"El mito es la parte oculta de cada
historia, la parte sepultada,
la región que todavía está sin explorar
porque todavía no hay palabras
que nos permitan llegar allí...El mito
se alimenta del silencio
tanto como de las palabras"
Italo Calvino (Italia/Cuba, 1923-1985)
Las personas, como los países, tenemos nuestros propios
mitos, nuestras leyendas, nuestras genuinas historias personales. Del mismo
modo que se labra la historia de las naciones, a una escala mucho más reducida
pero igual de intensa, se forja nuestro carácter. A unos y otros nos van
surgiendo los obstáculos que deberemos ir superando de una u otra forma. Viviremos
durante nuestra vida multitud de enfrentamientos, que darán pie a victorias, derrotas
o resultados incomprensibles. Surgirán
alianzas con otros países, surgirán nuevos encuentros con alianzas ajenas, que
darán igualmente pie a otras victorias, derrotas o sorpresas compartidas. Será
el modo de superar estas “dificultades”, el camino que hemos escogido para bordearlo
y el sitio al que nos encontramos tras esa lucha, lo que va haciendo de
nosotros las personas que estamos siendo. El río no elige ser río, no elige
siquiera ni el lugar ni el momento de salir a la superficie, simplemente brota
y comienza a fluir pendiente abajo. En su camino surgen piedras, vados,
senderos, montañas enteras, que deberá bordear para seguir su curso, para
seguir siendo río. Hasta el obstáculo más pequeño puede alterar el curso de un
arroyo incipiente. Lo mismo ocurre con
nosotros, o al menos algo parecido. Porque nosotros, poco a poco vamos tomando
conciencia de las personas que estamos siendo, de los enigmas que acarrea la
existencia y de las conclusiones que hemos esta nos aporta. Algunos de esos “enigmas”
lo hemos solventado por pura inercia, (“intuición” la llaman algunos), para otros
misterios hemos recurrido a respuestas ya dadas optando por la opción más
razonable, (“aprendizaje”), la más sencilla y la más lógica. También habrá
ocasiones que recurriremos a soluciones ya aprendidas de situaciones similares,
(“experiencia”). Pero habrá incluso algunas personas que inventarán nuevas
respuestas, crearán nuevos caminos de manera casi milagrosa. Para algunos serán
visionarios y genios, para otros simplemente inconscientes y locos: en esto
nunca nos pondremos de acuerdo. El caso
es que las piedras en el camino se irán acumulando y las opciones para
sortearles serán muy pronto ilimitadas, mostrándose así la existencia como algo
infinito: inescrutable, pero adictivo a ratos, a ratos también angustioso. El
solventar con éxito unas u otras piedras te llevará inevitablemente a nuevas
piedras. Cuando me refiero a “piedras”, no lo hago en un sentido estrictamente
negativo. He elegido la palabra piedra por puro azar, por cierta afinidad a esa
palabra, quizás por la sólida connotación que conlleva, aunque podía haber
elegido, por ejemplo, la palabra “caramelo”, para intentar explicar lo mismo. Y
el verbo “solventar” o “superar” quizás tampoco sea el que debería usar en este
razonamiento. Se me ocurre que quizás, el más apropiado para lo que quiero
decir sea simple y llanamente un verbo como “vivir”. Uno supera con más o menos
éxito la muerte de un familiar, pero no creo que sea correcto decir supera su
primer beso. Ambas son experiencias que todos “viviremos” y que nos harán tomar
determinadas aptitudes y caminos en la vida, pero está claro que una
circunstancia será una “piedra” en el camino, y lo otro un “caramelo”. (Perdón
por esta aclaración, pero lamentablemente yo no sé alemán, idioma muy poco dado
a las ambigüedades y que se supone es el idioma ideal para los juegos
filosóficos. Es muy aparente para eso y para sacarles los cuartos a los
griegos, ¡qué ironía!, creadores a su vez de la filosofía).
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