martes, 28 de junio de 2011

...



No recuerdo a que edad exactamente, a los 5, 6 o 7 años pero con seguridad sé que mi abuelo si era lo suficientemente viejo para sentirme yo su nieto.

Paseábamos los domingos después del desayuno por aquellas silenciosas calles de Sarajevo donde sólo el trinar y el trajín de los pájaros, junto a los pocos transeúntes que se daban los buenos días, caminábamos a mi parecer sin rumbo fijo.

Puntualmente a la diez en el kiosko de música, el director de la banda alzaba su batuta y se iniciaba un torbellino de notas que entonces no me gustaban, y ahora, echo de menos.

Después íbamos al café , yo comía delicias turcas y mi abuelo café y su narguila sin el permiso de mi abuela. Mi abuela...” Quien no come con pan no come”...me repetía todos los domingos en el almuerzo. Los domingos eran especiales, el día donde mis padres desaparecían para ser sustituidos por la ternura de la primera generación. Aún hoy en día, cuando escucho una nana me acuerdo de mi abuela y alguna lágrima recorre mis mejillas, porque lo peor del olvido es siempre el recuerdo.



Dedicado a mis abuelos Alma y Goran



1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Retales de tu gran novela?