Aún
no me acostumbro a fechar cualquier papel con el año en el que
supuestamente vivimos. Cuando éramos pequeños, el siglo XXI sonaba
a ciencia ficción. Películas como Blade Runner, 2001 y frases para
la historia como “el mileniarismo va a llegar, va a
llegar...dejadme hablar cojones”, crearon muchas y variadas expectativas.
Hoy
estamos en un frío febrero de quince años después de la fecha
mágica y al mirar alrededor no veo nada de lo prometido. Los coches
siguen circulando por carreteras aún peores que las del siglo
pasado, los transbordadores espaciales se volvieron a cambiar por
cohetes, los androides no sueñan con ovejas eléctricas y para colmo
de males el mileniarismo de Arrabal es como el Ave a Asturias... que
no llega...que no llega...
A
veces echo de menos cuando todo estaba por llegar. Ayer vi una foto
de un linimento y me acordé de mi abuelo. En su casa siempre había
una botella de linimento Sloan o el tío del bigote como todo el
mundo lo conocía. Su olor era tan fuerte que podría haber sido
utilizado como combustible para aviones. Aunque él ya se había
pasado a la tecnología del transistor, mi abuelo no Sloan,
conservaba una radio de válvulas que al día de hoy aún funciona,
eso sí hay que esperar que se caliente. Entonces no se había
instalado la sociedad de la inmediatez, el correo postal tardaba una
semana, TVE no comenzaba a emitir hasta las seis de la tarde y
cualquier consejo paterno terminaba con la frase “ no te tengas
prisa, ya llegará”. Recuerdo esperar en la cola de la panadería,
en el kiosko,para entrar a la escuela, al domingo para la paga
semanal...esperar... esperar...
El
verbo esperar no se encuentra dentro de nuestro vocabulario habitual,
en parte con razón. Cuando se supera la barrera de los treinta, el
tiempo empieza a coger velocidad y muchos de los sucesos de nuestras
vidas que nos resultaban cercanos nos sorprenden cuando las
matemáticas entran en juego. Así, si tienes por ejemplo 38 años y
hablas de Barrio Sésamo, hablas de algo que pasó hace treinta años,
el instituto veinte años y si estás en el paro... seguro que más
de tres...
Llegado
a este punto aún hay esperanza para que el tiempo se estire un
poquito más, todo depende de lo atareado de nuestra vida. Mi Teoría
nº 156 sostiene que los seres humanos relativizan el tiempo según
lo ocupados que estén. Así, si en un periodo de cinco años has
estado sin hacer nada, tu memoria se acordará de todos los detalles.
Sin embargo, si en un periodo de cinco años has tenido veinte
empleos, has conocido a doscientas personas, has hecho tres mudanzas
y catorce parejas... os aseguro que vuestra memoria no será capaz de
fechar nada de lo anterior y cada día os parecerá eterno.
Quisiera
terminar con las palabras de un tipo de Jerez que sostenía que el
domingo, como el día más aburrido de la semana, había matado a más
gente que la tuberculosis... Intentemos que nuestras vidas tengan el
ajetreo de los seis días restantes de la semana.
1 comentario:
Que bueno Javi, como siempre.... te leo y es como cuando nos tomamos una cerveza en el campo de tus padres, en la plaza del pueblo o tomandonos un cafe antes de irte a trabajar con mi marido. Besitos tito Javi
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