*
“ El
libro, pues, al conservar sólo las palabras, conserva sólo la
ceniza
del
efectivo pensamiento. Para que éste reviva y perviva no basta con el
libro. Es
preciso
que otro hombre reproduzca en su persona la situación vital a que
aquel
pensamiento
respondía. Sólo entonces puede afirmarse que las frases del libro
han
sido
entendidas y que el decir pretérito se ha salvado. Platón expresa
esto diciendo
que
sólo entonces los pensamientos del libro son hijos legítimos —σιείς
γνηζίοσς,
278,
a— porque sólo entonces quedan verdaderamente pensados y recobran
su
nativa
evidencia —έναργές. Pero esto no podrá hacerlo sino aquel
que se encuentra
siguiendo
la misma pista que el autor —ηψ ηαύηόν ίνζς
μεηιόνηι, 276, d.—, por
tanto,
que antes de leer el libro ha pensado por sí sobre el tema y conoce
sus
veredas.
Cuando
no se hace esto, cuando se lee mucho y se piensa poco, el libro es un
instrumento
terriblemente eficaz para la falsificación de la vida humana:
“Confiando
los
hombres en lo escrito, creerán hacerse cargo de las ideas, siendo
así que las toman por de fuera, gracias a señales externas, y no
desde dentro, por sí mismos...
Atestados
de presuntos conocimientos, que no han adquirido de verdad, se
creerán
aptos
para juzgar de todo cuando, en rigor, no saben nada y, además, serán
inaguantables
porque, en vez de ser sabios, como se supone, serán sólo
cargamentos
de
frases”, 275 a. C. Así Platón hace veintitrés siglos.”
José
Ortega y Gasset,1935.
No
voy a negar que me encuentro exiliado dentro de mi casa. Me evado de
vez en cuando para suplir esa necesidad tan tonta que tiene cualquier
ser vivo de comer, lleno el carro del supermercado y vuelta a casa.
No me siento solo, la música, la radio y la televisión suplen con
creces la necesidad de sentir el murmullo de la civilización.
Ayer
fui testigo como el odio remataba a un ser humano tendido en plena
calle, hoy tocaba la interpretación de los hechos. El Telediario de
La Cuatro, después de hablar de ello y de las rebajas, resaltaba un
dato de la encuesta del CIS sobre nuestro descendente hábito de
lectura. Hoy, un amigo publica en facebook como la reincorporación
de los empleados despedidos hace meses de la biblioteca de Cuenca
repercutía en la reapertura de los servicios cerrados durante su
ausencia... es curioso... Hoy, también, El País publica una
entrevista con Juan Marsé donde destaca este titular “España es
un país de cabreros”.
En
mi pésima experiencia por las bibliotecas españolas, dentro y fuera
del país, todas cumplían la misma máxima : “pidan lo que pidan
que no se vean huecos, que parezca una biblioteca”. Los libros eran
la excusa, las personas un estorbo. He visto tirar libros a la basura
mientras intentaba convencer a la desesperada a una cónsul española
en Albanía y responsable de una delegación del Cervantes que los
salvara, que le pagaría los portes, la tía me miraba extrañada
mientras se comía dos cornettos de crema sin respirar pero... La
“cultura española” se salvaba en recepciones con tortilla y
“vino del país”. He visto intelectuales subvencionados que se
pirran por primeras ediciones mirar hacia otro lado cuando se les
hablaba de salvar una biblioteca y después hacer una parodia de ello
en unos de sus panfletos a los que llaman libros. He visto el
desprecio más absoluto por aquello que Ortega y Gasset defendía en
la apertura del Segundo Congreso Internacional de Bibliotecas en 1935
y luego citarlo para estar en la “cresta de la ola”. He visto el
desprecio de mal llamados “bibliotecarios” a chiquillos que iban
buscando en los libros esa ventana al mundo que los salvara de vidas
enclaustradas en ciudades sin esperanza. Ahora me diréis que tiene
que ver todo esto con lo anterior... La Ignorancia.
La
civilización no consiste en saber manejar un smartphone ni tan
siquiera una calculadora. La civilización significa la evolución
del género humano, entendido éste como el desarrollo de las
capacidades de sentir, de amar, de soñar... lo que nos hace
verdaderamente humanos. Las bibliotecas no nacieron para ser lugares
de culto, perfectamente ordenadas, políticamente pulidas... nacieron
de la necesidad del ser humano de aporta conocimiento “humano” a
las generaciones venideras, no como dogma sino como base de su propia
y natural evolución.
Hoy
escribo esto desde la pena de sentir que en este estúpido país las
bibliotecas siguen siendo almacenes de libros sin alma y seguiremos
preguntándonos en que nos hemos equivocado.
* Actual Biblioteca de la Real Academia de España en Roma
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