® Robert Capa
Frente a él, una pantalla parpadeante le indicaba a modo de montaña rusa el destino de su vida. No era un electrocardiograma, sino el índice bursátil de aquella jornada. En un instante, sus ojos dejaron de seguir las líneas oscilantes, quedó con la mirada perdida en sus recuerdos de infancia. En la oficina, todos se levantaban de sus sillas, hablaban a voces y gesticulaban histriónicamente como actores de cine mudo. Él, paralizado, seguía en la profundidad de sus recuerdos… aquel verano cuando su abuelo lo llevaba a recoger higos bien temprano o cuando, de madrugada veía el regreso de los pescadores al puerto…Los paseos por la ciudad desierta en verano, cuyas calles prácticamente vacías le hacía sentir que todo el universo era suyo…El silencio estival de una ciudad de noche…
La ciudad, entonces eran edificios vacíos que hablaban amablemente con los escasos viandantes…Recuerdos, recuerdos… De repente, su mirada volvía a fijarse en aquella serpenteante línea roja, números en constante cambio como si de una cuenta atrás se tratase…
Buscó en un cajón de su mesa, tras unos segundos palpando, encontró un pequeño espejo. Se miró fijamente. Cerró los ojos y extendió las palmas de las manos como palancas en su mesa. Se levantó, abrió los ojos y se marchó hacia el ascensor. Un compañero le preguntó que a donde se dirigía, se giró lentamente y respondió mientras las puertas se cerraban: “Voy a Vivir”. Pulsó el botón de bajada mirando fijamente todo aquello que abandonaba con una sonrisa en sus labios y una mirada serena.
2 comentarios:
Por qué se nos olvida siempre VIVIR???
Con lo sencillo que puede llegar a ser... Lástima que nos empeñemos en estorbarnos unos a otros. Javi, ¡¡¡vente conmigo para las Alpujarras!!!
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