Se acumulan los ramos de flores y cajas de bombones junto
con otros regalos más suntuosos, algunos incluso extravagantes, en el mostrador
de recepción de la residencia de ancianos. Son todos presentes de amantes
despechados cuyo amor no ha logrado aplacar el paso del tiempo. Y todos van
destinados para la misma persona, una anciana recluida allí que sin embargo
nunca ha aceptado ninguno de ellos. Lleva muchos años en la residencia y las
monjas que la atienden no acaban de comprender esa actitud de desprecio hacía todos
esos detalles de cariño. Escribiendo en un pizarrín le preguntan porqué nunca
acepta al menos uno, pues es una pena que flores, bombones y demás bagatelas se
echen a perder. Y la respuesta de ella siempre es la misma: “Recibí hace mucho tiempo el mejor de los
regalos que un hombre puede hacer a una mujer”. La anciana se llama Therese
Malfatti y por culpa de una infección
sufrida en su juventud está completamente sorda.
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