El local es bastante amplio. Una enorme barra serpentea pegada a la pared. Lujosas estanterías de cristal y mármol bien surtidas con toda clase de licores. Espejos, demasiados espejos, que le dan al bar una dimensión casi infinita, pero que deshacen en pedazos el ansia de clandestinidad que muchos vienen a buscar en estos antros. Con todo, es un rincón con mucha clase, demasiada para el barrio en el que está. Un negocio arriesgado, un fragmento de paraíso inalcanzable para la mayoría de las almas en pena que pululan por estas calles. ¿Cómo no había dado con él antes? De camino hacía aquí he hecho una serie de indagaciones en los garitos de alrededor y no he podido sacar gran cosa. Nadie sabe quién es el dueño. Los camareros son extranjeros, imposible hacerles encadenar dos palabras seguidas que no sean marcas de ron o ginebra.
- Vinieron un día, tiraron la vieja bolera y montaron todo eso en un par de meses.
-Y nadie vio nada sospechoso. Alguna cara conocida entre tanto movimiento.
- Joder, todo fue muy rápido. Sea quién sea el dueño tiene bien untado a los de urbanismo. Aunque todo parece muy legal, Adam. Ya lo verás, un sitio con mucho estilo.
- Nada como tu bar.
- Bah, esto ya no es lo que era. Los días que tú no vienes me cuesta hacer caja. ¿Te pongo otra?
- No, deja. Tengo un trabajillo pendiente. Me paso más tarde para darle un buen tiento a la nómina.
- Vas muy sobrado últimamente, quemando billetes como si te los regalasen.
- Casi, casi. Me van a dar un buen pellizco por darle un poco de coba a una de las fulanas del nuevo local.
- Qué suerte tienes cabrón. No veas el ganado que se mueve por allí. Unas tías impresionantes, nada que ver con los vejestorios que rondan por aquí. Todo lujo y glamour. Creo que ni vendiendo el bar podría darme un revolcón con una de esas.
- Eh, para el carro, a mí tampoco me dejan acercarme a ellas. Sólo algo de palique y poco más. Un cliente quiere meter baza a una de las chicas para que le devuelva algo que le robó. Nada más.
- Pues dale al menos un pellizquito de mi parte.
- Esta es la chica a la que busco. ¿Te suena de algo? – le enseño la foto y el flyer con publicidad. Ambos arrugados, desgastados de tanto manosearlos y mirarlos intentando recordar porqué esa cara y ese cuerpo me resultan tan trillados.
- Ah, buen tino, cabrón. Es una de las chicas, sí. Una de las últimas en entrar a currar. Una señorita muy reservada. Nunca la he visto con nadie, Adam.
- ¿Seguro? Una jaca así fijo que está en el punto de mira de más de uno.
- Sí, seguro. Pero ya te digo, una tía muy rara: llega, hace sus bailecitos, deja babeando al personal y se vuelve por donde ha venido. Creo que tiene un número increíble con una serpiente. A lo mejor ese es el único rabo que la hace feliz, ¡ja!
1 comentario:
Llevaba tiempo sin poder leer el blog, y la verdad, no lo imaginaba por estos derroteros, ¡una serie de intriga!. Me ha sorprendido y gustado mucho. Espero la siguiente entrega.
Yolanda
Publicar un comentario