martes, 17 de julio de 2012

MALDITAS LLAVES (2ª parte). Un drama real y diario.

Un subidón de adrenalina agita mi cuerpo cuando tanteo con la radiografía las ranuras del marco de la puerta. Me siento como el Lute, Al Capone, el Dioni y Rodrigo Rato juntos, aunque sólo esté intentando abrir la puerta de mi propio piso. Pienso que llevo una vida demasiado aburrida cuando algo así me hace sentir tan malvado. ¡Yo, ladrón de bancos, señor del crimen!, pero si cuando voy a comprar a la frutería se me cuelan todas las viejas, ¡vaya mangui de mierda que estoy hecho!. De todos modos, la sensación me dura muy poco. Doblo la radiografía, se arruga por unas esquinas, se resquebraja por otras, se me deshace al fin entre mis manos, pero no he conseguido abrir la maldita puerta. Tantos años de educación cristiana han hecho de mí un ser completamente inútil para cualquier tipo de maldad. Desisto cuando la casera me golpea el hombro y me dice que Manuel, mi casero, podrá dejarme otra copia de la llave, pero que no podrá ser hasta las cuatro de la tarde, cuando salga del trabajo. “¡A las cuatro de la tarde! ¿Qué hago en todo ese tiempo? “Resignado, le devuelvo a la vecina la radiografía hecha pedazos, le doy las gracias y vuelvo a bajar a la calle.
 
Tengo unas cinco horas por delante, sin saber muy bien que hacer, luciendo mis ropas de pordiosero, con sólo dos céntimos en el bolsillo y una barra de pan en el sobaco. A la espera de que el ejercicio me inspire alguna idea genial, empiezo a caminar sin rumbo fijo. Después de una media hora de vagar erráticamente, llego hasta la estación de tren, justo en el momento que desde el estómago empiezan a llegarme los primeros amagos de protesta. Algo normal, ya que hace una hora más o menos le había prometido un suculento desayuno y sin embargo me estoy dedicando a callejear y hacer ejercicio “como las personas formales”. En cierto modo, pienso que ya estoy haciendo un poco de deporte antes de desayunar, ¿no?, aunque no era esto lo que había pensado para mi primer día de “cambio radical”. “¿Qué hago?” Puedo acercarme a casa de algún amigo, pero sin móvil, me será imposible contactar con alguien y avisarle de mi improvisada visita. Además, casi prefiero que nadie conocido me vea en este lamentable estado, para evitar así ser la comidilla en las próximas fiestas. Uff, ¡pero es que realmente tengo mucha hambre! Tanto ir y venir me ha abierto el apetito. Hambriento, sin dinero, frente a la estación de ferrocarril la solución casi me viene sola… Asaltaré a la primera persona con la que me cruce y le explicaré mi atípica situación, seguro que se apiadaba de mí y me ayuda con alguna aportación económica. Es una tarea con larga tradición, seguro que cientos de años de acoso al transeúnte y de la búsqueda de su piedad, dan sus frutos, sino, el oficio hubiese desaparecido hace mucho tiempo… Pues nada, frente a una ventana ensayo algún que otro gesto compungido, afortunadamente mis ropas hacen el resto, me armo de valor, me guardo la vergüenza en un bolsillo, le susurro unas palabras de aliento a mi barriga y cuando veo salir al primer viajero con cara de cansancio y despiste por el hall de la estación, le suelto de sopetón toda una retahíla de lamentos, quejas y peticiones. “Miréustedbuenhombrenecesitoalgodedinero
paradesayunarporquehastalascuatronopodrévolveraentraramicasa,blablabla…” Poco le falta al abordado coger la maleta entre sus manos y salir corriendo. Por su cara de repulsa noto casi al instante que no voy a sacar nada de él, si acaso un guantazo, así que le dejo ejecutar su finta y que se largue con viento fresco. Pero no me desanimo, porque no sabré qué decirle a mi estómago sino le consigo comida en media hora, además, no tengo otra cosa que hacer…Dos, tres, cuatro viajeros, un par de transeúntes esperando el bus urbano, y todos reculeando y defendiéndose con el mismo gesto torcido, hasta que ¡bingo!, al séptimo intento, mi pequeña tragedia griega, hábilmente ejecutada, (sólo me falta un coro de plañideras a mis espaldas haciéndose eco de mis desgracias), da resultado y tengo por fin en mi mano mi primera moneda de ¡50 céntimos! Dios mío, nunca esta pequeña moneda dorada luciendo en mi palma me pareció tan hermosa. Ni jamás nómina alguna me pareció tan bien ganada. Este primer éxito me envalentona sobremanera y así, acosa que te acosa, lamenta que te lamenta, de nuevo, por un extraño guiño de la estadística, el séptimo acorralado, vuelve a darme otra monedita, y en esta ocasión es…¡un flamante euro! Ya tengo para un café, que estirándolo al máximo, saboreándolo largamente en cada sorbo, sentadito en una terraza con un periódico, podré hacerme rebañar una buena horita de la espera hasta que llegue el casero. Aunque yo, mente emprendedora y preclara dónde las haya, me pongo enseguida a hacer cabalas. La regla no puede ser más sencilla. Cada siete personas, un premio, y este además, este parece doblarse conforme avanzo en mi acoso. La proyección es matemática, de seguir así, si consigo acorralar a unas treintaycinco personas, podré sacar casi unos diez eurillos. Tras tan rotundo éxito financiero, ya empiezo a plantearme:

- Primero: prescindir del desayuno y pensar seriamente en una gran comida en un restaurante lujoso de la ciudad.

- Segundo: ir mañana al trabajo y decirle al jefe que me iba, pues estaba claro que este nuevo oficio estaba mucho mejor remunerado.

Redoblo entonces mis esfuerzos aunque, de repente, la estadística y mis sueños de potentado, empiezan a irse al garete. Ya no hay tal “proyección aritmética”. Conforme avanzan los minutos, y pese a perfeccionar en cada intento mi pequeña retahíla pedigüeña, de las siguientes personas que asalto, que me parecen miles, apenas les puedo sisar otros tres eurillos. Con todo, aunque estoy agotado de ir de un sablazo a otro, tintinea en mi bolsillo la cuasi astronómica cantidad de 4,52 euros… ¡Voy entonces a por el desayuno! No es una plenitud absoluta, pero casi puedo decir que estoy contento por cómo he conseguido enderezar la jornada.

Continuará...




2 comentarios:

Ra dijo...

Ja ja ja ja ja ja ja!!
En serio?????
En serio????
En serio????
Julián... dime por favor que no te lo estás inventando!!!

Anónimo dijo...

Bueno, mañana o pasado se revelará el final de la historia. Gracias ra... sin duda nuestra mejor lectora, por no decir la única, je je. Besazo, te mereces un premio.