lunes, 26 de noviembre de 2012

LOS FALSOS MITOS (Última parte)



"No es mi obligación entregar a los demás lo objetivamente mejor, sino lo mío, tan pura y sinceramente como sea posible"
Hermann Hesse. Cartas. 

Así unos y otros vamos acumulando unos reflejos propios que vamos estandarizando y convirtiendo en nuestra carta de presentación allá dónde vamos. Algo por lo que se nos reconoce de manera rápida. Algo que hemos ido extrayendo de nuestras vivencias y haciendo por lo tanto nuestro. Algo que remodelamos, algo que adaptamos a nosotros. Algo que tallamos como quién talla un trozo de madera. Algo que vamos acaparando y archivando a diversos niveles. Porqué en realidad no somos uno sino varios los que somos. Modificará en gran media quiénes estamos siendo factores tales como dónde o con quién estamos siendo.  No seremos la misma persona sentados en un bar y viendo un partido del Athletik, que hablando pausadamente y con ilusión con la mujer con la que hemos hecho el amor hace un rato. Yo al menos, siento que lo uno puede ser como un simple chinato en un zapato y lo otro como la cordillera de los Alpes que me retase a cruzarla.

         Para uno y otro momento tenemos innumerables opciones de ser. Y serán varios los mitos que surgirán de nosotros, varios los rastros de camino que dejemos  a los que vengan detrás de nosotros por los mismo derroteros. Ahora bien, y este sí es quizás por fin, el motivo más importante, el tema principal de esta reflexión. Tenemos que ser en todo momento, sin importar la profundidad o trascendencia de dicho momento, lo más sinceros posible con nosotros mismos. Escribía en un párrafo anterior que cualquier tipo de vida, con sus opciones propias, es siempre válida. Pero en realidad no, esto no es del todo cierto. Aunque no haya una proporción muy definida para esto, una vida será más o menos acertada en la medida en la que somos sinceros y vamos “sorteando” con sinceridad las situaciones que nos vayan surgiendo a lo largo de la vida. Y la sinceridad se mide a su vez en el grado de integridad que hemos logrado entre el nivel de lo que creemos que es la solución para un determinada “piedra o caramelo” y el nivel que hemos aportado de nosotros mismos para “vivir” dicha “piedra o caramelo”.

         Una vez dado nuestro primer beso o una vez sufrida la muerte de un familiar nuestro, hablaremos de ello, unos más que otros, algunos buscarán consuelo en los amigos cercanos, otros buscarán algo de comprensión en los aparentes expertos en la materia. Algunos leerán libros, otros escribirán poemas o pintarán cuadros, algunos de esos poemas o cuadros se harán muy famosos y llegarán a ser obras de arte, (no ya camino sino verdaderas autopistas para seguir), muchos simplemente permanecerán en silencio. Pero todos, al fin y al cabo, estarán creando sus propios mitos. Nadie comprenderá enteramente qué es lo que le ha ocurrido, en que modo le ha afectado y qué nuevas personas son después de vivido ese momento. Pero que es sino el mito la respuesta a algo que no se comprende. Ahora bien, el mito debe asentarse en una relativa certeza y sobre todo en la sinceridad y la honradez. Actuar en la medida de lo posible lo más cercanos a lo que creemos que es ser sincero, y expresar las conclusiones del modo que igualmente creamos más honesto. El añadirle más o menos filigranas, el querer adornar nuestros mitos, es algo aleatorio y prescindible. Una mera cuestión estética y de modas. Además la belleza extra puede resultar redundante, porque un mito, una expresión nuestra que surja de una necesidad o inquietud sincera, usando unas palabras sinceras será siempre hermoso. Resultará siempre constructivo. Así que, cuando estemos ante una persona, y seamos conscientes de que está persona se está dirigiendo a nosotros de una manera franca y honesta, prestémosle nuestra máxima atención, porque en esos momentos estamos ante algo muy parecido a una obra de arte. Del mismo modo, en cada momento que estemos siendo nosotros mismos, en cada momento que estemos proyectando algo de nosotros, intentemos ser lo más sinceros posible, para hacer así de nosotros mismos algo parecido a otra obra de arte. Aunque la infalibilidad no está en nuestra mano, debemos intentar al menos, dejar un “rastro” lo más claro y consecuente. Y siempre, siempre, desechemos los grandes mitos, los falsos mitos de las grandes naciones y las grandes religiones, que no nacen de una duda o una sorpresa primordial.  Centrémonos en las historias, las dudas, los milagros, los mitos mundanos que día a día nos asaltan y son las verdaderas piedras y caramelos de nuestros caminos: nuestra vida al fin y al cabo.


“las religiones y los mitos son, al igual que la poesía, un intento de la Humanidad de expresar, por medio de imágenes, precisamente esa indecibilidad que vosotros tratáis inútilmente de traducir a llanas expresiones racionales”
                                                                                                                            Hermann Hesse, Cartas.

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