miércoles, 29 de julio de 2009

AFTER THE STORM

“Para un mundo sin esperanza hasta el más inútil puede ser el Mesías” Goran Zelic


(Escena 1ª)
Jean Claude miraba la escena como un observador más pero sin la perplejidad de los viandantes. Aún se escuchaban los silbidos del vapor escapándose por las válvulas de aquella locomotora, retorcida y empotrada en el consistorio de Sarajevo. Al final de la avenida, un convoy de vagones huérfanos de tracción se acercaba lentamente con el dulce rumor del metal sobre los raíles.

Dufré sentado entre los escombros tenía una mirada cómplice pero denotaba un cansancio extremo. En la cara, aún ennegrecida por el carbón, brillaba una sonrisa de victoria. A lo lejos, un destartalado Renault 4 blindado con chapas de acero pintado con una rústica cruz roja, se acercaba a toda velocidad sorteando contenedores de basuras colocados a modo de improvisadas barricadas. Frenó, derrapando 180 grados. De aquel engendro de vehículo, salieron a su manera, Zoran y Popovic ayudados con sus respectivos bastones y quejidos reumáticos… lo habían conseguido.

(Escena 2ª)

Zoran y Popovic, con movimientos reumáticos pero con la determinación de la honestidad, recogían cualquier cosa que pudiera ser quemada en la caldera. Jean-Claude ,que desolado los miraba con la impotencia de la derrota, se quitó el pañuelo del cuello y se tapó la cara en un gesto de rendición... mientras Dufré, con las manos cerradas miraba al cielo dándose pequeños golpes en la cabeza...
Un pequeño rumor fue tomando forma, de la abstracción sonora pasó a distinguirse notas musicales con cierta coherencia rítmica...y como todo milagro humano fueron trombones, trompetas, violines, acordeones quienes al son de una peculiar versión de la novena sinfonía de Beethoven, acompañaron a Baudelaire, Mark Twain, Miguel de Cervantes, Karl Marx, Camus, Kafka, Seneca, John Steinbeck, Aristoteles hasta La Benevolencija Express... Jamás en la Historia Universal, una biblioteca salvó tantas vidas con su combustión... ahora John Steinbeck sería recordado por los habitantes de Sarajevo por la insulina de Svetlana o Cervantes por la penicilina de Marko...
(Escena 3ª)
La guerra puede volver al cobarde en héroe, al inteligente en necio y así hasta el aburrimiento.
-Dijo el bibliotecario Goran Zelic : “Vosotros os escandalizáis de mi propuesta?... es demasiado tarde para eso... cuando vuestro nuevos líderes salieron con megáfonos a la calle con argumentos estúpidos, nadie de los presentes les replicó, cuando empezó la locura nadie se acordó de estos grandes autores, donde estaba vuestro conocimiento de los libros sagrados para consentir el odio y la muerte...Quién se acordó de Camus, cuando el ángel de la peste os contaminó. Ahora por cada libro que se queme en esa caldera, una vida será salvada, no con palabras ahogadas en tinta sino con el sentido humano de quienes las escribieron.
Si con la lectura de ellos no pudisteis oponeros a esta barbarie dejad que ellos lo hagan por vosotros. Silencio...
(Escena 4ª)
A sus setenta años, Popovic y Zoran jamás hubieran imaginado que la artritis y la diabetes fueran impedimentos para hacer el trabajo de sus vidas. Ferroviarios adscritos al sindicato desde sus orígenes, estos dos convencidos de los ideales de Tito estaban en una alcantarilla esperando saltar por los aires un cruce de vías. Talento aprendido en su época partisana, ahora luchaban por una causa algo más surrealista, introducir un tren cargado de medicamentos en pleno corazón de Sarajevo y de paso un poco de dignidad. Algunos piensan que quienes han sufrido la calamitosa experiencia de la guerra se encuentran mejor preparados para soportar otra y eso, créanme, no es cierto... el dolor no inmuniza contra la tragedia... La llamada para esta última acción les llegó como las cosas importante de la vida, de repente y sin preaviso
(Escena 5ª)

1 comentario:

Anónimo dijo...

La esperamos.