¡Vaya sorpresa! Mi madre ha aparecido hoy una carta que le
escribí a mi tía Carmen en la que había fotocopiado este cuento, que apareció
en una revista (junto a un
anuncio de la ya desaparecida confitería La Cordobesa) que solía publicarse en mi pueblo por los años 80 . Me ha hecho mucha
ilusión recuperar esta historia, porque aunque como veréis a continuación es de
una calidad, en fin, digamos que algo surrealista, fue el primer cuento que me
publicaron, cuando tenía unos tiernos 13 añitos. Recuerdo que fue un concurso
propuesto por mi entrañable profesor de historia, Don Jerónimo, con el que
todavía mantengo una gran amistad. El premio era la publicación del cuento.
Ahora que caigo, ¿cómo serían los otros cuentos? Las bases del concurso eran
peculiares. Había que escribir una historia que no ocupase más de medio folio en
la que apareciesen tres elementos: un libro, un sombrero de copa y un krobell. ¿Que qué es eso de un krobell? Pues lo que
leeréis a continuación fue lo que a mí se me ocurrió. Leer este cuento puede
resultar una dura prueba para los amantes de la buena literatura, pero a la vez
puede resultar una caja de sorpresas para mis amigas psicólogas y mis amigos
amantes de lo paranormal. En fin, mirar esto con buenos ojos, sed
comprensibles. Tampoco seáis muy
halagüeños, porque como me anime, copio aquí enterita mi primera novela,
escrita creo que un par de añitos antes. “Aventura inexperada” sí, sí con “x”.
Imagen muy parecida que se publicó junto al cuento ¿¿¿??? |
Krobell 007: Licencia para cobrar.
¿Krobell? ¿Qué
es un Krobell? Un Krobell es la tierna imagen de un cobrador de impuestos. Sí.
sí… los krobells se dedican a cobrar impuestos. Son los doce apótoles de
Solchaga que van predicando la doctrina del Ministro de Hacienda. Su lema es
“Si no cobra, Hacienda mata”. Sí, los krobells tienen “007 licencia para
cobrar”.
Son bajos, 1,20 metros es lo
máximo que llegan a alcanzar. Gordos, aunque esto no les impide volar con
relativa facilidad, con una cabeza grande que ocupa un tercio de su altura y
una cara en la que brillan unos ojos amarillos y saltones a los lados de una
nariz de cerdo. ¡Ah!, olvidadaza sus orejas grandes y empinadas entre las que
colocan sus grandes sombreros.
Tienen unos
brazos muy largos y unas manos verdes con tres dedos. No tienen piernas, pero
sí unos pies-muelles que les permiten desplazarse a saltos.
Los krobell visten elegantemente,
por eso de que la primera impresión es lo que cuenta. Llevan una corbata roja
que les llega a los pies y que arrastran por el suelo. Un traje de etiqueta
negro y el inevitable sombrero de copa.
Dentro de su
atuendo se pueden incluir varios de sus elementos de trabajo, algunos de ellos
indispensables a la hora de cobrar a los pobres españoles, como son una cartera
marrón con letras amarillas que por una cara dice “Vino Don Simón” y por la
otra “007: licencia para cobrar” en su mano derecha y en la izquierda el libro
“El terror de los cobradores” con dos partes: una hueca dotada del más
sofisticado instrumental para facilitar su trabajo como son una fusta, una
escopeta de cañones recortados, un spray paralizante, bombas lacrimógenas,
esposas y un mini transmisor. En la otra, páginas repletas de nombres y
direcciones, de declaraciones cruzadas: son las víctimas.
Cuando
aparecen por el barrio se hace el más absoluto silencio. Sólo resuenan sus
pasos por la calzada y tras la visita a los infortunados sólo queda un reguero
de lamentos y las cuentas de los bancos en espantosos números rojos. Dicen que
cuando un krobell se retira, satisfecho tras su faena, va tarareando una
cancioncilla que habla de no se qué, Hacienda somos todos…
Revista sierra Sierra Nueva,
diciembre 1989.
No hay comentarios:
Publicar un comentario