sábado, 5 de febrero de 2011

Le Grand Bleu


A sus setenta años, Ibrahim era toda una autoridad moral en un país donde la esperanza de vida llegaba escasamente a los cuarenta años. Cuando los ánimos se calentaban, cuando una discusión llegaba a un punto muerto, la frase final era : Preguntémosle a Ibrahim. Lo que no sabían sus vecinos era que este pobre hombre envidiaba la suerte de los muertos. Enterrar a todos su seres queridos llega a ser algo desagradable y el tiempo vital se mide por generaciones y no por el minutero de un reloj.


Un día se levantó de su silla que apostaba desde muy temprano en la entrada de su casa, y marchó con paso lento pero seguro moviendo sin parar su tasbih. Cuando llegó a la orilla del mar dejó de pasar cuentas del tasbih, por un instante cerró los ojos, respiró profundamente y prosiguió caminando hasta que desapareció entre las aguas.

En el café se armó un revuelo. Todos discutían las razones que habían llevado al pobre anciano a suicidarse...soledad, tristeza, abandono de sus vecinos... El aire, lo conformaba una espesa nube de los nargiles y el sonido gutural en un árabe dialectal... Alguíen dijo entre aquel guirigai... Preguntémosle a Ibrahim... y se hizo el Silencio.



Nota: Ahorresen pensar sobre este minirelato... no tiene nada que decir.


3 comentarios:

Tresmasqueperros dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Tresmasqueperros dijo...

Tremendo, Goran, otro sopapo matutino a la cara. Me viene bien para empezar el fin de semana espabilado... un abrazo desde Albacete (que llegue hasta Serbia, o dónde quiera que estés). Por cierto, pon tu foto, que con tanto cambio de diseño, esto se ha desconfigurado. Ah, ¿te atreves a proponer un próximo tema para los duelos literarios?. ¡¡Qué hay que remontar pronto esta época de sequías literarias y crisis mundiales!! ¿Sabes Goran?, ando un poco cansado de tanta mezquindad alrededor, sobrevive uno a base de pequeñas alegrías... como por ejemplo...entrar hoy a este blog y leer un cuento tuyo. Un saludo, shalom.

Anónimo dijo...

¡Que va a tener que decir! Si el que sabía la palmó.
Seguiré tu consejo y no pensaré sobre ese relato, pero que sepas que me ha gustado mucho.
Saludos.