me adentro en la sonrisa escondida de una calle
esquiva,
dónde la contraseña es mirar por encima del
hombro,
dónde las entrañas son una veta a cielo abierto
y la realidad se pone su careta de quimera.
Para entrar aquí,
antes hay que besar la fría comisura de los adoquines.
Para entrar aquí,
antes hay que besar la fría comisura de los adoquines.
A la busca de ritmos soy un hombre de otro tiempo.
No es ya este año hijo del mundo en el que vivo,
dejan los minutos de ser hueras olas que preñan
las horas
y dejan
las horas de ser decepciones que mueren en las orillas de la aurora.
Son
incapaces las noches de contener las promesas que persigo.
Tras la puerta espera aletargada Granada que esta
noche será Nueva Orleáns.
Una vez cruzada su cancela
divisoria
en este antro todo es peaje y tributo, cada paso
que te adentra, otra pleitesía.
Del mismo modo, en este vetusto olimpo,
quien coloca una mano sobre mi hombro, también me
venera.
Una vez recibida la bofetada del humo y el
bautismo del estrépito metálico,
es imposible la huida,
entre acorde y acorde,
se derriten en los tímpanos los témpanos de
silencio,
malabares de trompetas y saxofones nos harán ángeles.
Escuchando este compás frenético
somos como
árboles de grandes raíces,
aferrados a nuestros propios abismos,
somos como ríos,
somos como cascadas,
somos saltos de agua justo al borde del
precipicio,
justo donde nuestra orilla se hace viento.
Con cada bocanada de la banda de jazz que suena
al fondo,
todo se transforma,
el aire se hace labios y estatua la errática
melodía que desprenden,
muro la espuma de las cervezas y lienzo la niebla
de los cigarros.
Surgen percusiones susurros lamentos
ritmos que
mueren en alcantarillas
cuando el sitio que les corresponde es la luz de
las estrellas.
Cada uno de estos quejidos merece una religión propia.
Cada uno de estos quejidos merece una religión propia.
Debería ser el mundo entero una alfombra de
vinilo
para atrapar todos los milagros que cada noche
hacen brotar
esa caterva de crápulas, borrachos y bisnietos
de esclavos,
escupiendo piropos, mentiras, jadeos,
una suma de gritos ancestrales,
nómadas que rescatan una memoria negra
nómadas que rescatan una memoria negra
y la colocan a los pies de plañideras diosas venidas a menos.
Es
hermoso dejarse arrullar por el desengaño,
no importa que no exista vida después de la
derrota,
si esta surge
de los labios de Billie Holliday,
del aliento de Miles Davis o los dedos de
Petrucciani.
Dedicado a todas las personas que alguna vez compartieron una noche en el Bohemia Jazz Café de Granada. |
2 comentarios:
Gracias por recordarnos esos maravillosos momentos en tan espléndido lugar aL son de esa música. No se puede recordar mejor
Gracias por Julian por llevarme y descubrime ese "mal antro" de jazz y suegnos!! Saludos escandinabos!
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