aparecido hoy en el correo... Seguro que no os deja indiferente y crea adicción. Gracias Toto Flatuletti