jueves, 6 de mayo de 2010

GÉNESIS (4ª parte)

Conforme hablaba sacó otro sobre de su abrigo y lo colocó sobre la mesa. Repitió el gesto de cuando estuvo en mi despacho y lo acercó hacía mí. Yo procuré no mostrarme muy impaciente. Hay que mantener la compostura y parecer siempre un profesional, aunque muy pocas veces lo sea. Abrí el sobre con cierta parsimonia. Y lo que había dentro no era lo que esperaba. Nada de billetes, solo una hoja que parecía publicidad de algún bar o local de alterne.


- ¿Qué significa esto?
- Ahí es dónde está la mujer que busco.

Miré la hoja con más atención. No parecía tener nada de particular. Anunciaba danzas exóticas, desnudos y copas en un ambiente tranquilo y reservado. Algunas fotos de las bailarinas y… Un momento, una de esas chicas era la mujer que buscaba. La foto no tenía mucha luz pero se apreciaba su rostro claramente. Aparecía abrazada con gesto lascivo, pero indiferente, a una barra metálica, de esas que usan los bomberos para bajar con rapidez y las bailarinas para untarla con el aceite y sudor de sus pieles. Apenas llevaba ropa, y su cuerpo, como había presentido y deseado la primera vez era un cuerpo extraordinario. Largas y sinuosas piernas, delicadas caderas, vientre liso y tetas firmes y turgentes que aplastaba contra la barra. Casi no me percaté de la serpiente que tenía enroscada alrededor del cuello, mareado como estaba de ver tanta curva peligrosa.

- Si ya la ha encontrado ¿para qué me necesita?
- Debe ser usted quien hable con ella. Si me viese a mí saldría huyendo.
- Todo esto me parece muy raro. ¿Y qué quiere que le diga?
- Simplemente entreténgala. Llévela a tomar unas copas, sáquela a bailar. Lo que se le ocurra, eso lo dejo a su elección. Yo apareceré cuando lo crea oportuno.
- ¿Cómo ha sido capaz de dar con ella tan pronto? Yo he pasado toda…
- Si le digo la verdad, me resultó más complicado dar con usted.
- No entiendo eso, yo no me escondo de nadie.
- ¿Usted cree?
- Mi trabajo ya sabe que es todo lo contrario, encontrar a gente que no quiere que la encuentren.

Mientras hablaba no dejaba de estudiar la hoja que tenía entre manos. Me sentía algo humillado al haber fracasado de manera tan estrepitosa en mis averiguaciones. No entendía cómo podría haber pasado por alto una cosa así. El nombre del local no me sonaba “El Edén”, aunque la calle en el que estaba la recorría todos los días varias veces, casi podía decir que tenía allí mi cuartel general. Además, era extraño, nadie de la zona me había comentado nada de ese nuevo antro.

- Un trabajo que esta vez no ha hecho muy bien.
- Gajes del oficio. De todos modos la rubia ya está localizada.
- Ya, pero no por usted. Espero que ahora sepa hacer lo que le pido.
- Tranquilo amigo, esta vez no le fallaré. La retendré todo el tiempo que haga falta, hasta que usted llegue. Aunque para eso necesitaré…
- ¿Otro adelanto?
- Hombre, ya sabe, los vicios resultan caros, y por los barrios que frecuento abundan. Además, debo tratar con mucha gente, gente ansiosa y que no hablan mucho si tienen la garganta reseca.
- Creí que tendría suficiente con lo que le di la primera vez.
- Ya le he dicho que…
- Mire en el sobre. Espero que le baste con eso.
- ¿El sobre? En el sobre sólo estaba la foto.
- ¿Usted cree?

Volví a coger el dichoso sobre. Aparte de la foto, me encontré esta vez otro grueso fajo de billetes. No sé cómo lo había hecho. El sobre había estado en todo momento sobre la mesa, no lo perdí de vista un solo segundo. Sin embargo, el viejo había vuelto a ser más rápido que yo.

- ¿Qué es usted, una especie de mago?
- Digamos que tengo mis trucos.
- Entiendo, por eso ha dado con la rubia antes que yo.

Empezaba a sentirme incómodo. Aunque era él quién pagaba y me decía lo que debía hacer, me gustaba siempre tener cierto margen de control en todas las situaciones. Estaba claro, no obstante, que en esta charla, con truco de magia incluido, era el viejo quién llevaba la voz cantante. Nada que reprocharle al cabrón, tan sereno y seguro en todo momento. Yo no había tenido opción siquiera de justificar mi incompetencia. Allí estaba mi menda, con las manos vacías, y él, sin embargo, me mostraba la foto de la chica y el local dónde trabajaba. Todo rapidez y eficiencia. Esto no tenía mucho sentido, la verdad. Pero el viejo seguía soltando billetes como si fuese una fuente. Chitón, a coger raudo la pasta, agachar la cabeza y a hacer lo que me mandaban. Sin cometer más errores, claro está.

- Si no le importa, voy a tomarme la última. Para celebrar este nuevo contrato.

Dije esto último con cierta sorna, dejando perderse las palabras entre el humo del bar, como arrepentido de haberlas dejado escapar de mi boquita. Mi huida hacía la barra fue algo así como el pataleo de un niño pequeño que no sabe como llamar la atención. Me tenía cogido por los huevos ese extraño personaje. Parecía, de repente, que ese viejo supiese más cosas de mí que yo mismo. Se adelantaba a mis pasos, a mis gestos y a mis palabras. Hacía renacer con su presencia antiguos fantasmas cargados de derrota. Era mirarle a la cara y comenzaba a recordar cientos de noches pasadas en barras de bar, destrozando mi cuerpo y mi voluntad con alcohol y tabaco, durmiendo al fin entre las bolsas de basura de un rincón perdido en cualquier callejón. Me despertaba horas después sin recordar muy bien quién era y que había hecho antes de caer inconsciente. Rehacía mis días gracias a las bromas y pullas que me lanzaban los mendigos que me cruzaba por la calle, renqueante, de regreso a mi casa. Ahora tenía mi trabajo, por llamar de alguna manera a esto de olisquear en los culos ajenos. A veces, se dejaba caer por mi despacho algún tipo insólito que empezaba a soltar peculio, casi con ansia, por encontrarle a la mujer huida, o a la amante despechada, o al socio que se largó con todas las ganancias sacadas de alguna estafa. Había salido del charco, aunque tenía cierta tendencia suicida a seguir bordeándolo, siempre con algún borracho o alguna puta tirando de las perneras de mi pantalón. El viejo no parecía uno de esos fracasos humanos, sin embargo, al enseñarme la foto de la rubia había hecho renacer en mí cierto vértigo, me había empujado de vuelta a lo más oscuro de la ciudad y de mí mismo, me obligaba con esta búsqueda a ciegas a traspasar ciertas puertas que hacían renacer viejas arcadas de mi alma. Cuando volví a la mesa el viejo ya no estaba. Casi le agradecí ese detalle. Mañana iría al local que aparecía en el folleto publicitario. Ahora únicamente deseaba beber solo. Intentar detener el agujero negro que se había abierto en mi memoria y que como una úlcera amenazaba con devorarme. Todo había sido muy rápido, y había llegado casi sin darme cuenta. Se había ido perfilando dentro de mí cada vez que sacaba la foto con la rubia para mostrársela a alguien. Sí, mañana iría a por esa mujer. Quizás ella, y no el viejo, tuviese las respuestas a esta desazón que no dejaba de crecer dentro de mi estómago desde hacía unos minutos.

Fin de la cuarta parte

4 comentarios:

Ra dijo...

Me ha gustado mucho más que las partes anteriores, por la descripción de las "tripas internas".
Pero la descripción de la "rubia" ... telita erótica, no?? Ainsss si é que no tié remedio!
Besos detective!

Tresmasqueperros dijo...

Pues espera que aún quedan partes más eróticas. Creo que en un par de capítulos se acaba esto... Gracias Ra por tus comentarios... Después a esperar a los directores de cine para hacerme ofertas, je je...

Diavolace dijo...

Jo!, yo ya estoy mas enganchado que con Perdidos,¿solo dos capitulos?, quiero más

Anónimo dijo...

Venga Diavolace, la quinta parte va por ti... Un saludo.