Y ese pequeño papel era el mismo que Li todas las tardes colgaba de una rama, para tenerlo siempre bien visible. Y el par de extraños borrones que había escrito en su interior, era lo que Li copiaba una y otra vez sobre las tablillas de bambú, procurando en cada intento, que los trazos fueran más precisos, las formas más bellas. Quizás lo que escribiese Li, fuera lo mismo que el contable, pero pensaba Li que él debería escribirlo de un modo más hermoso y profundo. El mensaje que quería llevarle a Yuē merecía el mayor de los respetos y dedicación posible. Ese amor tan profundo e intenso que desde hace tanto tiempo le dominaba, debía ser reflejado por la forma más preciosa que fuesen capaces de crear sus manos.
Y así se mantenía ocupado Li en sus ratos libres. Siempre que no estaba trabajando se iba hasta el cerezo y retomaba bajo su sombra, su inmutable tarea de escribano. Así hasta que un buen día, de improviso, ocurrió el milagro. Se quedó Li, absorto durante muchos minutos, contemplando la pequeña pero perfecta obra que por fin había logrado crear. Sostenía con delicadeza la tablilla de bambú, casi con miedo de que esta se le deshiciese de repente entre los dedos. La miraba con sorpresa, con veneración, también con orgullo. Pasado su momento de estupor, apartó de su regazo todos los utensilios y se puso en pie. Sopló sobre la tablilla para que se secase más rápido la tinta. La guardó por fin en una pequeña funda de cuero y salió corriendo hacia la aldea. Corría Li veloz, radiante, embriagado por el logro, imaginándose ya cientos de noches de felicidad abrazado al cuerpo de su amada. Notaba el peso ligero de la funda de cuero en su mano, y conforme se acercaba a la aldea sentía también como se iban diluyéndo en su interior todos sus miedos, todos sus recelos, todas sus angustias. Se imaginaba ya Li de rodillas, frente a Yuē, declarándole su amor con las palabras más bonitas que jamás se habían escrito.
Sin embargo, se topó en su carrera con una pareja de soldados que al momento, al verlo tan azorado le dieron el alto. Tuvo el muchacho que detenerse y plantarse frente a ellos. “¿Dónde vas, muchacho, no irás huyendo? ¿No estarás robando?”. “No, no huyo de nadie, simplemente le llevo un regalo a una amiga”. “¿A una amiga? Seguro que tramas algo. Alguien tan feo cómo tú no puede tener buenas pretensiones con una mujer”. Empezaron a reírse y a darle algunos empellones con los extremos de sus lanzas. Li intentaba mantenerse sereno, firme pero con la cabeza gacha. Ese par de pícaros pronto se aburrirían de él y le dejarían continuar su camino a la aldea. “¿Y qué es lo que le llevas a tu amiguita? ¿No sabes que todo lo que circula por estos caminos pertenece al emperador?” “Es sólo una sencilla tablilla de bambú. Nada que pueda interesarle a nuestro emperador”.” ¡¡Dánoslo, y nosotros te diremos si le place o no!!.”. Y de un manotazo le arrancaron la bolsita de cuero. Temblaba Li pensando que podrían romperla si le daban algún golpe, así que se contuvo y dejó que los soldados indagaran su contenido. Vio como sacaban la tablilla, la miraban primero extrañados y después al comprobar que estaba escrita por uno de los lados, notó como se le arqueaban y encendían furiosos los rostros. “¿Qué es esto miserable? Pretendes burlarte de nosotros. ¿Qué es esto que está escrito?¿Qué es lo que pone en esta apestosa tablilla?. ¿Es este el nombre de nuestro emperador?.” “¿Acaso no sabéis leer?. Es sólo un regalo para mi amiga. No dice nada importante”. “¿Qué sabrás tú lo que es importante o no, gusano? Dinos, ¿es esto que está escrito el nombre de nuestro emperador?”. Li estaba ya desconcertado y asustado. No comprendía bien qué le preguntaban esos soldados, el porqué de tanta insistencia. Sólo quería que le dejasen en paz, quería llegar lo antes posible al lado de Yuē. “No”, les respondió, “No, no, no. En esa tablilla no está escrito el nombre del emperador. Por favor, dejad que me vaya…”. Pero Li no pudo terminar su súplica. Los soldados se echaron sobre él, le golpearon con las lanzas, lo tumbaron al suelo y siguieron pateando su cuerpo hasta que el pobre Li perdió el conocimiento.
Por la mañana, cuando todos los vecinos de la aldea se dirigían a los campos de trabajo, lo primero que vieron fue el cuerpo inerte de Li. Estaba colgado del cerezo bajo cuya sombra había pasado tantas tardes escribiendo. El viento lo balanceaba levemente y por unos momentos parecía que fuese a recobrar la vida. Poco a poco los aldeanos vencieron el miedo y se acercaron hasta él. No entendían qué es lo que le podía haber pasado al joven Li. No se imaginaban quién podía haberle hecho algo así al pobre Li. Sí descubrieron que sobre su pecho, había colgada una tabla de madera que llevaba impresa el sello imperial. También había algo escrito, parecía un aviso, aunque nadie logró entenderlo, porque nadie en la aldea sabía leer. Tampoco la joven y bella Yuē supo nunca que le pasó a Li, ese personaje tan peculiar, tan apocado que nunca se atrevió a hablarle. Nunca supo Yuē lo mucho que Li la amaba, y que ella, indirectamente, había sido la causa de su muerte….
Nota: En el año 212 A.C. el emperador Qin Shi Huang decretó que fuesen quemados todos aquellos documentos que no hiciesen referencia a su persona. Quería borrar todo rastro de historia anterior a su reinado. Quería ser así el primer emperador de la historia. Muchos intelectuales que desobedecieron esa orden fueron enterrados vivos.Y así se mantenía ocupado Li en sus ratos libres. Siempre que no estaba trabajando se iba hasta el cerezo y retomaba bajo su sombra, su inmutable tarea de escribano. Así hasta que un buen día, de improviso, ocurrió el milagro. Se quedó Li, absorto durante muchos minutos, contemplando la pequeña pero perfecta obra que por fin había logrado crear. Sostenía con delicadeza la tablilla de bambú, casi con miedo de que esta se le deshiciese de repente entre los dedos. La miraba con sorpresa, con veneración, también con orgullo. Pasado su momento de estupor, apartó de su regazo todos los utensilios y se puso en pie. Sopló sobre la tablilla para que se secase más rápido la tinta. La guardó por fin en una pequeña funda de cuero y salió corriendo hacia la aldea. Corría Li veloz, radiante, embriagado por el logro, imaginándose ya cientos de noches de felicidad abrazado al cuerpo de su amada. Notaba el peso ligero de la funda de cuero en su mano, y conforme se acercaba a la aldea sentía también como se iban diluyéndo en su interior todos sus miedos, todos sus recelos, todas sus angustias. Se imaginaba ya Li de rodillas, frente a Yuē, declarándole su amor con las palabras más bonitas que jamás se habían escrito.
Sin embargo, se topó en su carrera con una pareja de soldados que al momento, al verlo tan azorado le dieron el alto. Tuvo el muchacho que detenerse y plantarse frente a ellos. “¿Dónde vas, muchacho, no irás huyendo? ¿No estarás robando?”. “No, no huyo de nadie, simplemente le llevo un regalo a una amiga”. “¿A una amiga? Seguro que tramas algo. Alguien tan feo cómo tú no puede tener buenas pretensiones con una mujer”. Empezaron a reírse y a darle algunos empellones con los extremos de sus lanzas. Li intentaba mantenerse sereno, firme pero con la cabeza gacha. Ese par de pícaros pronto se aburrirían de él y le dejarían continuar su camino a la aldea. “¿Y qué es lo que le llevas a tu amiguita? ¿No sabes que todo lo que circula por estos caminos pertenece al emperador?” “Es sólo una sencilla tablilla de bambú. Nada que pueda interesarle a nuestro emperador”.” ¡¡Dánoslo, y nosotros te diremos si le place o no!!.”. Y de un manotazo le arrancaron la bolsita de cuero. Temblaba Li pensando que podrían romperla si le daban algún golpe, así que se contuvo y dejó que los soldados indagaran su contenido. Vio como sacaban la tablilla, la miraban primero extrañados y después al comprobar que estaba escrita por uno de los lados, notó como se le arqueaban y encendían furiosos los rostros. “¿Qué es esto miserable? Pretendes burlarte de nosotros. ¿Qué es esto que está escrito?¿Qué es lo que pone en esta apestosa tablilla?. ¿Es este el nombre de nuestro emperador?.” “¿Acaso no sabéis leer?. Es sólo un regalo para mi amiga. No dice nada importante”. “¿Qué sabrás tú lo que es importante o no, gusano? Dinos, ¿es esto que está escrito el nombre de nuestro emperador?”. Li estaba ya desconcertado y asustado. No comprendía bien qué le preguntaban esos soldados, el porqué de tanta insistencia. Sólo quería que le dejasen en paz, quería llegar lo antes posible al lado de Yuē. “No”, les respondió, “No, no, no. En esa tablilla no está escrito el nombre del emperador. Por favor, dejad que me vaya…”. Pero Li no pudo terminar su súplica. Los soldados se echaron sobre él, le golpearon con las lanzas, lo tumbaron al suelo y siguieron pateando su cuerpo hasta que el pobre Li perdió el conocimiento.
Por la mañana, cuando todos los vecinos de la aldea se dirigían a los campos de trabajo, lo primero que vieron fue el cuerpo inerte de Li. Estaba colgado del cerezo bajo cuya sombra había pasado tantas tardes escribiendo. El viento lo balanceaba levemente y por unos momentos parecía que fuese a recobrar la vida. Poco a poco los aldeanos vencieron el miedo y se acercaron hasta él. No entendían qué es lo que le podía haber pasado al joven Li. No se imaginaban quién podía haberle hecho algo así al pobre Li. Sí descubrieron que sobre su pecho, había colgada una tabla de madera que llevaba impresa el sello imperial. También había algo escrito, parecía un aviso, aunque nadie logró entenderlo, porque nadie en la aldea sabía leer. Tampoco la joven y bella Yuē supo nunca que le pasó a Li, ese personaje tan peculiar, tan apocado que nunca se atrevió a hablarle. Nunca supo Yuē lo mucho que Li la amaba, y que ella, indirectamente, había sido la causa de su muerte….
Cang Jie*: Según la leyenda, fue el inventor de los caracteres chinos.
5 comentarios:
Me gusta mucho este cuento, sobre todo la primera frase...y cómo después desarrollas la historia.
Se me ocurre algo: ¿seguro que Yué no intuía el amor de Li...?. Las mujeres somos muy listas...
Un abrazo
Hola Alicia. Gracias por tu comentario. Siempre es agradable recibir alguna crítica y si es buena, mejor. Curiosa la variante que me comentas. Es verdad, las mujeres sois más listas que nosotros. Voy a intentar escribir un final según me comentas. A ver qué tal. Otra vez gracias por tu comentario y espero que vengas mucho por este blog.
Hola Julián:
Me ha gustado muchísimo este relato, es muy intenso.
Gracias por dejarnos siempre ratito de buen entretenimiento literario.
Un abrazo.
Gracias Celia por tus comentarios. Siempre son de mucho ánimo.
Un beso y espero dejar pronto algún cuento. Y ahora, para el aeropuerto, que salgo en pocas horas.
Gracias por el apoyo.
Siempre he estado convencido de que la historia proporciona una materia prima estupenda para escribir cuentos. Sólo hay que saber encontrar el material y tratarlo como merece, y desde luego que lo has conseguido.
PD. Sigue asombrándome cómo el papel impreso "dignifica" los escritos. Qué cosas
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