Abrió
las ventanas y la luz dejó entrever la decadencia de meses de polvo
sobre aquellos montones de libros y papeles. El aire limpio barrió
el olor a viejo de la estancia.
El
sol radiante firmó de un plumazo su nuevo contrato con la vida, la
novela había sido terminada, su calvario también. Chicas en
bicicleta paseaban junto al río sin la menor preocupación,
conversaban entre pedaleo y pedaleo, reían y sentían la brisa del
Miljacka en sus sonrojadas mejillas. En una esquina un músico
cantaba Moscanice Vodo Plemenita al son de una vieja guitarra .
Profunda y melancólica, llegaba gracias a la brisa con un tono aún
más triste a los oídos del viejo escritor. Apoyado en el alfeizar
de la ventana, observaba todo sin perder detalle, era su reencuentro
con una vida tapiada durante meses por aquellas pesadas cortinas
burdeos. El agua bajaba limpia y cristalina lentamente entre los
escalones artificiales del nuevo río.
Dejó
unos momentos la ventana para prepararse una buena taza de té. De
vuelta, sorbo a sorbo acompañaba su mirada hacia esa vida que había
seguido con y sin él. En el edificio de enfrente, su viejo amigo
Mehmed regaba con mimo sus plantas de la terraza, inmensa como el
Amazonas, acogedora como el paraíso. A su izquierda, la joven Anna
pintaba desde su estudio sin descanso con los grandes ventanales
abierto de par en par y la luz entraba como su invitada de honor. De
piedra ennegrecida por el paso del tiempo, aquel edificio podía
desprender un halo de pureza que ni siquiera el más blanco de las
almas puede tener. En la guardilla, observaba como el joven Talic
intentaba componer su gran obra maestra y las notas se le esfumaban
como el humo de su eterno cigarrillo encendido…
La
señora Snomjci paseaba su pequeño perro por el parque frente al
edificio. Ese era el límite de su existencia tras la muerte de su
marido hacía ya demasiado tiempo, levantó la mirada de su querido
can y sonriendo saludó al francotirador de miradas, que respondió
alzando su taza de té. Estaba feliz, todo seguía girando, la luz
resaltaba la belleza del mundo, ese que se podía sentir a través de
una ventana abierta.
Sin
embargo, las ventanas del fabricante de alas de mariposas estaban
cerradas a cal y canto. Recordó con una sonrisa en los labios las
horas interminables de ajedrez, brandy y discusiones políticas con
aquel hombrecillo cuya sabiduría era inversa a su estatura circense.
Volvió en sí y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. De
repente, cayó en la cuenta que el mundo no se paró para el resto
durante sus tres meses de reclusión… Él no era el Mundo, era sólo
una ínfima parte de él…¿Qué habrá sido del fabricante de alas
de mariposas?. Su mirada se posó en Anna pero ahora, le parecía que
la luz no tenía la misma intensidad que antes. Se dio la vuelta y
sus ojos quedaron clavados en el manuscrito. ¿Tres meses de
vida?-pensó.
Llegó
el atardecer y el astro rey se fue escondiendo poco a poco por entre
las montañas que rodean la ciudad. Antes del azul marino que
antecede la dulce noche, el sol le regaló una paleta anaranjada
decreciente hacia un transparente cían. Inmóvil en la ventana,
respiró profundamente…“Hay luz en la casa del fabricante de alas
de mariposas…”. Soltó la pétrea taza y salió a la calle, el
mundo volvió a girar de nuevo…
1 comentario:
¿Esto pertenecerá al libro? Por cierto maravilloso vecindario... un escritor, un músico, una pintora. ¡entre gente a sí quiero vivir yo! Y si hay luz en la casa del fabricante de mariposas, todavía hay esperanza... Un abrazo, Sanel. Cada día que pasa no dejo de planear alguna manera de fugarme a tu tierra...
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