Cada
vez que escucho pronunciar Z me dan ganas de tararear la canción de
Bola de Dragón Z... lo siento, mi nivel intelectual se ha acomodado
a las exigencias del país. Hubiera estado bien haberme acordado de
la película de Gavras y de Semprun pero insisto, mejor no mostrar
signo de disidencia mental en estos momentos, es peligroso. Hemos
vivido un momento Z ( sin canción de por medio, salvo la del
Padrino) sin menos coroneles sudorosos de gafas negras pero con
muchos más cabos chusqueros liderados por una “fofinsana”
andaluza. DíaZ, SáncheZ, FernandeZ, GonzaleX ( excepción que
cumple la regla anterior ) han protagonizado la versión del siglo
XXI sin el glamour de Irene Papas, Jean-Louis Trintignant, Jacques
Perrin, Yves Montand de esta educativa película necesaria si quieres
aprobar “segundo de golpista”.
En
realidad yo venía a hablar de Z, la última generación ( Nota a
Hollywood : la tengo registrada, si quieren los derechos de la
película hablen con mi representante). Define bien la última letra
del alfabeto a esta generación de imitadores de Jomeini con gafas de
pasta que pagan por una magdalena de toda la vida 3 € si se llama
brownie, 40 € por un arreglo de barba, a lo viejo le llaman vintage
y todos quieren vivir de una Startup. Su mundo es virtual, las
cañerías se arreglan solas, las calles se barren solas y cualquier
trabajo manual alejado de un teclado es cosa de los curris (aquellos
seres de los Fraggel Rock que se encargaban de arreglar cosas pero
con quienes no se interactuaba). En menos de quince años veremos
como el universo Fraggel se derrumba, pasaran de lo virtual a lo
real, y la realidad puede ser muy cruda... no se puede vivir
eternamente sin reflexionar que tu brownie de 3 € supone la hora de
trabajo de un curri. Mientras tanto miremos al futuro con EsperanzaZ,
RajoyZ, DíaZ...
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