En el pueblo todos pensaban que estaba loca. Ella salía todas las noches y se abrazaba desnuda al tronco del olivo que había en su patio. Le imploraba al árbol que se transformase en un hombre, ella necesitaba un hombre. Era tanta su desesperación que clavaba las uñas en su corteza hasta que empezaba a brotar la savia. Una noche, el olivo hizo caso de sus súplicas y acudió al cuarto de la mujer, transformado en el hombre que ella ansiaba. “Mírame”, le dijo “soy el hombre que has suplicado”. Y se dio la vuelta para enseñarle las marcas de sus uñas sobre la espalda. Se acercó a la mujer tendida en la cama, pero ella le detuvo con un gesto de su mano y le dijo: “No, no eres tú el hombre que deseo, tú eres feo y achaparrado”. El hombre, despechado, se perdió sólo por los caminos de Sierra Morena. Sólo la luna fue testigo de su pena, sólo la luna contempló su llanto, un llanto que hizo brotar lágrimas de aceite.
Dedicado a los olivos.
6 comentarios:
¡¿¿¡¿Que quería esa perra, Un alto y estilizado ciprés?!?!?...AMOS, NO ME JODAS!!!
ja ja, supercali, me gusta tu comentario
Cuidadín con lo que deseas que se puede hacer realidad. Dicen.
Quien sólo se queda con lo feo o guapo y lo achaparraíllo o alto o mediano o un flotador o dos o ninguno de una persona... malo.. no merece la pena.
Esa persona está vacía.
Por tanto, mejor que no nos quiera ni nos mire.
No merece la pena los infraseres superficiales, fríos, calculadores y solos. Porque en el fondo son unos tristes.
Y nada bueno pueden darnos.
Saludos ahora mismo desde Paraguay, mañana no sé desde donde. Espero traerme de aquí muchas historias que volcar en este blog. Saludos a todos.
Venga a escribir bastardos, ¡¡¡qué ya se ha acabado el verano!!!
Lo sabe todo el mundo: el que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Tal vez se abrazó al árbol equivocado, quizá no debería haberse arrimado al primero que se encontraba todas las noches al salir de casa
Publicar un comentario