jueves, 27 de noviembre de 2008

Cuento nº 5

-Cuéntame un cuento- dijo ella, sus ojos clavados en el techo de la habitación.

Hacía meses que no podía dormir. Temía a la noche. Durante las horas en vela, sus sentidos se agudizaban, y le permitían ver fragmentos de una realidad paralela, como el gato erizado de mirada vidriosa, que dejaba de ser tal a la llegada de los primeros rayos de sol, para convertirse en un montón de ropa encima de la silla. Y de la misma manera, miles de ojos curiosos la observaban cada noche. Oía sus risas, sus correteos y sus susurros.
Ver como las luces de los edificios contiguos se apagaban a la vez que la luna avanzaba, la llenaba de angustia. El blanco de las sábanas le daba náuseas.
Él, que ya había caído en ese estado melifluo de antes de empezar a soñar, se recostó sobresaltado.

-Pensaba que ya te habías dormido.
-No- respondió ella, queda.- Cuéntame un cuento.

Haciendo acopio de todo el ingenio que pudo, comenzó a inventar una historia, un absurdo acontecer de sinsentidos, donde, conforme el sueño arremetía, la coherencia se perdía.
Pero, a pesar del suceder de delirios, el cuento pareció surtir efecto y ella se quedó profundamente dormida.
No corrió la misma suerte él, que no consiguió conciliar el sueño hasta bien entrado el amanecer.
Cada noche, ella exigía un cuento. A la mañana siguiente, con una gran sonrisa y gesto de superación, tiraba a la basura la pastilla que no había tenido que tomarse gracias a las historias que él le relataba. Pero la frescura con que ella se levantaba todos los días comenzó a chocar con las ojeras de él; y es que le resultaba imposible dormirse después de contarle un cuento. Se quedaba a merced de una multitud de paranoias que, como un parásito, engordaban noche tras noche, en calidad y cantidad. Los personajes que él mismo había inventado se le aparecían, lo abofeteaban por haber decidido un final trágico para ellos o conjuraban contra él en un sinfin de carcajadas sardónicas. Pero, él la amaba, ¿cómo dejar de contarle historias? No lo soportaría.
Una noche, mientras daban vueltas en su cabeza de manera obsesiva ciertas palabras ("patología psicótica", le habían diagnosticado) tuvo una idea. Era tan brillante que durante varios minutos, quedó tendido en la cama, extático.

"Tu cuerpo me cuenta mil historias. Me inspiras tanto, que las palabras me salen solas. Narraré sobre tu piel, me desviviré para que mis letras se unan a tu sangre, y te lleguen adentro. Alimentas mi pluma, porque tú eres mi tinta."

Así comenzaba el relato. Lo que lo diferenciaba de los otros era que éste estaba escrito con el corazón. Más exactamente, con la blanca piel desollada de ella y su sangre, dulce, y de fluir elegante. Un perfecto baile de contrastes. Recordaba más fácil la tarea, cuando él de pequeño, ayudaba a su abuela a quitarles la piel a los conejos. Con ella, había resultado algo más difícil, pero qué placer, qué satisfacción tener en sus manos tan bonito lienzo en blanco. Él no tendría que volver a pasar una noche en vela, sus ojos clavados en el techo, y ella, había pasado a formar parte de los cuentos que tanto la encandilaban. Había dejado la habitación hecha un asco, pero merecía la pena.

6 comentarios:

Tresmasqueperros dijo...

Ole, ole y ole. ¡¡Qué alegría me has dado cuando he comprobado esta mañana que ya estás con nosotros!! Un besazo y espero que este sea el primer cuento de una larga lista, a cada cual mejor. Por cierto, ¿habría que explicar de dónde surgen estos cuentos? Nos vemos, rubia, hasta muy pronto.

Ra dijo...

Pero por favor!!! cómo escribís estas cosas tan escatológicas!! y os vienen así a la imaginación? pero qué fumáis??

Anónimo dijo...

Hola Cris. Muy bonitas las fotos. Confirman la primera impresión que tuve de ti. Eres una "future artist". Un beso y mucho ánimo con las fotos y con los cuentos.

Tresmasqueperros dijo...

¡Hola anticristha!Me tienes a la espera de que publiques tu cuento SI para poner yo mi réplica... Y qué el mundo decida cuál es mejor...je je je. También quiero meter un poemilla ¿recuerdas alguno qué merezca la pena del puñado que te envié? Un beso, bailarina.

Leandro dijo...

Escribir con sangre sobre tu blanca piel... ¿es una especie de costumbre?

Tresmasqueperros dijo...

Son apuestas leandro. En esta, ese era el tema, más o menos...